Desde que se celebraron las elecciones intermedias de 2021, estamos siendo testigos de un fenómeno que no habíamos visto desde el retorno de la democracia, en 1983: que el peronismo pierda la mayoría y el quorum propio en la Cámara de Senadores. En esas elecciones, el entonces Frente de Todos pasó de 41 a 35 bancas y con ello el oficialismo estuvo obligado a negociar con la oposición. Algo impensado si consideramos que el peronismo es, aún hoy, la banca oficialista.
A la distancia, habiendo pasado ya dos años de aquellas elecciones, podemos afirmar que fue la primera puntada de un hilo que se tejió desde mediados de 2021 y cuyos resultados concretos podemos observar a lo largo de las elecciones que se celebraron en 2023 tanto a nivel provincial como a nivel nacional. Desde fines de 2021, la situación económica y social fue cada vez peor. De hecho, tomando como base ese año, se sucedieron tres ministros de Economía en pocos meses: Martín Guzmán, Silvina Batakis, y finalmente Sergio Massa. No obstante, y pese a que desde el oficialismo auspiciaban la llegada de Sergio como “el superministro que contaba con el apoyo del Círculo Rojo y de Cristina para sobrellevar la negativa marcha económica”, lo cierto es que estamos en una situación aún peor. Y lo peor, es que podemos seguir cayendo. Borges decía que, dado que el universo es infinito, podemos seguir cayendo infinitamente. Sergio Massa está dispuesto a ponerle el nombre y apellido a esa ironía.
La inflación es la más alta de los últimos 30 años, la devaluación, premeditada o no, hace aumentar la desconfianza y, a la par, el nivel general de precios. El déficit fiscal sigue en alza, pese a los estrictos requerimientos del Fondo y la economía sigue sin crecer. A este panorama complejo se le suman dos cosas: la escasez de dólares por falta tanto de financiamiento externo como producto de la sequía que nos hizo perder aproximadamente 10 mil millones de dólares, y la enorme incertidumbre financiera resultado del escenario electoral. En este contexto, en lo que va del año se perdieron cantidades significativas de dólares por falta de exportaciones y un sinfín de reservas del Banco Central para evitar una devaluación brusca del dólar “blue” y para sostener el tipo de cambio oficial. Por lo tanto, lo que vivimos los últimos meses del 2023 fue más inflación, menos producción, como consecuencia de restricciones más severas a las importaciones de insumos clave para los procesos productivos y, por ende, más recesión. Es decir, el peor de los mundos.
Por supuesto, acá está el gran signo de interrogación de lo que pueda pasar antes de las elecciones. Sobre todo, luego de lo que vimos el pasado 13 de agosto donde el peronismo salió 3ero por primera vez, desde 1946. Si la cuestión económica no se resuelve o se estabiliza antes de octubre, el justicialismo tiene altas probabilidades de quedar fuera del ballotage. Dicho de otro modo, corre el riesgo de ser la fuerza menos votada detrás el outsider Milei y Juntos por el Cambio. Algo jamás visto.
Ahora bien, estos resultados electorales, deben ir acompañados de una mirada hacia el interior de la República Argentina y debemos tener en cuenta que 16 provincias decidieron desdoblar las elecciones. Es decir, que decidieron convocar a elecciones en una fecha diferente a los comicios nacionales para evitar quedar "pegados" a la inestabilidad nacional y que el efecto “arrastre” los perjudique. De esta manera, sus resultados electorales dependen más directamente de sus gestiones y de la situación política de sus distritos. Asimismo, es una forma de desentenderse del candidato nacional ya que sus territorios van a estar asegurados para las elecciones generales de octubre independientemente de la actuación que haga Unión por la Patria en general y Sergio Massa en particular. De hecho, es esta crisis en la que el peronismo está sumergido lo que lleva, en parte, a los gobernadores del interior a tomar tal decisión y abandonar al candidato oficialista a su suerte. Los resultados están a la vista.
En las elecciones que se celebraron el 16 de abril, por primera vez en 60 años, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) quedó en segundo lugar con el 33,15% de los votos. Fue victoria de Rolando Figueroa, quien, tras armar una gran alianza con nueve partidos, se impuso en los comicios y será gobernador hasta 2027. Lo mismo sucedió el 11 de junio en la provincia de San Luis. Allí, el candidato opositor Claudio Poggi, le ganó al oficialismo local con el 53,25% de los votos y se convertirá en el próximo gobernador. Poggi triunfó en una provincia gobernada desde hace 40 años por el peronismo y derrotó a Jorge Fernández, candidato apoyado por los Rodríguez Saá. Cabe que destacar que Poggi había ganado la gobernación puntana en 2011 de la mano de los hermanos Rodríguez Saá. Tras romper con Rodríguez Saá e integrar la oposición, el 10 de diciembre volverá a ocupar el mismo puesto.
