Más palabras

  El lunes pasado, 14 de junio, volvió a hablar la vicepresidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner. Reapareció en un momento complicado para el gobierno, aunque salvando el inicio de la pandemia, todos los momentos parecieron ser complicados. La recuerdo hablándole a miles de personas, cercana al pueblo y aturdida por los aplausos de la gente. Por eso es que impacta verla hablar alrededor de solo algunos de los funcionarios de su gobierno, también aplaudiéndola, eso no cambia. La política aplaudiéndose entre sí, es una imagen triste pero reveladora. Cerca del pueblo ya no se escuchan aplausos, sino reclamos. Pero la distancia entre la política y el pueblo es cada vez más grande, quizás sea por eso.


  A diferencia de Alberto, que habla a los gritos y dejando escapar siempre alguna frase desafortunada, ella es clara. Tal vez, esa sea su especialidad: hablar. Más allá de su inmensa habilidad para convencer y persuadir, el discurso quedó viejo y contradictorio, porque sus ideas son contradictorias y la estrategia ya es obsoleta. Entre tantos conceptos rebuscados y laberintos lingüísticos, el principal pedido fue el de consensuar al menos en salud (vacunas). En ese mismo ámbito destruyó a la oposición, con su particular sutilidad. Se lamentó por los que habían muerto por no vacunarse, culpa de la desconfianza que habían generado los medios y la oposición con la Sputnik-V. Luego, soltó algunos elogios al plan de vacunación de la provincia y para su gobernador, el cual la miró con admiración durante todo el discurso. Muy bien le vendría a Axel, un poco del talento discursivo de la vicepresidenta. No son casualidad las flores para la provincia, sino que tienen que ver con la disputa política contra la ciudad gobernada por Larreta, principal candidato a ser opositor del Frente de Todos en 2023. En sus expresiones de deseo de no politizar la pandemia ni la salud, las politizó más que nunca, fiel al estilo y estrategia kirchnerista. Se vienen las elecciones legislativas y hay que empezar (o terminar) de buscar culpables de la desastrosa gestión del gobierno en todos los ámbitos. Los candidatos a ser culpables siempre son los medios y la oposición, obviamente. La gente que votó al presidente que ella eligió se está cansando de escucharlo. Y, pienso que, cuando ella habla, da seguridad y es lo mas necesita el gobierno en estos momentos, generar la confianza que perdió hace rato. Algo que el presidente no está en condiciones de hacer porque cada vez que habla mete la pata, y habla un montón.


  Pero a diferencia de otras gestiones, esta es muy difícil de tapar o esconder momentáneamente (por las elecciones) simplemente hablando, y el tiempo de actuar ya pasó. Como la realidad de la gente es durísima, todo se nota más. Por ejemplo, si vacunas primero a tus amigos se nota, porque la gente espera vacunarse hace rato. Y demás chanchullos propios del kirchnerismo tanto como sus inmoralidades políticas, salieron a la luz de muchos más. Por eso es que soy muy escéptico respecto del éxito de Cristina en su intento de maquillar una realidad tan cruda. Pero ha logrado manipular a la sociedad tantas veces, que nada sorprende.


  También habló de la libertad, y de aquello le habló a los jóvenes, tratando de explicar cuál es la verdadera. Según Cristina, la verdadera libertad no es la propia, sino la ajena. Es decir, preocuparse para que el otro sea libre. Dijo que la libertad no es contagiar al otro o elegir no vacunarse. Seguramente la libertad no es esa, aquellas son solo consecuencias de ser libres y de poder decidir. Decidir si circular, si ver gente o decidir vacunarse o no. Lo que sugiere Cristina es que todos deberíamos acatar las medidas impuestas desde el gobierno por los demás, porque eso es ser libre. La libertad de los argentinos está expresada en la constitución, pero no está garantizada por el gobierno. Ella amoldó su concepto de libertad para que cuadre dentro de las exigencias que tiene su gestión y, quizás con su discurso tramposo de la libertad, captar algún joven.


  Más allá de los conceptos tergiversados de la libertad, resulta muy arriesgado hablarles justamente a los jóvenes sobre este tema. Los mismos jóvenes que no tienen clases presenciales hace año y medio, que les imposibilitaron juntarse con amigos, que los criminalizaron por hacer fiestas, que los encerraron en sus casas, les prohibieron el deporte y encima son cada vez más los que se van porque perciben que acá no tienen futuro. Va a ser difícil convencerlos de que este año y medio de pandemia sí fueron libres, porque no lo fueron. Quizás la juventud no es el mejor sector de la sociedad para que el kirchnerismo apunte electoralmente.


  En fin, otro discurso más y, así como el cemento no se come, las palabras tampoco. En un gobierno donde todos los funcionarios hablan todo el tiempo obligados a dar la cara, Cristina tiene el privilegio de elegir los momentos para hacerlo.


Por Juan Urien




Comentarios