“Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”- Confucio
Podría haber elegido frases
similares de diferentes pensadores y líderes de las más distintas culturas,
movimientos y sociedades. Se trata de una constante, y a eso apunto, las
constantes. Cuando pensamos en el porvenir de nuestras sociedades, nos vemos
abrumados por un sinfín de teorías predictivas, razonamientos y modelos que
tratan de descifrar cuáles serán las variables que afectarán nuestro futuro.
Nos incomoda la incertidumbre que los cambios de hoy en día traerán, si las
variables aumentarán o disminuirán, cuáles serán las nuevas oportunidades y
cuáles las obsoletas. Infinidad de ensayos, notas e investigaciones buscan
responder cómo se verá nuestro futuro. Pero poco se habla de las contantes;
contantes que servirían de base para dar el siguiente paso y poder elaborar más
precisiones en cuanto al mañana. ¿Hay alguna constante que atraviesa a todas
las sociedades en tiempo y espacio a través de la historia? Para los
denominados Elitistas parece ser que sí.
Por más que la sociedad crezca en
cuanto a nodos y variables, esta siempre seguirá un ordenamiento básico para el
enfoque Elitista. Para el neomaquiavelista Gaetano Mosca, quién también vivió
en tiempos cambiantes, destaca la existencia universal y atemporal de dos
clases en las sociedades: la de una pequeña minoría gobernante y la de una
mayoría gobernada. El concepto de la primera se puede ver, si se quiere, en un
sentido amplio, como una elite social que no solo abarca a la clase meramente
gobernante, sino también a un estrato social de diferentes ámbitos que ejerce
su influencia en la sociedad entera. Este modelo es siempre sostenido por una
“fórmula política” que busca fundamentar, en términos abstractos, el por qué
unos pocos conforman esta élite. La justificación puede variar desde la
designación de los astros, el mandato divino o la voluntad popular, pero en
todo momento una fórmula mediará en el proceso.
La revolución bolchevique y la
cubana prometieron devolver el poder al pueblo. Ya conocemos los resultados.
Para Vilfredo Pareto, las revoluciones no son más que una dramática y acelerada
sustitución de las elites, cuya renovación, igualmente, se da todo el tiempo.
Este parisino, distingue básicamente dos tendencias sociales en todas las
personas que se combinan de diferente forma en cada individuo; siendo la
primera, el ser proclive a la adaptación frente a las novedades, identificar
sus elementos, poseer un desapego a las estructuras prestablecidas y la negación
al uso de la fuerza. El otro tipo o “residuo”, como Pareto los llama, se
caracteriza por la disposición a emplear la fuerza, un apego al status quo y la
ligazón a ciertas instituciones o costumbres. Las diferentes circunstancias que
rodean a las sociedades favorecerán una composición distinta de las elites,
pero nunca se llegará a un punto ideal y estático ya que los condicionantes o
variables externas siempre serán el motor de la decadencia de ciertos residuos
en una elite y la llegada de otros desde las masas.
Lejos de una visión monista y
conflictiva como la marxista, entendemos que las elites no pretenden oprimir a
las masas en todos los casos. El concepto de elite gira en torno a un grupo que
no vale más que la masa, sino que sólo cumplen un rol y funciones distintas,
cómo afirma Bidart Campos. Es cierto que las elites muchas veces no actúan cómo
deberían, pero esto no quita que siempre existirá un grupo determinado que
regirá el poder en las sociedades y tratará de velar por el bien del resto y el
mantenimiento de la organización, ya que las masas por sí solas no podrían
hacerlo o no están interesadas en ello.
Ya aclaramos que las elites
mutan, ¿pero cómo?. Aquí las visiones difieren, pero hay cierto consenso en que
novedades, como los cambios tecnológicos, pueden impulsar un recambio o
apertura desde dentro de ellas. Para Bidart Campos hay todo un espectro desde
los poderes más cerrados a los más abiertos en que los filtros de acceso a
estos grupos varían desde el más impermeable hasta el más poroso. Sin embargo,
salvo en momentos de revoluciones violentas, la elite sigue actuando como
seleccionador entre los demás cuerpos sociales, o sector de reclutamiento.
¿Y qué hay de las democracias?
¿Acaso no reina la soberanía popular? Aquí es cuando Dye nos habla de la ironía
de la democracia: si el gobierno del pueblo quiere sobrevivir, su supervivencia
debe descansar en los hombros de las elites. Estos grupos concuerdan en las
reglas básicas de juego y la importancia de la preservación de un sistema en particular.
Volviendo a Mosca, “una minoría organizada siempre prevalece sobre una mayoría
desorganizada”. Los invito a investigar la organización de sociedades tan
distantes, en todo sentido, como la República de Venecia, el Imperio Inca o la
dinastía Qing.
Los cambios en el futuro podrán ser muchos, pero hay
cuestiones esenciales a la naturaleza humana que coexistirán con ellos para
siempre; un núcleo que podrá mostrar distintas aristas pero que mantiene un
carácter particular. Desde la perspectiva Elitista, es inevitable la existencia
de las elites. En la ciencia política se habla de la Ley de Hierro de la
Oligarquía de Michels, que básicamente, postula que en cualquier organización
(ya en un sentido más amplio) se conformará una oligarquía. Se concuerde o no
con esta mirada, el objetivo es empezar a estudiar y sembrar la semilla de la
duda con respecto a los aspectos permanentes que nos rodean. Sé lo atractivo
que suena dar certezas sobre las variables futuras, pero lamentablemente estoy
lejos de tener ese poder. Sin embargo, ¿qué mejor que dilucidar aquellas
constantes que siempre tuvimos bajo nuestras narices, pero nunca vemos como
tales? Y aún mejor cuando se trata de saber dónde está, nada más ni nada menos,
que el poder.
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