El consumo de drogas está en ascenso permanente en el mundo, y la Argentina no es la excepción, encabezando ese aumento en la región. El último informe de drogas de Naciones Unidas (ONU) revela cuatro datos importantes:
1. La cantidad de consumidores del mundo en la última década creció un 26 %.
2. Los niveles de consumo entre jóvenes son más altos que los de las generaciones anteriores.
3. Sigue subiendo la venta a través de Internet y redes sociales.
4. Argentina es el país donde más creció el consumo de cocaína en los últimos diez años.
La Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) dice que la Argentina lidera el consumo de cocaína en Sudamérica en porcentaje de población, con un 2,6 % del universo de entre 15 y 64 años. Detrás se ubican Chile (2,4 %), Uruguay (1,4 %), Colombia (0,8 %), Brasil (0,7 %), Venezuela (0,6 %), Perú (0,5 %), Paraguay (0,3 %) y Ecuador (0,3 %).
Aunque Argentina es el país con mayor aumento de consumo de cocaína, Uruguay lidera el ranking per cápita. De todos modos, Argentina se ubica en la segunda posición, seguida por Chile.
El informe de la ONU dice también que son unas 284 millones las personas de entre 15 y 64 años que consumieron algún tipo de droga en 2020 (1 de cada 18). También vale la pena considerar que, en 2019, se registraron casi 500.000 muertes relacionadas con las drogas, lo cual representa un aumento del 17,5 % en una década, con los opioides como la más letal, con el 77 % del total.
La última encuesta oficial a nivel nacional, realizada en el 2017, es de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR), y dice que la marihuana es la droga ilícita que más se consume en el país, al igual que sucede en el mundo (209 millones de usuarios, un 23 % más que en 2010). «Entre 2010 y 2017, el consumo creció en todos los grupos de edad, tanto en varones como en mujeres. Sin embargo, son los varones y los jóvenes comprendidos entre los 18 y los 24 años los que presentan las mayores tasas», dice el informe.
Sobre la cocaína en el país, dice la SEDRONAR que «el 5,3 % de la población de entre 12 y 65 años la consumió alguna vez en su vida, lo que implica un incremento del 100 % con respecto al estudio del 2010». Entre adolescentes, en comparación con el año 2010, el consumo alguna vez en la vida se triplicó.
Ese trabajo nacional detalla que el consumo de pasta base de cocaína («paco») era, al menos hasta 2017, cercano al 1 % de las personas de entre 18 y 24 años. Esas cifras ocultan, sin embargo, que la provincia de Salta, por ejemplo, quintuplica el promedio nacional en ese consumo: es 0,5 % a nivel nacional, mientras que en la provincia la cifra se eleva a 2,5 %.
Para la ONU, el aumento mundial del consumo de drogas se debe, en parte, al crecimiento de la población de 2010 a 2020 (un 12 %).
Otra advertencia del reporte de la ONU es que, si se prolonga la guerra entre Rusia y Ucrania, este último país podría convertirse en un centro de producción de anfetaminas, una tendencia que ya se vio en otras zonas de conflicto, como Siria o Birmania.
El informe también hace distinción de géneros: dice que la mayoría de los consumidores de opioides o cocaína son hombres, pero las mujeres tienden a aumentar su ritmo de consumo y a desarrollar trastornos por uso de drogas con mayor rapidez que los hombres. «Se calcula que las mujeres representan actualmente entre el 45 % y el 49 % de quienes consumen anfetaminas y usuarios no médicos de estimulantes farmacéuticos, opiáceos farmacéuticos, sedantes y tranquilizantes», pero están infrarrepresentadas en tratamientos de drogadicción.
Uno de los últimos trabajos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) dice que, «en un principio, las restricciones relacionadas con la pandemia de COVID-19 interrumpieron las rutas de tráfico de drogas y las cadenas de suministro de precursores en América del Norte. Sin embargo, los traficantes de drogas encontraron rápidamente otras rutas y métodos». Dice también el reporte que, en «el confinamiento inicial por la COVID-19, se incrementó el tráfico de cocaína procedente de América del Sur por vía marítima, en particular hacia países de Centroamérica».
Este fenómeno global de aumento del consumo de drogas se superpone en América Latina con un marcado proceso de degradación de la influencia norteamericana, que es aprovechado por países como Rusia e Irán, por nombrar algunos ejemplos, para avanzar sobre la región.
En paralelo a esta degradación de la influencia norteamericana, vemos que los Estados latinoamericanos controlan cada vez menos. Muchas veces ni siquiera tienen la capacidad de ejercer el monopolio de la violencia para controlar un territorio, es decir, no pueden asegurarse de que la violencia no sea disputada por otros grupos no estatales, principalmente ligados al narcotráfico, aunque no únicamente. Basta con observar la situación en Rosario para darse cuenta de ello.
A ese panorama, hay que agregar que, en Sudamérica, la oposición ganó 10 de las últimas 11 elecciones presidenciales. Aunque con notables excepciones, florecen aquí y allá candidatos anti-establishment que cuestionan al Estado y que, aunque suelen representar muy bien durante algunas semanas a los electorados que los votaron, también suelen tener poca capacidad de gestión y de administración.
Por último, si nos centramos en Argentina, podemos ver que la informalidad asciende, aproximadamente, al 50 %, mientras que la pobreza por ingresos representa al 36,5 % de la población. Y el Estado argentino, por su parte, siguiendo a Andrés Malamud, «es un conjunto de tuberías que sacan plata de un lado y la ponen en otro. Pero no se mueve; no avanza ni retrocede. Y, cuando no avanza el Estado, retrocede la sociedad, porque se la van comiendo las fuerzas alternativas».
Este cuadro de situación nos pone frente a la siguiente pregunta: ¿estamos haciendo lo suficiente para combatir al narcotráfico?
Cabe decir que la solución a estos problemas debe ser regional. Los países, débiles y con capacidades estatales limitadas, no pueden hacerles frente por su cuenta. En ese sentido, hace 12 años, las Naciones Unidas convocaron una comisión sobre drogas en América Latina. Esa comisión estuvo presidida por tres expresidentes latinoamericanos: Fernando Henrique Cardoso (Brasil), César Gaviria (Colombia) y Ernesto Zedillo (México). La comisión emitió un dictamen, en el que se propone acabar con la guerra contra las drogas, porque esta se perdió, y avanzar con la legalización de las mismas. Este debate es el que hoy se está dando en varios países de América Latina. Pero es necesario insistir en que, para ser fructífero, debe ser una iniciativa de todos los países americanos, incluyendo a Estados Unidos y Canadá.
La pregunta clave es: ¿somos conscientes del problema al que nos enfrentamos?
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