El 10 de diciembre del 2019, en su asunción, el presidente Alberto Fernández nos convocó a los argentinos a salir a las calles si alguna vez sentíamos que se desviaba en el compromiso que asumió. Desde entonces, los argentinos estamos cumpliendo con ese pedido. Sin embargo, el presidente sigue haciendo oído sordo frente a los reclamos del pueblo.
Ayer ciudadanos auto convocados y sin banderas políticas reclamaron por su libertad, su bienestar económico, por la salud mental y por la educación de sus hijos. No podemos seguir repitiendo los mismos modelos que ya fracasaron hace un año.
La desigualdad que la educación a distancia expone es terrible, y cerrar las escuelas no hace más que agravar el asunto.
Las restricciones horarias afectan a miles de argentinos que tienen que llevar el pan a la mesa.
El nivel de desconexión con la realidad que tienen los políticos en Argentina es absurdo. La gente está fundida, mental y económicamente. Los argentinos estamos hartos.
La palabra de nuestro presidente se devalúa más rápido que el peso. Este fenómeno no afecta solamente a los ciudadanos, también el ministro de Educación Nicolás Trotta y la ministro de Salud Carla Vizzotti sufrieron, ayer, las consecuencias de la depreciación de la palabra del presidente. Alberto juega con la vida de los argentinos como un nene juega con sus autitos. Vivimos en un completo estado de improvisación política, donde ni siquiera el propio gabinete de Fernández conoce el rumbo que se va a tomar. Falta coherencia, falta una referencia y falta consenso.
El jefe de gobierno porteño dijo hoy que “el aula más peligrosa de todas, es el aula que está cerrada”. Según Cáritas Argentina, el 84,1% de las familias tienen serias dificultades con la conectividad y, por lo tanto, sólo el 15% de la población en edad escolar recibió en forma estable clases virtuales.
Simón Bolívar dijo allá por el 1819 que “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. El pueblo argentino no puede seguir permitiendo que los chicos no estén en las aulas, que las familias no puedan llevar pan a su mesa, que la salud mental de la gente se descuide, ni que el gobierno siga pregonando la ignorancia camuflada de obediencia civil y democrática.
Inventaron una falsa dicotomía entre la salud y la economía y nos dejaron sin libertad, sin educación, sin economía, y sin salud.
Escrito por Josefina Köhler
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