Los argentinos llegamos en barcos y nos vamos en aviones

  De los últimos dieciocho años en nuestro país, catorce transcurrieron bajo mandatos de gobiernos kirchneristas. Existe un común denominador que se repite año tras año, cuando gente a fin a este movimiento político de izquierda alcanza el poder; el fomento de la matriz distributiva de la economía. Los elevados números de inflación, la notable caída del producto bruto interno, el aumento desenfrenado de las tasas tributarias y del gasto público, la inestabilidad de la moneda nacional y el claro incremento del desempleo y la pobreza, son moneda corriente en la Argentina y dejan en evidencia las pésimas gestiones que se han realizado y las erróneas políticas monetarias reguladoras e intervencionistas por las que se han optado en estos últimos años. Estos factores desalientan por completo la matriz económica productiva del país, la iniciativa privada y todo tipo de inversiones; factor desencadenante del crecimiento económico. No es casualidad que muchas empresas decidan cerrar sus operaciones en el país y muchos jóvenes (profesionales y no profesionales) decidan “ir a probar suerte afuera”. Hace tiempo ya que la gente comenzó a perder la fe y la esperanza en nuestro país, debido a la imposibilidad de generar ahorro, el surgimiento de un alto grado de inseguridad jurídica y la falta de claridad en las reglas del juego. La carencia de estos requisitos fundamentales para la inversión hacen ver a la emigración cómo la vía más fácil y eficiente a esta crisis a la cual nos enfrentamos. La pérdida de los valores que representaban a nuestro país, la fuerte presencia de gobiernos populistas y demagógicos, el desarraigo de la cultura del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio son otros de los factores que potencian al exilio de los jóvenes y los animan a explorar nuevos horizontes. Son pocos los que se quedan a pelearla, y cada vez son más los que proyectan un futuro fuera del territorio argentino.

Por Valentín Astolfo