Daniel: “La calle es una jungla muy fea”
Por Juan Urien y Benjamin Heguy
“Uno nunca sabe con qué se va a encontrar”, decía Daniel en la entrevista que le hicimos el viernes pasado. Daniel relata en primera persona y de forma cruda lo que es vivir en la calle. Esta es una de las tantas historias que se esconden detrás de los índices de pobreza y desocupación.
Pregunta. ¿Cuántos años tenés?
Respuesta. 49 años
P. ¿De dónde sos?
R. Yo soy del Chaco.
P. ¿Y cómo llegaste a la ciudad?
R. Vine con mi familia buscando un lugar mejor, allá no había trabajo, no había para comer y se dio la oportunidad de venir y nos vinimos. Y acá más o menos se fueron ordenando las cosas para mi viejo.
P. ¿Hace cuánto que vivís en la calle?
R. Desde que me salieron mal las cosas, fue un ir y venir porque hace poco tuve un buen momento que estuve en un hogar, pero se me terminó el contrato y tuve que volver a la calle. Anteriormente estuve alquilando, pero me quedé sin trabajo, el gobierno me daba una ayuda de 12.000 pesos, pero ahora no me alcanza, el alquiler se fue por las nubes. Y termine viviendo en la esquina.
P. ¿Por qué te quedas en la calle?
R. Todo es familiar… me embroqué en las drogas. Empecé a consumir cocaína y mi periodo de la droga me llevó a la intemperie, a estar solo, a perder todo lo que tenía y a mi familia, porque un drogadicto es una persona muy “gede”, muy conflictiva. Y decidí vivir en la calle: terminé en el Hospital Fernández preguntando cómo podía hacer para dormir, dónde podía dormir porque tenía miedo. Esto es una jungla, la calle es una jungla muy fea, uno nunca sabe con qué se va a encontrar. Después ya se me hizo una rutina, empecé a cuidar autos, empecé a conocer gente del ambiente de la calle y también me empecé a hacer conocido. Así me fui involucrando en esta vida, que es una vida “gede”, no se la deseo a nadie.
P. ¿Vivís con miedo?
R. Y sí… si uno duerme en la calle. En la calle siempre tenés problemas con uno o con otro, y te encontrás durmiendo y te pueden lastimar. Tengo amigos que los agarraron durmiendo y les prendieron fuego los colchones con ellos acostados ahí.
P. ¿Has tenido situaciones parecidas?
R. Sí, tuve muchas peleas. Peleas por lugares, porque no se puede dormir en cualquier lugar. Acá hay una zona, yo duermo acá y nadie puede venir a dormir porque obviamente lo voy a tener que sacar a las peleas o decirle que se vaya.
P. ¿Cuál es la relación entre las drogas y la calle?
R. La adicción es una enfermedad que tenemos todos nosotros, porque todos los que vivimos en la calle salvo personas mayores, somos adictos. Con el consumo de paco, de pastillas, de cocaína y alcohol. El consumo y la soledad te van chupando, hay quienes no aguantan la presión de la calle. Entonces son dos cosas que se complementan porque hay mucha bronca e impotencia, uno ya no quiere salir adelante y se mete en un pozo del que es muy difícil salir.
P. ¿Qué es lo más duro de vivir en la calle?
R. La soledad, la angustia, la tristeza. Me gustaría estar en una mesa comiendo con mi familia, compartir en un hogar. Es una soledad, es un aislamiento total, más allá de que la gente me dice “buen día”, pero no nos va a llevar a una mesa a comer, porque sabe que nosotros… no nos conoce. Es muy triste.
P. ¿Cómo te trata la sociedad? ¿Cómo son tus cruces en la calle?
R. Es doloroso porque a veces uno camina y ve las actitudes, yo me enojo, pero no insultando a la gente. Pero les tiro un reproche, porque me miran mal. Hay gente que nos desprecia, que nos pisotea. Y así lo llevamos, triste a veces porque también queremos un poco de alegría. Yo estoy en la esquina esa y pasan los chicos del colegio y les saco una sonrisa para que no me tengan miedo ni me esquiven. Porque duele más eso: la ignorancia, que cualquier otra cosa.
