Chicanas. Picanteo. Cruces. Dijo que. Contestó que. Reposteó la portavoz. Se difundió el video. Que si fue la primera vez, que si ya se habían cruzado.
Otra primera tapa que llega y se va. Cristina y Lousteau protagonizando otra escena en lo que ahora es el mejor teatro. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con los picanteos? ¿con los cruces? Todos se pelean. Nadie hace nada. La chicana. Una piedrita que tiraron al agua y empezó a expandirse en ondas. Se sumaron otras figuras a acotar. Nuevas chicanas. Nuevos cruces. Pero de nuevo: nadie hizo nada. Se queda en la anécdota, en la palabra. En el espectáculo.
Entre medio de la noticia se perdió el contenido. La 125, un debate que aparenta estar gastado. Hiper analizado. Que parece haber quedado en el pasado. Pero ya pasaron 15 años, y sigue apareciendo. Y sigue llegando a la primera tapa, al primer titular, a los primeros tweets. Vacío de contenido, como una frase más, pero está. Todos tiran piedras, nadie hace nada por levantarlas, ordenarlas. ¿Por qué sigue apareciendo la 125 cuando pasaron 15 años? ¿Por qué nadie está dispuesto a aceptarla como propia, pero a la vez siguen insistiendo con el mismo proyecto de país que la inspiró? Como país nos debemos un debate. Nos debemos un ponernos cara a cara. Un poner las cartas en la mesa. Un sentarnos a decidir para donde vamos a arrancar. ¿La 125? Aunque tema trillado, sirve de piso para arrancar a pensar.
Debate largo en el 2008, que implicó que se paralice por un tiempo la producción, abastecimiento y mercado de alimentos del país. ¿Por qué se discutía? la decisión de los protagonistas de la noticia de la semana de imponer retenciones móviles para crear un Fondo de Redistribución Social, forma elegante de decir que se debía atender el creciente gasto del Estado. La ley no logró su aprobación, pero eso no significó el final de las retenciones, sólo impidió la movilidad de su porcentaje. El sistema impositivo, que permitía al Estado Argentino financiarse, no cambió. Nuevamente, mucho show, poco cambio. Y ahora nos encontramos con que nadie se responsabiliza de este proyecto que nunca vio la luz, una pelota que nadie quiere atajar. Pero al mismo tiempo, se sigue insistiendo en continuar con el modelo, incluso ante el fracaso del sistema y seguimos viviendo en una eterna fiesta financiada por ese commoditie tan demonizado: la soja.
Yendo a lo fundamental, ¿qué significan las retenciones? Un impuesto, surge como respuesta inmediata. Otro impuesto, podría agregarse. ¿Impuesto a la ganancia? No, ese es distinto, se enfoca en la ganancia de una persona o empresa para deducir el total imponible. Las retenciones se calculan en base al precio del bien exportado. Entonces, si tu producción no llegó a cubrir gastos ¿hay que pagar igual? sí, hay que pagar igual. ¿Por más que no se haya percibido ganancia? Por más que no se haya percibido ganancia. Este año en específico, la realidad golpea más fuerte. Frente a una temporada afectada por la sequía, en la que los rindes descendieron por debajo incluso de las estimaciones proyectadas, los productores se ven en dificultades tanto para recuperar los gastos invertidos en la campaña 22/23 como para prepararse frente a la que viene. Frente a esta situación, resumida en breves frases que no empiezan ni a delinearla, ¿el monto de las retenciones se modifica? No, las retenciones se pagan siempre, ganes o pierdas, porque son un impuesto q afecta directamente al precio de venta. Los productores deben destinar parte de sus ingresos, ni siquiera ganancias, a alimentar al Estado en vez de poder reservarlo para invertir en la campaña siguiente, o mismo, para poder hacer frente a los gastos de la que está transcurriendo. En resumidas cuentas, pérdida de capital, pérdida de productividad.
Podríamos preguntarnos e intentar entender por qué. Uno no asfixia en impuestos la base productiva más importante del país. Es de común acuerdo que los impuestos a las exportaciones son un instrumento básico para desincentivar la producción y por ende crecer menos. En el por qué aparecen muchas razones cruzadas. Aparecen acusaciones. Aparecen soluciones mágicas. Aparecen conceptos de redistribución. Pero la realidad no los acompaña. Sí era por las ganancias extraordinarias, hoy hay pérdidas extraordinarias. Sí era por el desacople de los precios internacionales, hoy tenemos en un mes el doble de inflación que nuestros vecinos y competidores en un año. Sí era por la redistribución, hoy tenemos la mitad del país sumido en la pobreza. El sistema se viene aplicando hace años. Las retenciones se fueron cobrando y pasaron a engrosar la caja del gobierno nacional como impuesto no coparticipable. Y la situación no cambió. Las soluciones no llegaron. ¿Qué pasó con las promesas? ¿Qué pasó con el ‘cobramos retenciones, pero todos vamos a crecer’?
Es momento de sincerarnos. Es momento de poner las cartas en la mesa y discutir un rumbo claro. Asumo que todos queremos crecer. Asumo que todos queremos ver reducirse la pobreza. ¿Cómo hacerlo? Si la respuesta fuese fácil ya estaríamos en camino. Pero por lo pronto ya sabemos que es lo que no funciona. Nos lo dicen los índices que acabo de nombrar. Nos lo dicen las personas que vemos en la calle. Nos lo dicen los negocios cerrados. Nos lo dicen las rutas y caminos intransitables. Nos lo dicen los precios en los supermercados. El país no está creciendo a costa de exprimir al agro. No resultó, no va a resultar. Hay quien argumenta que no se pueden sacar las retenciones porque ¿Cómo haría el Estado para mantenerse y mantener a los que dependen de él?, a lo que respondo que el Estado debe en primer lugar achicarse, y que por otro lado lograra recaudar más aumentado la productividad.
De todas maneras, es un debate, que como dije, debe mantenerse y alimentarse de distintas perspectivas. Desde ya el modelo actual es inviable. Pero existen distintas propuestas que deben barajarse. Es momento de dejar la chicana y sentarse a discutir. Admitir que el sistema que se viene siguiendo no logró beneficios para la sociedad. El campo tiene una gran responsabilidad en esta mesa. Tiene que hacer entender que su crecimiento significa crecimiento para todos. Que su crecimiento no va a ser posible si no lo dejan actuar libremente. El campo tiene el deber y responsabilidad de sentarse a discutir porque es parte de la solución. No se puede quedar callado por más tiempo, porque el país no va a salir adelante si no es generando más producción. ¿Cómo se logra más producción? aumentando el área cultivada, solucionando los problemas de rotación, invirtiendo en mejores insumos, en nuevas tecnologías. ¿Cómo podemos llegar a esto? Eliminando las retenciones y dejando al campo actuar, quien demostró a lo largo de los años tener la tecnología, los recursos y el know-how para duplicar su producción. Y esta producción tiene el potencial de movilizar al interior.
Teniendo metas claras y objetivos comunes, podemos como argentinos tirar para el mismo lado y construir un país. Es hora de sentarse y decidirlo. Como dijo Ortega y Gasset, en 1942, ‘argentinos, a las cosas’.
Paz Dillon
@pazdillon
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