Pan y circo, más circo que pan

        La noticia que vino a revolucionar las redes en Argentina. Que se volvió tendencia en twitter. Qué no esquivó una conversación de colectivo, recreo de facultad, cerveza entre amigos, ratos libres. ¿La inflación galopante? ¿Los números de pobreza? ¿La falta de rumbo de un gobierno que cambió 3 ministros en un día? No, nada más y nada menos que la vuelta al aire de un programa que había estado desaparecido por años de la televisión Argentina. Gran Hermano.

Tanta repercusión tuvo este nuevo lanzamiento que hasta nuestro presidente se vio tentado de participar de tanto espectáculo. Poniéndose en la mira, salió a refutar junto a la vocera gubernamental acusaciones de uno de los participantes. Llama la atención que el mismo presidente, enfrentado a un sinnúmero de situaciones complejísimas, ante la crisis económica e institucional que estamos viviendo, crea necesario responder personalmente y de forma prioritaria acusaciones lanzadas en una conversación informal. Da para pensar. Porque, como Argentinos, siempre fuimos adictos al circo, al espectáculo, a las grandes demostraciones. Puro show, que nos deja evadir la realidad cotidiana de continua crisis.

Este circo se hace cada vez más necesario desde el punto de vista del gobierno. Simple realidad. Nos estamos quedando sin pan, por lo que hay que redoblar la apuesta y subir el entretenimiento. El gobierno da manotazos de ahogado, y mientras avanzamos en espiral descendente, lo vemos más preocupado en salir a desmentir a un participante de gran hermano que de enfocarse en problemas que a mi entender son un poco más acuciantes. La inflación escala mes a mes, los índices de pobreza nos muestran una realidad desalentadora, en la semana el piso de pobreza subió. No hace falta tampoco irse a los números duros, con mirar el día a día nos encontramos con más indigentes en las calles y los sueldos se evaporan en los supermercados. Pero, como sociedad estamos embobados, hoy mirando un reality y la pica entre el presidente y el participante, mañana tocará el mundial, pasado ya veremos. Algo se nos va a ocurrir.

Que los gobiernos hayan implementado esta estrategia es eterno. La frase ‘pan y circo’ se remonta a una de las civilizaciones más antiguas, por lo que no debería sorprendernos. Miles de gobiernos a lo largo de miles de años de historia buscaron entretener y dar de comer. Panza llena corazón contento. La gran pregunta es, ¿cuánto tiempo lograremos seguir el juego del circo con una panza cada vez más vacía? ¿Hasta dónde estiramos en el segmento pan-circo, el espacio que ocupa el circo? Como dijimos, no es ninguna novedad en el mundo el uso del espectáculo en la política. Tampoco es novedad la pasividad que mostramos como sociedad ante falencias no solo económicas sino estructurales. Pero este año, entre tantas risas y espectáculos nos tenemos que enfrentar a una realidad preocupante, que dista de tener tanta audiencia como Gran Hermano. El gobierno se está quedando sin pan, por lo tanto, el espectáculo se va a tener que intensificar.

 Mientras el presidente denuncia a Alfa, el campo está atravesando una sequía histórica. Nuestro motor productor, responsable de aproximadamente el 60% de las divisas que ingresan al país, se está enfrentando a dificultades en una escala que no se veía hace 12 años. La ecuación es simple, y preocupa que sea pasada por alto por tantos argentinos cuando va a tocar su vida cotidiana. ¿Cuál es el problema? Una sequía prolongada, acompañada de heladas fulminantes, está impactando en la campaña de trigo y maíz. Poniendo lo complejo en términos simples, ante estas situaciones climáticas no hay producción, si no hay producción que vender al mundo bajan las divisas, esos dolares que tanto necesitamos que entren al país. Y, si no tenemos divisas, estamos en problemas. Para dar una idea en números, siguiendo a la Bolsa de Comercio de Rosario, comparando la peor campaña registrada en el 2012, que presentó rindes del 27qq/ha, con las estimaciones de este años, 18 qq/ha, tenemos casi 10 quintales menos de trigo.

Sumándose a las consecuencias de la sequía, que produce la caída de cosecha de trigo y la imposibilidad de sembrar maíz temprano, nos encontramos con un pozo de caída de ventas hasta abril, agravado porque el gobierno con el dólar soja, para lograr llegar al acuerdo con el FMI, hizo adelantar las ventas de ese grano. Estos dólares adelantado nos permitieron un respiro momentáneo hoy, pero hay que tener en cuenta que no van a estar más adelante para servir de salvavidas frente a una campaña cuyo rinde bajó a un piso histórico ante la continuada ausencia de lluvias. La estimaciones de la bolsa de comercio de Buenos Aires ya muestran esta caída, posicionándola en una reducción de ⅓ de la producción, que implica la pérdida de más de U$ 3.300 millones. Puede que incluso estas estimaciones sean bastante optimistas. Además, haciendo zoom zona por zona, es preocupante ver las reducciones aún mayores de cada provincia, que en el porcentaje total se pierden.

Así, mientras tenemos a media Argentina mirando Gran Hermano (presidente incluido) nos estamos precipitando a una crisis de nuestro sector exportador más importante. Va a faltar pan y, claramente las apuestas del gobierno van para el lado de subir el circo. Pero este circo tiene que ser mantenido, y su principal fuente de ingresos parece que no va a poder aguantarlo mucho más. Los productores se enfrentan a pérdidas de U$105 a U$405 por hectárea. Pero incluso en ese escenario deben hacer frente a la aspiradora impositiva del Estado, ya que, por más que existan pérdidas recauda con los derechos de exportación y fideicomiso triguero, logrando embolsar entre US$78 y US$130 por hectárea, según estimaciones del Grupo Lonja.

Tendencia histórica, que muestra cómo el Estado muerde la mano de los que le dan de comer y castiga a un sector que busca invertir en tecnología y capital de trabajo, pero que no puede recuperar la inversión. Estamos ante una gran desconexión con nuestro motor, no solo el gobierno que sigue de fiesta y circo financiado por impuestos regresivos, sino también  de la ciudadanía, que permanece impasible y desinformada acerca de lo que puede estar por venir.

 Por Paz Dillon



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