En 1942 Disney presentaba al Goofy Gaucho; personaje quizás un poco impreciso en reflejar la liturgia gauchesca pero que no carecía de mates, chacareras y claro, un buen asado argentino con todos los cortes posibles. “No existe carne más sabrosa que esta” decía el narrador de la tira. Durante décadas, la animación que en un principio pretendía ganar la adhesión de los países sudamericanos a la causa bélica más grande del siglo XX, recorrió el mundo extendiendo la bien ganada fama de nuestra producción ganadera. Más allá de los elogios intencionados de Disney, claro está el valor de esta, sino sería imposible comprender como se mantuvo esta “marca-país” por tanto tiempo en una sociedad donde prima el corto plazo y los cambios abruptos de políticas. Hoy, una vez más, este privilegio que tenemos se ve en peligro.
Con las recientes restricciones a la exportación de carne,
el mundo otra vez se cuestiona si comprar las reses de un país tan
impredecible. No voy a ahondar en los efectos negativos, a esta altura de sobra
conocidos, que las medidas traen para el mercado interno y nuestra sociedad. La
historia ya nos ha demostrado la ineficacia de estas políticas y que, en estos
tiempos, lo que exportamos poca relación tiene con las problemáticas del
mercado interno. No lo digo yo, un simple joven escribiendo una nota de
opinión, sino que me respalda un tal Alberto Fernández, hoy ocupando una casa
en la calle Balcarce al 50. Allá por el 2019 decía que Argentina tenía un solo
camino para conseguir los históricamente tan deseados dólares: exportar.
“Mejorar el consumo y mejorar la exportación no son conceptos antagónicos. No
es una cosa o la otra, son ambas cosas que hay que hacer” agregaba.
“Son solo 30 días” dicen algunos, que seguro no trabajan ni
tienen familiares implicados en el rubro, cuyo puesto se puede ver en peligro.
El problema, visto desde el comprador extranjero, es que se cierne la sombra de
un pasado plagado de obstáculos y barreras para comprar la carne argentina, que
no da una previsibilidad a futuro. Por más que sea la carne más sabrosa del
mundo, si alrededor de ella vive el fantasma del desabastecimiento y los
laberintos burocráticos, este va a optar por otras opciones más seguras,
pudiendo tener sólo treinta días (“sólo x días”; frase con tan poco valor a
esta altura como la también conocida “no vamos a devaluar”) un efecto
devastador para los próximos años. Recordemos que se trata de una industria que
“arrea” aproximadamente 3 mil millones de dólares por año para las arcas
nacionales.
Venecia, Londres, París, son algunos de los tantos lugares
desde donde esta semana, argentinos y locales compradores de carne nacional
expresaban su descontento con las medidas y como empezarían a comprar en otros
países. Paraguay, Uruguay y Brasil festejan como nunca. Uno de los argentinos
en el exterior decía: “¿Y si ahora se enamoran de la carne uruguaya?”. Esta
última no tiene nada que envidarle a la calidad de la que se exporta, o
exportaba hasta ahora, de este lado del charco. Tiene la calidad, pero puede
que no tenga la cantidad… ¿y entonces para qué esta Brasil? Sumando a Paraguay,
los tres vecinos son competidores a tener en cuenta (hablando sólo de la
región) en una carrera por el prestigio y la calidad entre la demanda internacional,
en la que parece que nos confiamos demasiado y quizás el pelotón no esté tan
lejos de nosotros.
Un caso interesante de estos últimos días es el del
Frigorífico Federal en Quilmes. Este preparaba un pedido millonario de carne
kosher para Israel. Hablamos de un tipo de carne que requiere de un
procesamiento especial, aprobación por parte del Rabinato y hasta de un equipo que
viene desde aquellas tierras del Cercano Oriente y se instalan en el país para
el trabajo. El dueño del establecimiento les comentó a los medios como, al
comunicarle la imprevista noticia a los compradores, estos le dijeron que
directamente busque proveedores en Uruguay para cumplir con la entrega. Como
dato curioso, hace casi un año, la Cancillería Argentina, daba a conocer un
comunicado en el que afirmaba asegurar y garantizar la exportación y mercado de
la carne kosher en medio de la pandemia. La incertidumbre y desconfianza por
las políticas argentinas no hace más que alejar compradores y por lo tanto
preciadas divisas que, en un mundo donde parece haber dólares por doquier,
paradójicamente a nosotros nos llegan a cuentagotas. La mismísima Federación
Rural uruguaya, integrada por quienes son los más beneficiados por las medidas
argentinas, emitió un comunicado estos días en solidaridad de sus pares
argentinos.
Nos encontramos frente a una política que erosiona una de nuestras mejores marca-país y todo el mundo parece darse cuenta, menos nosotros. En un mercado global donde la confianza es fundamental para cosechar beneficios, estamos optando por la volatilidad impredecible, durmiéndonos en laureles que sí, supimos conseguir, pero no estamos sabiendo mantener. Nuestro objetivo tiene que ser que el mundo, incluido el simpático amigo Goofy Gaucho, siga viendo nuestra carne como la mejor y difunda ese mensaje en todo momento y lugar, pero acompañado también de previsibilidad y confianza; porque hoy en día esto también hace a la mejor carne y no sólo su sabroso gusto, algo que dejo determinar a paladares más experimentados y objetivos que el mío.
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