Resulta, como mínimo, laberíntico hablar sobre inflación y tipo de cambio en Argentina. Preguntas como: “¿Cuánto vale un dólar en moneda local?” O, “¿dónde puedo conseguir dólares?” serían relativamente sencillas de responder en casi cualquier país del mundo. En Argentina, es más complejo.
Ahora bien, si bien existen diversas maneras de explicar este fenómeno cambiario, intentaré hacerlo de forma breve y sencilla. En Argentina, existe la creencia de que la suba del dólar es un causante de la inflación. Bien podría decirse que esta creencia es sostenida con fines políticos y que responde más a un intento de quitarse responsabilidad por la inflación de los gobiernos de turno que a la ciencia económica, ya que el precio del dólar termina siendo algo mediático que puede tener efectos electorales indeseados.
Pero lo cierto es que dicha creencia existe y es el eje central de las medidas que llevan al desorden cambiario crónico en el que vivimos. Entonces, siguiendo esta lógica de dólar-inflación, una manera de controlar la inflación puede ser atrasando o sosteniendo el tipo de cambio. A partir de eso, se prohíbe el libre intercambio de dólares y se fija un precio por debajo del equilibrio. Ese nuevo precio “oficial” se sostiene por medio de las ventas de dólares del banco central para satisfacer la demanda que haya. Adicionalmente, la demanda también se ve reducida debido a prohibiciones o cupos de dólares por persona. A grandes rasgos, es como si el gobierno cerrara (o intentara cerrar) el mercado de dólares y se fijara a sí mismo como el único jugador del partido.
A partir de la prohibición del intercambio de divisas surgen los “dólares paralelos” para satisfacer la oferta o demanda que se queda fuera del dólar oficial. Estos dólares paralelos emergen de forma espontánea en el mercado negro (dólar blue) o por disposiciones del gobierno que habilitan tipos de cambio diferenciales para ciertos sectores de la economía (dólar soja). La discusión acerca de la eficiencia o no de estas medidas es un tópico más extenso y complejo, lo cual no es objeto de análisis en esta explicación. Lo que sí se podría decir es que los resultados están a la vista no sólo en la extensa y traumática historia económica argentina, sino también en nuestra vida cotidiana. Resulta necesaria esta aclaración porque es innegable que la inflación está en ascenso hace años y que estos últimos meses pasamos a un nuevo régimen de inflación aún más alto. Una buena forma de comprobar esto es que ya no se habla tanto del dato de inflación anual, sino que hablamos del dato de inflación de cada mes. Hoy en día, incluso ya se habla por momentos de los datos de inflación semanal. Y, Dios no lo permita, podemos los argentinos dentro de unos meses encontrarnos hablando del dato de inflación diario.
Teniendo esta dinámica inflacionaria en cuenta, este sistema cambiario requiere de más reservas (dólares) conforme la inflación aumenta. Mientras los demás precios aumentan, el dólar debería acompañar y también aumentar ya que es un precio más en la economía. Es por eso que las presiones para que aumente el dólar oficial terminan siendo cada vez mayores. Obviando algunas variables, he aquí el problema de reservas en el que el Banco Central se encuentra. Después de todo, ¿quién va a venderle dólares al tipo de cambio oficial cuando puede venderlo en el mercado negro un 90-100% más caro? En definitiva, es un problema de incentivos bastante básico. Los dólares paralelos sí incorporan (quizás no de forma absoluta, es necesario ver caso por caso) la inflación a su precio mientras que el dólar oficial no lo hace o por lo menos no de forma realista, podríamos decir. Después de todo, la inflación o el aumento de precios es distinto para diferentes sectores o productos, no es una relación necesariamente lineal. De cualquier manera, no es el valor del dólar oficial el verdadero precio del dólar en Argentina.
Esta ultima frase puede llevarnos a la conclusión de que el dólar oficial no es verdad, es mentira. Quizás sea una manera un tanto moralista de decirlo, pero eso es el sistema cambiario argentino, un conjunto de mentiras. Pero la verdad esta siempre ahí, la queramos ver o no. A la verdad no le importan nuestras necesidades, nuestros gobiernos, nuestras ideologías o religiones. Siempre se habla del costo de la verdad, que en términos específicos seria unificar o “sincerar” el tipo de cambio y dejar que el dólar flote libremente. Pero bien podríamos preguntarnos: ¿Cuál es el costo de la mentira? Suena hasta literario decirlo, pero la mayor deuda cambiaria de este gobierno no es con China, los importadores u otro ente, es con la verdad. Cada mentira que se sostiene incurre una deuda con la verdad. Tarde o temprano, esa deuda se paga.
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