Y en este esquema, aparece uno de los recursos naturales con mayor relevancia en términos geoestratégicos, el litio.
¿Por qué el litio?
Es un mineral utilizado para la fabricación de baterías de distintos aparatos electrónicos. Y en el proceso de transición energética, juega un rol fundamental. Es escaso, difícil de sustituir, y sus características permiten almacenar una mayor cantidad de energía en menos peso, de ahí la eficacia en su aplicación. Además, es un componente clave para la producción de sistemas de defensa y material aeroespacial.
Estas cuestiones despiertan el interés de Estados Unidos y China, que se disputan el control de minerales como el litio. Y uno de los principales escenarios en los que se da esta puja de poder, es Sudamérica.
Sudamérica posee el 51% del litio total a nivel mundial, o al menos allí se encuentra, quizá no estamos en condiciones de afirmar, que la totalidad de los recursos naturales disponibles en la región pertenecen realmente a los países sudamericanos. Y es allí donde se encuentra el denominado “triángulo de litio”, área que abarca territorios de Argentina, Bolivia y Chile. Conforme la relevancia de este mineral ha ido aumentando, se fue intensificando en la región la disputa de influencia entre los grandes poderes.
Estados Unidos, China y el Comando Sur
Desde hace años, empresas chinas vienen realizando en Sudamérica importantes inversiones en materia de actividad minera, consolidando su primacía en los distintos niveles de la cadena de extracción y distribución del litio. Esto ha permitido que, al día de hoy, China tenga el control del 80% de la producción de baterías de litio a nivel mundial. De esto se desprenden dos cuestiones, en un primer plano, la primacía de la industria china en el rubro da lugar a una fuerte dependencia de Estados Unidos. Paralelamente, los norteamericanos ven menoscabada su hegemonía en el Cono Sur ante el avance chino.
La mencionada preeminencia del gigante asiático en la extracción de minerales, en este caso el litio (ciertamente con serias implicancias geopolíticas) encendió las alarmas del Comando Sur: Uno de los 10 comandos militares que integran el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Estos elementos se dividen por región geográfica o área de competencia. El “Southcom” tiene su zona de “jurisdicción” en Latinoamérica.
Su jefa es la General Laura Richardson, quien cobró trascendencia pública a raíz de declaraciones un tanto polémicas. En una entrevista reciente dijo “tenemos el 38% del agua potable del mundo en esta región” refiriéndose a los recursos naturales en Sudamérica y la disputa con China. No es novedad que la región es rica en recursos, pero lo que llamó la atención de la opinión pública fue la utilización de la primera persona del plural para referirse a los mismos, “tenemos”. Es claro que no se trata de un error comunicacional, la ausencia de discreción en las palabras de Richardson hace a la contundencia del mensaje, cuyo destinatario es China. Sin embargo, es importante la lectura que los gobiernos sudamericanos vayan a hacer de esto.
En este contexto, los gobiernos de la región se ven envueltos en una disputa geopolítica de la que se desprenden diversos efectos colaterales para los países sudamericanos. No obstante, algunas cuestiones podrían aprovecharse.
Quieren litio, nosotros lo tenemos.
Disponer de un recurso escaso que otros países demandan, ciertamente aumenta el margen de maniobra de un Estado en cuanto a su política exterior. Aunque trasladándose al caso sudamericano frente a los grandes poderes, es difícil sacar una ganancia extra en el marco de una relación tan asimétrica en materia de beneficios mutuos. Cuando otro Estado más poderoso es quien pone las reglas de juego, el rango para accionar en ciertos ámbitos es reducido. No obstante, la coyuntura internacional puede abrir una ventana de oportunidad. Entre la demanda internacional de litio y el “retrenchment” de la hegemonía estadounidense, se abre un hueco que podría aumentar el margen de autonomía de los gobiernos sudamericanos.
Las circunstancias suscitan una visión estratégica de los recursos, orientada por criterios no solamente económicos sino también geopolíticos. Entre otras cosas esto implica elegir cuidadosamente a cada empresa al momento de realizar concesiones respecto a la extracción de litio. El objetivo es maximizar los beneficios de la relación comercial con ambas potencias (EEUU y China), sin “casarse” con ninguna. En este punto es vital contemplar con extremo recaudo los condicionamientos futuros que puede traer consigo cada asociación. La urgencia económica no es excusa para ceder soberanía ante intereses extranjeros.
Sin embargo, lo que se puede hacer siempre será poco mientras sean los poderosos quienes pongan las reglas de juego, pero quizá sea tiempo de que los gobiernos locales empiecen a calibrar su política exterior.
Por Martín Porres
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