Para muchos analistas de las relaciones internacionales, el período de la posguerra fría a concluido: ya no estamos en un mundo donde Estados Unidos es el único hegemón, hay una pérdida de credibilidad de Washington como garante de seguridad, tanto económico como militar. Nos encontramos con un orden internacional en transición, con una China en busca de proyección internacional y con personalidad expansionista. Esto trae consecuencias en cada región, en donde se actualizan las agendas, los socios, y se suman nuevos competidores.
Taiwán es uno de los mas afectados ante este nuevo orden mundial y, América latina se ha convertido en una clase de “trofeo” por el cual el gigante asiático y Taipéi disputan. Sin embargo, las ideas basadas en el principio de “Una sola China” difundidas por Pekín están cobrando cada vez mas impronta en esta región. Guatemala, Haití, Belice y Paraguay son los algunos de los países de Latinoamérica que reconocen la independencia de Taiwán y mantienen sus lazos diplomáticos, el resto han girado su posición gracias a conveniencias económicas y acuerdos comerciales con la República Popular China. Es así como desde la asunción de la actual presidenta de Taiwán, Tsai Ing-Wen en el 2016, Panamá, República Dominica, El Salvador y Nicaragua han decidido demostrar lealtad hacia China.
Asimismo, a este tensionado panorama se le suma los acontecimientos de este año en torno a la nueva política exterior de Honduras, modificada por la presidenta Xiomara Castro. Esta nueva política de Estado se ha definido por reorientarse hacia Xi Jinping y comunicar a Taiwán la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos, llevando así, a reconocer el principio de “una sola China”, englobando a Taiwán como parte inalienable del territorio del gigante asiático. Esto es una clara demostración del aumento de poder y la política expansionista que tiene China en cuanto a su influencia a nivel global.
En esta misma linea, Paraguay, uno de los pocos países que siguen bajo el ala taiwanesa, esta en la mira por las próximas elecciones presidenciales que se le acercan este 30 de abril, que trae a la arena electoral disidencias con respecto a las relaciones diplomáticas con Taiwán. Uno de los candidatos, Efraín Alegre, del Partido Radical Auténtico, ha declarado que si llegara a ganar las elecciones buscaría romper los lazos con Taiwán y reconocer a la República Popular China.
Como resultado de este revoltijo diplomático en América Latina, podemos observar cómo Pekín intenta usar mayores paquetes de asistencia, mejores oportunidades económicas y el acceso de países latinoamericanos al mercado chino para atraerlos, mientras que Taiwán ha quedado bajo el rótulo de un país que proporciona ayuda humanitaria. A pesar de que esto un gran incentivo para trazar relaciones diplomáticas, los beneficios económicos proporcionados por China generan en países pequeños de esta región, grandes incentivos para combinar sus intereses, haciendo que múltiples gobiernos entren en “la trampa de la deuda” con China.
Esta lucha entre China y Taiwán por la legitimidad de sus territorios, demuestran el ascenso del gigante asiático como potencia cada vez con mayor fuerza, utilizando la interdependencia económica como un arma para expandir cada vez más su esfera de influencia. Esto afecta no solo a Taiwán, sino también a Estados Unidos, ya que los lineamientos del orden internacional comienzan a dilatarse más allá de la ideología democrática liberal que occidente intenta esparcir a nivel global demostrando así, como las influencias de oriente comienzan a ser un fantasma que recorre el mundo.
¿Se concretará un alineamiento con el gigante asiático en la región latinoamericana en el futuro cercano? ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos respecto de un posible alineamiento a China de nuevos estados en desmedro del reconocimiento de Taiwán?
Por Victoria Pérez
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