Otra derrota de peso para el oficialismo se produjo en la provincia de Chaco. Allí, el oficialismo liderado por el actual gobernador Jorge Capitanich, obtuvo el segundo lugar con el 36,46%. Si bien se trata sólo de elecciones primarias, se espera que el espacio opositor, referenciado en Juntos por el Cambio a nivel nacional, obtenga nuevamente la mayoría de los votos a instancias de Leandro Zdero quien ganó la interna y competirá por la gobernación. Asimismo, entre el 2 de julio y el 16, se dieron nuevamente 2 victorias inesperadas. La primera de ellas se dio en San Juan donde Marcelo Orrego, de Unidos por San Juan, se consagró como el nuevo gobernador de la provincia con el 49% de los votos. Después de más de veinte años en el poder, el peronismo quedó en el segundo puesto con apenas 27,27%. El segundo triunfo, provino de la provincia de Santa Fe, donde si bien se celebraron elecciones primarias, el espacio más votado fue el de Juntos por el Cambio, que consiguió el 63,75% de los votos. En esa interna se impuso el candidato Maximiliano Pullaro frente a Carolina Losada y el Frente Juntos Avancemos obtuvo un total del 25,62%.
Por último, el 30 de julio en Chubut tuvieron lugar las últimas elecciones provinciales antes de las primarias nacionales. Allí, Ignacio Torres, de Juntos por el Cambio, se impuso con el 35.77% de los votos sobre Juan Pablo Luque, de Arriba Chubut, y será el próximo gobernador a partir del 10 de diciembre.
O sea, si revisamos este escenario electoral detenidamente nos encontramos con que el actual presidente, Alberto Fernández, hereda un mapa federal de poder bastante diferente al que recibió en 2019. El nuevo jefe de Estado, a sabiendas que el resto de las provincias que adelantaron las elecciones (Córdoba, Corrientes, Formosa, La Rioja, Misiones, Rio Negro y Tierra del Fugo) reeligieron a sus fuerzas policías e incluso candidatos, deberá forjar una red de alianzas que le garanticen estabilidad y lealtades en el Congreso. Al día de hoy, tenemos 8 provincias con autoridades de Juntos por el Cambio (Jujuy, Mendoza, Corrientes, Chaco, Santa Fe, San Luis, San Juan, Chubut); 5 donde Unión por la Patria es la fuerza más elegida (Formosa, Tucumán, La Rioja, La Pampa y Tierra del Fuego); 5 provincias donde triunfaron fuerzas locales con alianzas y lealtades cruzadas, algunas abiertamente afines al oficialismo y otras a la oposición (Salta, Misiones, Córdoba, Río Negro, Neuquén); 4 distritos donde resta la definición y, por último, 2 distritos que este año no eligen autoridades.
Ahora bien, más allá de la debilidad política-institucional que está viviendo el peronismo en términos electorales, ya que a perdió el senado en 2021, gobernaciones en 2023 y peligra la presidencia, existe otra dimensión de esta crisis que se puede ver en el vertiginoso ascenso de Milei. Su crecimiento está ligado a varias cuestiones y hablar sólo de enojo implica ver una sola pieza dentro de un rompecabezas más grande. Lo primero que vamos a decir es que al candidato de La Libertad Avanza lo votan ciudadanos de diferentes clases sociales y no sólo los ricos o los marginados de barrios populares como suele considerarse. De acuerdo a un informe de Betta Lab, a Milei lo votan “aquellos que viven en una propiedad de 300 a 600 dólares el m2 y los viven en una de 1200 a 1500m2”. En términos de Andrés Malamud, politólogo argentino, “Milei es un fenómeno transversal y no de clase”. Lo segundo que podemos decir, de acuerdo al mismo informe, es que a Milei lo votan personas de todas las edades y es falso argüir que sólo lo hacen los jóvenes, particularmente varones. Por lo tanto, también es erróneo pensar que sólo le quita votos a una fuerza (entiéndase Juntos por el Cambio). Por el contrario, su base electoral también se corresponde con quienes en 2019 votaron al Frente de Todos. Prueba de ello, es su victoria en provincias como Tierra del Fuego, Catamarca, Santa Cruz históricamente ligadas al peronismo. Además, parte de este ascenso “libertario” se explica por el silencio extraño de Cristina Kirchner quien no se pronunció durante toda la campaña y quien tampoco dio señales claras a su electorado para que voten a Massa. Es más, me atrevo a decir que su afinidad en términos ideológicos y económicos se congracia más con Grabois que con Sergio, quien en términos de ella fue “el candidato de unidad impuesto por los gobernadores”. Apropósito de esto, primero que Massa no fue un candidato de unidad, ya que hubo una interna en la que participó Grabois junto con Paula Abal Medina y, en segundo lugar, no se puede hablar de un candidato “impuesto” por los gobernadores del interior”.