P. ¿Cómo es vivir en un hogar?
R. El hogar es complicado. Donde estábamos nosotros había 300 personas y había gente enferma, en silla de ruedas, comíamos comida vencida que la gente donaba a Cáritas. Vivíamos uno arriba del otro y había un bicho que se llama la chinche, ese bicho que cuando dormís te chupa la sangre. Había muchachos tan medicados, con clonazepam y drogas que te adormecen que no sentían como los bichos los comían. Yo veía que tenían el cuerpo machucado de tantas picazones, tampoco quería decir nada porque dicen que te echan. Y bueno, se me terminó el tiempo y volví a la calle, son tres o cuatro meses de contrato.
P. Mucho se habla de que llamas al 108 y tenés un techo para pasar la noche.
R. Ya estuve ahí y la convivencia es horrible porque te roban todo, te llenas de plagas porque duerme gente de todos lados. Prefiero estar en la esquina, qué querés que te diga. Para estar mal ahí, prefiero estar en la esquina. Aparte me canse de llamar estos días porque los espero y ni aparecen, no vienen. Me reciben el mensaje, el llamado, me toman los datos, pero nunca vienen a verme. Así de fácil te la digo: nos abandonan, viste. No pueden con tanta gente en la calle, somos muchísimos. El gobierno no nos da un peso y nos piden cualquier cantidad de cosas para recibir solamente 12.000 pesos sabiendo que con esa plata no podemos alquilar un puto día de hotel. Dos noches nos podemos pagar con esa plata. Y ellos piensan que con esa plata que nos dan nosotros tenemos que lamerles los pies, viste, y no es así, están muy equivocados en el gobierno. Nos dan una tarjeta alimenticia, obvio que me sirve, a mí me dan 10.000 que me los termine gastando hoy lo único que me quedaba. Ahora nos quieren sacar eso, no sé por qué, si a nosotros nos sirve.
P. La primera vez que charlamos me dijiste que necesitabas algo de compañía, muchas veces no es solo lo material, ¿no?
R. Y no, porque te vuelvo a repetir, esto es una soledad. Estás tirado ahí en la esquina, pasa la gente felices y contentos y te esquivan. Capaz que si viene un colectivo a 60km/h no les importa que los agarre el colectivo con tal de evitarme, y eso choca. Te sentís solo, triste. Y la compañía que tengo es juntarme con los muchachos, que incluye siempre alcohol y drogas, y eso no es compañía. Eso es un momento de alegría y después los problemas siguen y aún más problemas todavía. Siempre hay un problema nuevo.
P. ¿A quién haces responsable por todo esto?
R. Mucha culpa la tiene el gobierno y al mismo tiempo las adicciones para mí. Se complementa todo, todo te va llevando al abandono, a la soledad y a la tristeza. Uno se vuelve loco acá en la calle.
P. ¿Sentís que esto en parte es resultado de la falta de contención?
R. Sí, seguro que sí. Hoy ya estoy grande, tengo 49 años, pero siento la soledad, siento la necesidad de tener a alguien al lado. Creo que me afectó mucho eso, la falta de contención de mi madre, verla sufrir con el alcohol, era alcohólica ella. Fueron muchas cosas que me pasaron de chico que me llevaron a desesperarme y ahogarme. Ahora cada vez que me acuesto le pido a Dios que me dé un día más de vida porque me da miedo morirme acostado. Muchos dicen que el corazón no duele, pero a mí sí. Siento ese dolor y ese desprecio que tuve toda mi vida.
P. ¿A qué podés aspirar?
R. Tengo aspiraciones como trabajar, pero la gente me desprecia. Voy a buscar un trabajo y ya me miran la postura en la que estoy, mi apariencia no es buena. Mirá cómo estoy: estoy mal alimentado, mi cuerpo no está bien descansado, vivo una rutina diaria que me está matando. Me mata de a poco, porque me está matando por dentro. Mucha tristeza y bronca por lo que estoy viviendo.
Increíble nota de una realidad que cuesta digerir.
ResponderEliminarFelicitaciones, gran nota.
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