El riesgo de caer en fanatismos; la salida es la juventud

Para los valores que representa la democracia, que dentro de un mismo sistema político puedan convivir diferentes pensamientos representados por partidos contrarios es altamente positivo y contribuye a su desenvolvimiento. Ahora, cuando estos partidos se vuelven extremistas en sus motores ideológicos se termina complicando la posibilidad de llegar a acuerdos pese a la eventual convivencia. Sin dudas que, al referirnos de un ámbito de constante choque, y más considerando la realidad en la cual nosotros nos encontramos, es complejo poder vislumbrar un escenario que no enfrente “bandos”. Pero, en definitiva, esta situación de ininterrumpido antagonismo genera inestabilidad en cuanto a la creación de consensos y decisiones comunes para poder lograr un camino nacional unificado. Cabe aclarar que no solo es una reflexión que se puede encuadrar bajo la mirada de la Argentina sino que, es un problema que afecta a la región latinoamericana en casi su totalidad y es posible que se traslade a varias esferas del mundo. 

¿Qué encuentro como principal obstáculo a esto? La posibilidad de que todos los ciudadanos nos sintamos de acuerdo y podamos confiar en la casta política más allá del partido que ocupe el cargo oficial. Podría identificar como el mayor error que nuestro país ha incurrido desde la restauración de la democracia y la obra del presidente Alfonsín, donde la dificultad de anteponer un proyecto nacional que aglutine a todos y satisfaga inquietudes más allá del signo político, no ha podido ser resuelta. Si bien, en lo que fue la presidencia de Mauricio Macri un proyecto nacional intentó volver la hoja de ruta del Ejecutivo, este tuvo la dificultad para incluir, en los roles de su gestión, a diversos sectores ajenos a su gobierno que luego le costó la posibilidad de ser reelecto. A diferencia de este caso, los últimos representantes del Partido Justicialista (PJ) se han mostrado más distantes a la conformación de un gobierno “plural”. 

Puntualmente refiriéndome a “fanatismos” identifico a las formas por las cuales muchos militantes o miembros de espacios pierden la capacidad analítica de ubicar sus esfuerzos, más allá de la satisfacción personal instantánea. Además, se apegan a cualquier dogma o símbolo que los identifique como únicos ante el otro, el cual terminan calificando como antagonista. Estas apreciaciones se pueden notar claramente en las expresiones populares que tantas veces han golpeado nuestro continente.

Para ser más específico y ejemplificar estos casos, es posible encontrar sectores ultramente radicalizados en la actualidad que caen bajo estas condiciones. Gobiernos también, en específico, Venezuela con los militantes chavistas que poseen el “carnet de la patria”, siendo este un acceso a beneficios únicos a diferencia de quienes sostienen su ética ante los abusos y las catástrofes que causa la dictadura de Maduro. Sin ir más lejos, es que en nuestro país se encuentra el ala más dura del peronismo. Ellos, no están dispuestos a retroceder en sus postulados que tanto daño causan a la unión nacional como hacia el respeto institucional argentino o la polarización absoluta de la sociedad, en una búsqueda altamente reconocida de perpetuación en el poder.

Lo que podemos notar en ambos casos de ejemplificación, es que siendo estos quienes toman el curso de acción en el poder luego restringen al resto de los ciudadanos la posibilidad de vivir sin atender a las contingencias políticas. La carga ideológica es tan fuerte que muchas veces termina siendo el único sustento de estabilidad de sus gobiernos, los cuales carecen de inventiva para llevar adelante una gestión que tenga como interés el desarrollo íntegro y la promoción de oportunidades para el país. Lo mismo se puede identificar en el momento que deben correrse de la esfera principal para dejar que el otro lidere su momento. Al existir esta carga tan grande, siempre que los opositores han estado frente a su chance de llevar adelante la gestión, planes de desestabilización atentaron contra sus respectivos gobiernos.

Lo más preocupante, a mi consideración, es la confección de una especie de símbolo religioso por parte de los miembros afines. Hay una obnubilación tan grande que muchas veces se deja de lado el razonamiento llano. Se justifican cantidad de métodos y formas altamente abusivas frente a la dignidad de la persona humana, se normalizan falencias como la pobreza o la corrupción y se imprime una visión épica de guerra donde se está dispuesto a lo que sea con el fin de mantenerse en el poder. Las “grietas” no son fáciles de remover dentro de las estructuras estatales y la penetración de las mismas, desde los órganos de gobierno, atentan la posibilidad de erradicarlas. En las esferas menores, es decir, los cuerpos intermedios, termina ocurriendo lo mismo. Estas prácticas luego se reflejan en los tratos diarios.

Como jóvenes estamos empezando a normalizar el resignarnos frente a los abusos que nos parecen ya costumbre. Lo mismo pasa con las formas absolutistas de llevar adelante proyectos, quedando a la luz signos de métodos tan reprochables. Esto es un error fatal que no debería ni tiene que llegar a nuestra generación. Nosotros somos un motor de cambio que tiene que poder liderar y modificar formas que se nutren por liderazgos personalistas antes que por proyectos concretos. No es una solución el apartarse de la complejidad que se nos presenta, sino que debemos ser nosotros quienes nos antepongamos en ideas y valores, sobre todas las cosas.

Transformemos las formas de relacionarnos, busquemos consensos y aprendamos a vivir en concordancia con el otro. El respeto y la prudencia son valores fundamentales que no pueden ser olvidados.

Por Octavio Augusto Bence





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