Es evidente que Cristina piensa en una derrota electoral, pero a pesar de ello, auguraba un armado electoral que le permita, por un lado, ejercer presión política al gobierno de turno con un candidato competitivo y un peronismo unido, reteniendo la provincia de Buenos Aires. Y, en segundo lugar, no ser responsable de esa derrota imponiendo nuevamente a un candidato. Para ambos casos, la candidatura de Eduardo De Pedro no le garantizaba un piso mínimo de votos para entrar a un hipotético ballotage, en una elección de tercios como anticipó en mayo, y tampoco se iba a poder emancipar de su hijo político, en caso de una derrota estrepitosa. Por eso, le adjudicó la culpa a Alberto Fernández de bajar la candidatura de “Wado” y abrazar la llegada de Massa, un político con peso propio, capaz de prescindir de Cristina en la campaña. Según Cristina, la culpa de este mal entendido entre De Pedro y Massa es culpa de Fernández ya que, como presidente del PJ nacional, es quien tiene la última palabra y fue quien lo vetó. Dicho de otro modo, el mismo presidente que no compite por la reelección porque no cuenta con el apoyo del aparato peronista a nivel nacional, tiene la autoridad suficiente para vetar a un supuesto candidato del propio peronismo. Extrañísimo.
Apropósito de esto, parte del equipo de Massa le reclama a Máximo Kirchner y a su madre “no haberse puesto la campaña al hombro en los conurbanos y en el conurbano bonaerense”, delegando esa tarea en el candidato de Unión por la Patria Axel Kicillof quien se encamina para la reelección bonaerense.
Ahora bien, quien mira detenidamente este panorama de descomposición del peronismo es Javier Milei, precandidato a presidente más votado en las PASO ya que La Libertad Avanza obtuvo 7.000.000 de votos. Sin embargo, este número no tiene coincidencias con el desempeño del espacio a nivel subnacional. Es decir, los candidatos a gobernador o intendente que la Libertad Avanza presentó en diversos distritos no lograron imponerse e incluso en otros ni presentó oferta electoral. En palabras de Carlos Pagni, Milei “flota sobre la nada”.
Por ende, si llevamos los resultados electorales de octubre al extremo y pensamos que la fórmula Milei- Villarruel obtuviese el 100% de los votos válidos emitidos, tan sólo contaría con un tercio de la Cámara de Senadores (24 sobre 72) y la mitad de la Cámara de Diputados (130 sobre 257), con lo cual hay una necesidad imperiosa de buscar consensos y dialogar con la oposición si desea que su gobierno se enmarque dentro de lo que establece nuestra constitución nacional. Esto nos demuestra lo engañoso del hiperpresidencialismo, término acuñado por juristas que ven en la figura del presidente argentino uno con más poder que su par norteamericano ya que, el nuestro, tiene más atribuciones constitucionales. Nada más alejado de la realidad. Pero en términos políticos, la fortaleza está ligada al poder real que se tiene sobre el curso de las acciones y un presidente sin mayoría en ambas cámaras, y con una minoría tan marcada en términos ideológicos, no tiene siquiera escudo político para evitar el juicio político. O sea, como sabemos que Milei no va a sacar el 100% de los votos, cabe esperar, en caso de que gane, a un presidente débil y con la necesidad imperiosa de tender acuerdos con la futura oposición. De aquí la moderación que ha tomado su discurso. Se dio cuenta que está cerca de gobernar y como consecuencia, con algunas propuestas controversiales ha dado marcha atrás, como por ejemplo con la libre portación de armas, propuesta que fue removida de su plataforma electoral.
Por lo tanto, de cara a octubre uno de los desafíos que enfrenta, no sólo de Milei sino también el resto de los candidatos es ir en busca de aquellos que no fueron a votar. O sea, que le quitan cuerpo al sistema. En 2023, la abstención subió a un total de 11.000.00 de personas lo cual es preocupante ya que, en términos absolutos, Milei saco menos votos, que la cantidad de gente que directamente no voto. Por lo tanto, allí se juega parte del destino electoral de las fuerzas. Otro desafío es, para Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, retener los votos de los adversarios de la interna. En el primer caso suena, a priori, más fácil ya que los une una suerte de identidad peronista o rechazo a la derecha, encarnada en Bullrich y Milei. En el caso de Juntos por el Cambio, Patricia enfrenta una tarea más ardua ya que, en el hipotético caso de Massa se modere y se coloque en el centro, con vocación de “unidad nacional”, dejando a Bullrich a la derecha y a Milei en el extremo, esos votos de Horacio podrían ir hacia Sergio. Mera especulación personal.
La realidad es que no sabemos a ciencia exacta qué va a pasar con esos votos, cuánto retendrán las fuerzas, cuánto incorporarán y cuál será el nivel de abstención. Lo que sí podemos notar es que lo que hace años parecía un bloque de hielo peronista, desde el 2021 ha comenzado a descongelarse. Primero con la pérdida del comando en el Senado, segundo por derrotas oficialistas en territoritos impensados donde el PJ gobierna hace décadas, y, por último, con el 3er puesto que obtuvo el oficialismo en las Primarias Nacionales. Por lo cual, esto nos lleva a pensar: “el peronismo está en retroceso, y ¿en descomposición?”.
👏👏👏
ResponderEliminarMuy interesante reflexión!👏👏
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