Luego del
asalto al Capitolio el 6 de enero por extremistas seguidores del actual presidente
de los Estados Unidos, Twitter, entre otras redes sociales, decidieron censurar
los mensajes como también la cuenta del primer mandatario de EEUU.
Esta iniciativa
de las plataformas, aunque en un principio fue tomado como una decisión correcta,
con el paso del tiempo llevó a la reflexión a múltiples analistas,
investigadores y pensadores ya que podría ir en contra del principio de
libertad de expresión. Una de las voces que se hicieron oír fue la canciller
alemana, Angela Merkel, la cual nombró como “problemática” la disposición de Twitter.
Actualmente, la cuenta de Donald Trump está suspendida por tiempo “indefinido”.
Con esto en
cuenta, podemos plantearnos cuáles podrían ser las consecuencias de este hecho
y que sucederá en un futuro con estas plataformas virtuales.
Como explicamos
anteriormente, fue Twitter la que inició con los castigos al presidente después
de haber publicado un polémico video en su perfil. No obstante, no fue solo este
medio social sino también Facebook e Instagram las que se sumaron a la
decisión. Aunque para muchos la medida no fue una sorpresa, lo que nos pone a
pensar es el anuncio de aquella orden: fue Mark Zuckerberg quien explicó la suspensión
y la eliminación de las publicaciones. “Eliminamos estas declaraciones ayer
porque juzgamos que su efecto (y probablemente su intención) sería provocar más
violencia", afirmó el CEO. Teniendo esto en cuenta podemos hacernos algunas
preguntas, ¿Es el equipo de Facebook quien debe “juzgar” las consecuencias de
las publicaciones del presidente de los EEUU? ¿Por qué se investiga
detalladamente un caso particular de un perfil? Parece ser que para las redes
sociales somos todos “iguales ante la ley” por lo que el propio CEO puede
decidir acerca de la existencia o no de un perfil público, sin embargo, existen
múltiples casos en los que la misma plataforma, mediante su sistema de
algoritmos, fue la que termina decidiendo si hay que censurar un perfil o no.
Entonces, percibimos que la decisión fue sumamente subjetiva.
Además de
esto, los Estados Unidos vienen de unas elecciones (principios de noviembre) donde
el presidente fue derrotado, obteniendo el 46% de los votos totales. Con esto, hay
que hacer notar que uno de los medios más importantes y de mayor llegada para el
republicano eran las plataformas y redes sociales donde hacia polémicas y
determinantes declaraciones fomentando su llegada al poder, pero, a su vez,
acerca de medidas de alcance público que hizo durante su administración. Así,
podemos manifestar que se dejó a muchos ciudadanos estadounidenses sin la
capacidad de ejercer ese derecho (tan sencillo, mediante twitter) de acceder a la
información pública (aunque la pueden hacer por otros medios, obviamente). Sin olvidar
que 74 millones de personas votaron a Trump para que renueve su mandato.
De esta
forma, las redes sociales dejaron de ser meros intermediarios de la información
y formaron parte activa de hechos nunca antes vistos (y seguramente poco apoyados)
en la democracia estadounidense. No podríamos sorprenderemos si, ahora, las plataformas
comienzan a tomar un color político determinado. De alguna manera, tanto
Twitter, Facebook e Instagram, perdieron su valor de ser (y también su valor en
la bolsa de comercio, con una gran caída) ya que pasaron de ser medios para unir
a dos personas, dos opiniones, dos declaraciones, a presentar un fallo
determinado con argumentos propios, el famoso “justicia por mano propia”.
Para terminar
de completar planteamos dos opiniones propias acerca de lo que vemos en un
corto y largo plazo, de continuar de esta manera.
En el corto
plazo, observamos que la corrección política seguirá guiando las mentes de las
personas. En otros términos: hacer, decir, pensar y sentir lo normal, lo
correcto, lo que todos esperan. De esta manera, nos encerramos en un pequeño
mundo donde no podemos pensar libremente y nadie puede pensar “out of the box”,
todo debe ser filtrado y mediado por la opinión pública, por la sociedad. Esto
nos esconde grandes peligros como por ejemplo la falta de libertad de
investigación, la intención de “quitarle el velo” a algunas verdades que
creemos irrefutables, avanzar en la pluralidad, etc. Entre algunos peligros,
podemos encontrar verdades actuales como la presentación de la posverdad, ese
relato dibujado por dirigentes y poderosos que la sociedad cree, manteniéndola como
la única verdad y perspectiva sobre algún hecho. Y, algo aun peor, la actitud
de la cancelación. Esta hace referencia a que toda persona, institución o empresa
que no sigue los parámetros fijos que establece la “normalidad” o que va en
contra de pensamientos subjetivos comunes a una parte de la sociedad, debe ser
aniquilado, borrado o rechazado. Podemos adaptar la famosa frase del Papa
Francisco sobre la modernidad actual: “la sociedad del descarte” donde lo que
no sirve es llevado al basurero.
Muchos filósofos
actuales nos hacen advertir estas circunstancias como puede ser Harari o mismo
Byung-Chul Han con su famosa teoría de la sociedad del cansancio y la auto
explotación donde este hecho vivido en los últimos días nos refleja que ya no
solo nos auto vigilamos a nosotros mismos y a nuestros amigos, familiares,
compañeros, conciudadanos sino también que, como dice el libro de 1984 de
Orwell, hay un Big Brother (Gran Hermano) que constantemente controla lo que
hacemos, pensamos y sentimos, y, en caso de no seguir las pautas generales de
comportamiento, llevaremos un castigo social casi peor que la propia muerte
biológica. En este caso, el Big Brother son los propios CEO de las plataformas
más utilizadas que, como ya vimos, pueden decidir lo que vemos, oímos y escuchamos
en un solo click.
Por otro
lado, en el largo plazo podemos plantear que la libertad de expresión va a ser
cada vez más limitada, decidido inconscientemente por nosotros mismos y,
conscientemente, por las grandes empresas. Esto hace crecer aún más las teorías
conspirativas en las que se pensaba que las grandes corporaciones son las que
lideran las decisiones del mundo actualmente. Las preguntas que nos podemos
hacer son varias: ¿Podremos ser “nosotros mismos” en el futuro? ¿Habrá lugar
para las decisiones y pensamientos nuevos o que no encajen en la corrección política?
¿Serán nuestros políticos cada vez menos arriesgados? ¿Vamos a poder decidir
sobre lo que queremos pensar?
En esta nota
podemos ver que una simple (y compleja) acción de una plataforma virtual puede poner
en evidencia las grandes intenciones del destino. Ahora, la pregunta que seguramente
ronde por sus cabezas es la siguiente, ¿Seremos capaces nosotros, los ciudadanos
e individuos de sobreponernos a la homogenización? Como diría Netflix, hay que
esperar a ver los próximos capítulos…
Escrito por Valentín Olavarría
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