El tesoro de la Puna: ¿una oportunidad para Argentina?

  Desde hace algún tiempo, escuchamos y leemos en Argentina sobre el litio. En torno a este, hemos sido testigos de debates y manifestaciones a favor y en contra de su explotación e industrialización, y fuimos advertidos de los beneficios y las consecuencias que su extracción podría generar en el país. Pero, ¿por qué el litio es objeto de debate en la Argentina? ¿Es una oportunidad, o un problema? El litio es un mineral cuya aplicación tiene lugar desde hace años en diferentes productos cotidianos. En el último tiempo, ha cobrado relevancia por ser uno de los protagonistas de la transición energética: es que al ser un material clave para la fabricación de baterías debido a su capacidad para almacenar grandes cantidades de energía, su demanda ha aumentado considerablemente y se ha convertido, para quienes lo poseen, en un recurso estratégico.

  En la región del Noroeste, las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca contienen las reservas del litio argentino. El Salar del Hombre Muerto (Argentina), junto con el Salar de Uyuni (Bolivia) y el de Atacama (Chile), conforman los vértices del “Triángulo del Litio”, región en la que se concentran más de la mitad de las reservas mundiales de litio, según los datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS).

  Los números para la Argentina son favorables: ocupa el tercer lugar en relación a las reservas de este mineral en el mundo, detrás de Chile y Australia. Ya existen tres plantas de producción en Argentina, y hay cinco más en vías de construcción. Para 2023 se perciben exportaciones de este mineral por u$s 1.100 millones, y con vistas al año 2030 se tienen inversiones comprometidas por u$s 7.000 millones.

  Pero no solo la importancia de este recurso reside en las divisas generadas por las inversiones recibidas y las exportaciones realizadas. El desarrollo de esta industria, en el plano interno, se traduce en la generación de nuevos puestos de trabajo directos, así como también en los distintos puntos de la cadena de producción. Es también visto como un gran dinamizador de la economía regional.

  Bueno sería, para maximizar aún más ese tipo de beneficios y no solo limitarse a la producción de materias primas, que se le pueda agregar valor a dicha industria. En torno a la explotación del mineral debería promoverse la fabricación de baterías de litio destinadas a la exportación. La primera fábrica de este tipo de baterías en Latinoamérica ya es objeto de una iniciativa de Y-TEC (subsidiaria de YPF) en conjunto con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

  La página internacional del capítulo del litio en Argentina no debe ignorarse: la posesión en grandes cantidades de un recurso estratégico cuya demanda está en auge, en el marco de la transición energética que el mundo se propone, brinda al país una nueva oportunidad para su inserción en el mundo.

  Este punto es interesante porque se nos presenta una doble oportunidad: al mismo tiempo que existe la posibilidad de posicionarse como un actor geopolítico estratégico en materia de transición energética, apostando a las energías renovables y a la industrialización del litio como mineral clave en este proceso; también es sumamente relevante el papel que Argentina puede jugar en los próximos años a nivel internacional con las potenciales exportaciones de combustibles fósiles como el petróleo y el gas, con la inminente explotación de Vaca Muerta y la reciente inauguración del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK).

  La cuestión de la explotación del litio no es la excepción a los disensos que caracterizan a la sociedad argentina. Hay quienes advierten sobre los peligros que la explotación e industrialización del “oro blanco” puede generar. Las principales protestas residen sobre las cantidades de agua dulce que requiere el proceso para su obtención. Incluso, hay quienes pretenden la nacionalización del recurso (cuyo dominio corresponde a las provincias, según la Constitución Nacional), queriendo replicar lo realizado por Chile, en donde se establecieron cuotas para la industrialización.

  En un año electoral como el que atravesamos, a ninguno de los candidatos se le debe pasar por alto este tema. La cuestión energética es una de las oportunidades que promete bonanza para la Argentina de los próximos años, independientemente del gobierno que se imponga en las urnas; y este debe saber aprovechar el viento a favor en pos del desarrollo y el crecimiento del país.

  El “tesoro de la Puna”, como algunos lo llaman, promete diversificar la matriz productiva, generar divisas y la inserción en el mundo. Depende del acuerdo y la coordinación del sector público y privado que esta oportunidad no sea ignorada y, contrariamente, sea bien utilizada en pos de la prosperidad de la República.

Por Santiago Argañín



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