Reflexiones sobre la Política Exterior Argentina

     Siguiendo a la RAE (Real Academia Española: Diccionario panhispánico del español jurídico), la política exterior es el “conjunto de decisiones y acciones de un Gobierno en sus relaciones con otros actores de la escena internacional, con objeto de definir, promover, desarrollar y defender los valores e intereses del Estado en el exterior”. Tal como lo indica la definición, es fundamental para la persecución de los objetivos nacionales de un país en el ámbito internacional. El alcance de este tipo de políticas es de tal relevancia que su ejercicio influirá en distintas situaciones, tanto internas como externas.

    A la hora de estudiar el caso de Argentina, observamos que la estabilidad institucional que existe en el país desde 1983 no se tradujo en una política exterior con continuidad. Por el contrario, se contempla inconstancia en su ejercicio, que podría ser visto como una consecuencia de los diversos problemas internos que el país atravesó a lo largo de estos años, como las recurrentes crisis político-económicas. 

    Son notables ciertos ejes que se mantuvieron a lo largo de los años, como el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas, la utilización de la energía atómica con fines pacíficos y la condena al terrorismo internacional. 

    Sin embargo, otras temáticas de importancia no han gozado de esa estabilidad y han sufrido transformaciones vinculadas a la ideología de los gobiernos que fueron alternándose.

    Uno de los ejemplos a mencionar podría ser la relación con los Estados Unidos: la mayor parte del tiempo, Argentina sostuvo relaciones conflictivas con dicha potencia, aunque durante la presidencia de Carlos S. Menem se buscó la mejoría de las relaciones bilaterales con este país, abandonando las políticas agresivas. 

    La posición de Argentina también fue cambiando, a partir de los distintos mandatos, respecto a la preferencia por los diversos foros u organismos, a su manera de actuar ante los organismos internacionales de crédito, y a la cuestión de los derechos humanos en determinados países, entre otros temas.

    A pesar de que gran parte de los gobiernos que se alternaron en el poder apuntaron al nacionalismo y a una política exterior autónoma, sigue siendo difícil encontrar líneas de acción con continuidad a lo largo del tiempo. La Argentina, país que hoy se enfrenta a problemas como la inflación, la corrupción, o la inseguridad, ejerce su política exterior esporádicamente, con discontinuidades en temáticas trascendentales, y todavía debatiendo sobre cómo debe ser su inserción en el escenario internacional.

    Esta inestabilidad respecto a los asuntos externos es propia de la misma Argentina que, a pesar de su crisis interna, es el octavo país del mundo en superficie, tiene una buena disposición de recursos naturales concentrados en el campo, la minería, la energía y el turismo, posee una geografía muy diversa, con llanuras, serranías y montañas, una vegetación variada, y también diversidad respecto a lo cultural.

   Como sostuvo Malamud (2019), es cierto que difícilmente la Argentina, y la región en general, experimente en los próximos años una ventana de oportunidades que permita ganar peso en el escenario internacional. Sin embargo, la política exterior debería de ser considerada una de las herramientas más importantes para impulsar el desarrollo del país, para ayudar a potenciar sectores productivos que todavía no han sido explotados del todo, y para lograr que la Argentina tenga una posición más relevante en el mundo. Para esto, nuestro país debe enfocarse en promover una política exterior continua que apunte a generar prosperidad en el país, lo cual, evidentemente, no ha ocurrido a lo largo de décadas.

Por Juliana Inda



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