Dos o más veces con la misma piedra

Cuando uno observa al mundo y a la humanidad, la tendencia es al progreso, sobre todo en los últimos años. Lo pienso en muchísimos ámbitos, porque ese progreso es sumamente abarcativo. En pobreza, violencia, racismo, trabajo, calidad de vida, etc. También, si se revisa la historia, la calidad de vida que tenemos hoy no fue gratis. A lo largo del tiempo hubo guerras, hambrunas, catástrofes naturales, infecciones, enfermedades y muchas desgracias más que colaboraron con procesos de crecimiento. Cuando pienso en el progreso, también recuerdo que este estuvo plagado de errores y que para progresar se aprendió de todos estos. Y uno como ser humano y la sociedad en sí va progresando con las equivocaciones que comete. También, quiero decir que hay errores que ya no se admiten y está bien que así sea. Esto me hizo pensar en la frase “el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra”. Los que progresaron seguro se dieron la cabeza contra la pared dos o más veces, para luego aprender. El problema nace cuando nos empecinamos en buscar las mismas soluciones que nos siguen trayendo los mismos problemas.

  Si hablamos de Argentina, somos expertos en tropezarnos muchísimas más que dos veces con la misma piedra. No solo sorprende la cantidad de errores que tenemos, sino también la cantidad de veces que reiteramos en estos. Errores que la mayoría del mundo ya superó hace tiempo, con la excepción de un pequeño grupo de países. Seguimos optando por lo mismo que ya falló una y otra vez. Los gobernantes reiteran infinitas veces en recetas con resultados ya conocidos y los ciudadanos seguimos votando a los mismos mandatarios para que nos saquen del lugar en donde ellos mismos nos metieron. Es tal el enredo que hay y la repetición de acciones que conducen al mismo lugar donde estábamos, que resulta agobiante pensarlo y discutirlo. Ya no dan ganas de quejarse, de debatir o de pelear por algo diferente porque siempre se cae en lo mismo. A la quinceava vez que te tropezás con la misma piedra ya te resulta indiferente, es una más.

En Argentina seguimos discutiendo si la emisión genera inflación, seguimos castigando al trabajador con impuestos impagables y regulaciones insólitas, aumentamos más los planes sociales, mantenemos y agrandamos un tamaño del Estado insostenible, alimentamos cada vez más la grieta, insistimos con el cepo al dólar, continuamos con las abultadas retenciones al campo, persistimos con la idea de los controles de precios, gastamos mas de lo que recaudamos y volvemos a endeudarnos. En simultáneo, tenemos una moneda que se devalúa todos los días, un tercio de la economía está en negro y cada vez más gente se va a trabajar a otro país, los argentinos están cada vez más divididos, cada día somos más pobres, somos de los países menos rentables para invertir y cada vez la crisis es más profunda. Y mientras todo esto ocurre, los argentinos ponemos la boleta con la cara de los máximos responsables de la decadencia del país en un sobre y festejamos la democracia. 

Es por eso que no sorprende para nada que optemos de nuevo por el encierro para resolver el problema del Covid-19. Los 155 días de cuarentena (la más larga del mundo) no alcanzaron, y vuelven los fantasmas de marzo del 2020. Más de uno habrá tenido un deja vu a aquella época donde las dos semanas iniciales se transformaron en meses. Periíodo en el cual la Argentina sumo aproximadamente 5 puntos de pobreza y se perdieron miles de empleos que no se van a recuperar. Dejamos de lado la educación por un año como si eso no afectara a nadie. Obedecimos sin cuestionar todas las medidas gubernamentales, por lo menos al principio. Avalamos y respetamos normas insólitas, la capacidad de adaptación del ser humano en su máximo esplendor. Nos acostumbramos a que nos digan cuándo podíamos salir de nuestra casa y cuando no. Ellos decidieron quienes son trabajadores “esenciales”, por más que ganar plata sea esencial para todos. Ellos cobraron la totalidad de su sueldo mientras decidieron quién estaba habilitado a trabajar y quién no. Aceptamos pedirles permiso cada vez que teníamos que salir y hasta para irse de vacaciones había que ser autorizado. Nos prohibieron vernos mientras ellos organizaban eventos masivos y se juntaban a comer. Nos quitaron la libertad y la transformaron en miedo. Reprimieron al que salía a trabajar y permitieron que se liberen delincuentes. Desatendieron muchísimas urgencias para atender solo una. 

Esta vez, la piedra con la que nos tropezamos los ciudadanos fue la de la displicencia. Los dejamos entrar, mientras ellos probaron hasta donde podían llegar. No bastan las manifestaciones en las calles si después la actitud es de obediencia y sumisión absoluta. El gobierno seguramente elija el mismo camino y cometa el mismo error, por el motivo que fuere. La pregunta es hasta donde llegan esta vez y si los ciudadanos volveremos a permitir que nos pasen por encima. Y digo que nos pasan por arriba porque ellos fueron los primeros en incumplir la reglas que pusieron.

Creo que estamos ante una gran oportunidad para cambiar la tendencia del país a repetir errores, empezando por impedir que ellos impidan. Que la educación y el trabajo vuelvan a ser garantía para todos. Quizás sea el primer paso para exigir los cambios estructurales y terminar con la insistencia en recetas ya fracasadas.



Escrito por Juan Urien


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