George Lakoff, en su “No pienses en un elefante”, comienza describiendo un experimento que realiza con todos sus estudiantes de ciencia cognitiva de Berkeley. La consigna es simple y clara: “No pienses en un elefante. Hagas lo que hagas, no pienses en un elefante”. Hasta ahora, ninguno ha sido capaz de cumplirlo y, puedo adivinar, que quien lee esta nota cae en la misma bolsa, como así también su autor. Cada palabra evoca en nuestra mente un marco, bien puede ser una imagen, conceptos o un conocimiento asociado. Es así que, si en una nota de opinión sobre la actualidad política nacional, uno titula con la palabra libertad, rápidamente florecen en nuestros pensamientos banderas de Gadsen, camperas de cuero, gritos efusivos y detractores del Banco Central de la República Argentina. La apropiación del concepto libertad por parte de Milei y sus seguidores libertarios es un éxito digno de debate; debate que no debe circular en torno a qué significa esta palabra verdaderamente, o si es correcta la definición que esgrime La Libertad Avanza en la actualidad. Sería baladí en la arena política verlo de esta forma. Es conveniente en todo caso, más que nada para las definiciones políticas nacionales, analizar como cada actor se posiciona, y/o debería posicionarse discursivamente con respecto al término, presuponiendo por adelantado la carga que Javier Milei ya pudo imprimirle. Es sabido que, en general, los resultados de las elecciones provinciales no parecen influir en la carrera al sillón de Rivadavia. Pero, suponiendo que el pobre desempeño de la neonata fuerza liberal en el interior del país tenga cierto impacto en las definiciones a nivel país, es también importante para los círculos cercanos a la fórmula Milei-Villaruel, entender como los marcos conceptuales pueden ayudar o perjudicar en lo que, parece ser, una incierta disputa cabeza a cabeza.
En primer lugar, cabe preguntarse cómo un valor tan esencial en Occidente desde las Revoluciones Atlánticas, ha podido ser apropiado tan rápida y rotundamente por una coalición partidaria, y hasta diría dirigente político en particular. Si nos fijamos en otros países, el concepto es tan difícil de ligar a un partido en particular que, muchas veces, ni siquiera se plantea la posibilidad en los equipos de campaña de utilizarlo en este sentido. En muchas ocasiones este está tan presente en la identidad nacional y es fundamento del inconsciente colectivo, que queda relegado a la obviedad y a oraciones que no marcan diferencias sustanciales en los discursos políticos, por más que se resalte su uso. Se podría discutir en términos históricos si este valor ha sido extirpado de las prioridades de la identidad argentina y cuándo se dio de tal forma. Sin embargo, para esta nota en particular no es necesario ahondar demasiado en el asunto, sino pensar que se ha hecho después de este desarraigo, cuando sea que haya ocurrido. Uno tendería a pensar que un partido político, adalid de la libertad (es importante notar que no hablamos de partido liberal, ya que cualquiera, hasta cierto punto, podría hacer uso efectivo de este concepto), debería llegar al poder y reinstalar en la consciencia colectiva este ideal; algo así como lo que el peronismo supo hacer con la justicia social. Tanto es así que hoy cualquier partido defenderá esta idea, muchas veces bajo el mismo contenido del concepto que el peronismo ha impuesto.
En el sentido de lo antes dicho, nos encontramos con que el liberalismo argentino (el cuál generalmente ha resaltado el concepto libertad) ha sido más que nada cortos estallidos ideológicos de corta duración que terminan diluyéndose en el escenario político. Así pasó, con nada más ni nada menos que la UCeDé de Alsogaray. ¿Por qué es entonces que ocurre este fenómeno? O, por más que las ideas liberales no estén en alza en determinado momento, ¿por qué no hay un partido único a lo largo del tiempo que sostenga cierto peso estratégico al momento de decidir sobre la cosa pública? Esta parece ser una de las mayores dificultades para las figuras individuales, que sí mantienen cierto hilo liberal a lo largo del tiempo, pero no logran superar el plano académico o mediático. Si, como profetizan algunos analistas, Milei es un outsider pasajero, el liberalismo debe hacerse estas preguntas planteadas, antes que otras fuerzas preponderantes en tiempo y espacio, se hagan eco del concepto libertad cuando, valga la redundancia, este se libere de Milei.
