Los grandes textos modernos de la teoría de la creación del Estado ilustran como un concepto fundamental la seguridad. Aquel es el caso de Hobbes, que en “El Leviatán” describía un estado de naturaleza tal en el que había una lucha de todos contra todos donde el “hombre era el lobo del hombre”. En consecuencia, ésta como otras teorías contractualistas revelan que el Estado surgió para salvaguardar a la humanidad de sí misma, es decir, para otorgarle seguridad a cambio de distintos derechos (el más importante, la sujeción a la ley).
En la Argentina actual y pasada, esta temática siempre fue tomada por los medios periodísticos: desde pequeños robos hasta tiroteos. Seguramente, todos o la mayoría, fue víctima o conoce a alguien que ha sufrido un ataque de este estilo. La inseguridad es recurrente en nuestra vida social.
Qué impactante, ¿no? Estamos acostumbrados a que en cualquier momento podemos ser saqueados, robados, etc. Esto refleja una vida de incertidumbre total. Cada vez más observamos en los diarios los casos, hasta cientos por día: ¿Y si me toca a mí? Aquella podría ser una pregunta recurrente.
En la última semana el país entero estuvo golpeado por una serie de hechos delictivos que sobrepasan cualquier Estado de derecho. Les recuerdo sus nombres: Lucas Cancino, 17 años; Rodrigo Becker, 41, y Gonzalo Refi, 32. Quizás el caso que más nos llame la atención es el primero, un estudiante de Quilmes que fue atacado cerca de las 8.00 am yendo a la escuela.
¿Cómo podemos habituarnos a escuchar o vivir estos casos? ¿Estamos ya, dejando todo al azar? No escucho fuertemente, como debería ser, este tema en la campaña política de cara a noviembre. Sí, hay algunos candidatos que lo nombran ¿y sus propuestas? Al fin y al cabo, creo yo, que la inseguridad es algo en el que se puede fácilmente coincidir, sin caer en ideologías. Espero que no sorprenderme.
Por otro lado, la semana pasada leímos el tweet de Aníbal Fernández, el nuevo ministro de Seguridad nacional, quien reemplazó a Sabina Frederic que había dicho en su momento que en Argentina había inseguridad, pero que Suiza era aburrida. En intercambio con Nik, “la Morsa” (como le dicen algunos) hizo saber al caricaturista que conocía a qué colegio iban sus hijas. Tiempo después, el mismo Nik contó que estaban asustadas y que una de ellas no quería ir al colegio. Claramente, el encanto con la inseguridad no depende ni de estratos sociales, de poder político ni de educación.
No quiero olvidarme de la situación en Rosario, donde cada vez más efectivos federales escoltan a la policía del lugar para hacer frente a una provincia casi completamente cooptada por el narcotráfico. ¿Recién hoy nos dimos cuenta? Muchos afirman que Rosario es irrecuperable, y que la que sí puede ser salvada es la provincia de Buenos Aires, que se plantea como el próximo centro de la droga. ¿Dónde están las políticas a largo plazo para hacer frente a esta problemática? ¿Esperaremos a que suceda para luego actuar? Creo que esta última sí es una política de Estado en uso.
Por último, con el objetivo de salir de lo concreto, quisiera comentar lo que nos sucede día a día. Muchos dejan de mirar el teléfono celular para no ser robados y, cuando nos pasa decimos “Qué boludo, ¿cómo pude sacar el teléfono en la calle?” O, en el colectivo, donde ponemos la mochila adelante para distraernos un rato de la coyuntura delictiva habitual. Caminar por la calle a la noche con tranquilidad… ¿alguna vez sucedió?
Estos son algunos pocos ejemplos que puedo visualizar en la cotidianidad de un argentino. Qué mal acostumbrados estamos. Tenemos ministerio de Seguridad y también ministerios de Seguridad provinciales, sin embargo, la delincuencia sigue aumentando. No podemos volver normal vivir intranquilamente.
En conclusión, ¿qué pensarán los pactistas de Hobbes sobre la argentina actual? ¿Hubieran roto el pacto? Espero que esto no suceda. No obstante, ojalá poder interpelar a las máximas autoridades para que la seguridad sea el foco de la campaña y la gestión, en todos los distritos. Esto es debido a que, los salarios nos dan de comer, pero la seguridad nos mantiene con vida.
Muy bueno y de total realidad
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