La ley de la selva: ¿Qué gane el más fuerte?

No voy a hablar de la vida de Diego Maradona, porque no compete a esta nota ni soy quien para juzgar a nadie. Sin embargo, pienso que el velatorio del 25 de noviembre del exfutbolista puede quitar el velo de problemas latentes en el sistema político-social del país. 

Acotándome a los hechos, vimos una multitudinaria caravana de personas, de todo estrato social, acercándose a la tan conocida Casa Rosada, sede de trabajo del Poder Ejecutivo, donde se encuentra el denominado “sillón de Rivadavia”. De esta manera, todo parecía armónico y sereno, hasta que, por diversas circunstancias, todo colapsó. Las filas ya no se respetaban, hubo tanto conflictos entre hinchas como con la policía. No obstante, quizás de lo más grave, fue la imprevista entrada de muchos ciudadanos a la sede, con el fin de llegar a contemplar la caja fúnebre. “Marado! Marado!”, así eran los cánticos en la corrida hacia el umbral rosado. Las fuerzas de seguridad, no sólo estaban sorprendidas, sino también, estaban solas, sin apoyo. Así, imágenes como un colectivo de hinchas, con toda tranquilidad, cantando en el Patio de las Palmeras podía verse, o, el busto del expresidente Yrigoyen en el piso con algunos daños, estos ejemplos entre tantos otros que pudieron observarse. 

Teniendo esto en cuenta, percibimos un gran incidente: personas sin autorización entrar a la sede del Poder Ejecutivo a la fuerza. Esto es, además de una incapacidad organizativa, un nivel de anarquía sumamente grave debido a que es el presidente de la Nación Argentina (independientemente del color político) quien se encuentra allí, el representante de todos ante el mundo, el argentino mas importante durante 4 años. La posibilidad de romper las cadenas de la autoridad deja en vilo a un país. Si pueden entrar a la Casa de Gobierno, ¿No será más sencillo que entren a mi casa? ¿Unos segundos más podrían haber hecho que tomen toda la sede? La ley queda sin respaldo, en un “se mira y no se toca”. 

Algo aún más triste de esta situación es que no fue la primera vez. En diciembre del 2017, durante la discusión de una reforma previsional en el Congreso de la Nación, hubo múltiples incidentes. Ejemplos de ello fueron combates con piedras (sacadas de la Plaza de Mayo) entre la policía y militantes, asimismo, agarrones, “puteadas” y tironeos entre legisladores. Con esto quiero vislumbrar que estos sucesos son repetitivos en los últimos años. 

Cada vez más la violencia y la ilegalidad son vías para hacer una ley propia, la “ley de la selva” donde ya no importa lo que dice la autoridad sino lo que yo pienso. Para hacer una aclaración, no me refiero a que el pueblo no pueda resistirse o desobedecer, sino que son algunas minorías las que lo hacen, y esto genera una mala imagen hacia los demás. Estas noticias no representan a la gran mayoría de los argentinos, que queremos un país que salga a flote dentro de tantos problemas. Muchas de estas cuestiones pueden causarse por falta de gobernabilidad, ignorancia, indecisión de la Justicia y los mandatarios públicos, pero también podemos ver otras.

Por ello, la cuestión de la autoridad es algo que sucede y sucedió durante administraciones de diversos colores políticos, entonces, es algo aún más profundo, algo a mejorar. Debemos cuidar más nuestras formas y no ir al choque, sin embargo, ustedes, políticos, tienen que mostrarnos un camino claro y común, aunque, por sobre todo, ser ejemplo de una sociedad que necesita, auto reconocer su estado de situación y, desde el propio reconocimiento, mirar hacia un norte.

 Escrito por Valentín Olavarría


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