Igualmente, la realidad actual es la que comentamos al principio de esta nota: Libertad parece responderse, automáticamente, con Javier Milei/libertarios. Por lo tanto, enfoquémonos ahora en el concepto y el presente. Ante la exitosa apropiación, ya descrita, de la libertad, es notorio como otros políticos tratan todavía de arrogarse, inútilmente, el concepto. Hablamos, por ejemplo, de Ricardo López Murphy cuando habla de “Convertir a Buenos Aires en la Ciudad de la Libertad” o Gabriel Solano, del Partido Obrero, cuando afirma que ellos son “los verdaderos libertarios”. Ya es tarde. No se hace más que evocar un marco conceptual ya cargado de contenido y, por lo tanto, hablando coloquialmente, se pasa a jugar automáticamente de visitante. Esta debería ser una de las primeras reglas discursivas de todo candidato de estas elecciones: No tratar de invocar y reclamar a la Libertad en su favor. En todo caso, debería evaluarse, hacia dentro de los equipos de campaña, cómo no fue posible detectar a tiempo esa hipocognición en la población que Milei supo suplir con el grito de “¡Viva la Libertad Carajo!” y, mejorar en todo caso, los mecanismos de diagnóstico para próximas oportunidades. Quizás en la izquierda no tenga impactos significativos hablar de la libertad como algo propio, ya que su voto blando probablemente no tenga en su lista prioridades el valor de la libertad individual. Pero sí puede resultar peligroso, por ejemplo, para Juntos por el Cambio, donde evocar este marco puede llegar a tocar fibras íntimas en su voto blando y, hasta el duro, y eso es lo que justamente Milei pretende hacer para captar votos de esta coalición de partidos.
Tampoco parece ser muy acertado acusar a los libertarios de hacer un falso uso de la libertad. Sea esta correcto o no, en términos de definición o académicos, Lakoff explica porque esto no es recomendable. El mito proveniente de la Ilustración, el cual determina que explicar los hechos racionalmente a la población; población que es básicamente racional, llevará a una conclusión acertada, no se cumple necesariamente en todo momento, y este es el caso.
Es menester tener presente que el electorado piensa mediante marcos y conceptos “incrustados” hace larga data en los cerebros de cada persona y estos no se cambian fácilmente a partir de la explicación de un hecho. A raíz de esto, Lakoff deducirá que el voto en la urna de cada persona pasa a estar determinado más por identidad y valores que por intereses racionales. Por eso, si se evalúa necesario confrontar con Milei, quizás no sea tan conveniente refutar concretamente el proyecto general libertario, sino apuntar más directamente a consecuencias morales, y evocar marcos conceptuales relativos a estas. Hasta es probable que veamos el uso de convenientes oxímoron, al estilo de “Libertad que esclaviza”, para concretar la confrontación.
Donde otros partidos han sabido posicionarse de forma bastante efectiva ha sido a la hora de enfrentar ciertas propuestas más concretas, englobadas dentro de la libertad que propone La Libertad Avanza. A lo que esta última llama “libre elección de monedas” para enmascarar el concepto de lo que sería una dolarización de facto, el resto de las agrupaciones ha sabido imponer el último término, invocando así, una serie de conceptos negativos que popularmente se enmarcan en la palabra dolarización. Lo mismo se ha hecho cuando se trata el futuro del Banco Central de la República Argentina. Los libertarios, en un inusitado error forzado, comenzaron hablando hace tiempo de “dinamitar el BCRA”, evocando un marco que, como luego se dieron cuenta, parecía violento ante la mayoría del electorado. Una parte de ellos, los que buscan el voto blando, hablan ahora del serio y formal “cierre” de este y tratan de redireccionar la discusión hacia la propuesta de Banca Simons que elaboran desde sus filas. Infructuosos son estos esfuerzos ante partidos de todo tipo que lograron retomar y asociar a Milei el marco erróneo que sus partidarios previamente usaban.
Queda claro así, la importancia de las interpretaciones de ciertos conceptos, y como estas se imponen, en la discusión pública. Siendo la libertad uno de los más escuchados en esta campaña, todo político debería pensar cómo se parará con respecto a ella, a tan poco tiempo de las PASO, en un proceso ya irreversible para hacerla suya. Porque las interpretaciones deben ser repetidas mil y una veces, sostenidamente, para lograr instalarlas en el lugar adecuado para que remitan al marco que se desea. Por otro lado, será tarea de los políticos descubrir si queda otro reclamo por encarnar en conceptos discursivos que se han pasado por alto. Aunque parezca trivial, quizás sean los elefantes los que definan al próximo ejecutivo.
Por Franco Occhipinti
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