El escenario político de cara al ballotage es angustiante, un gran porcentaje de argentinos no se siente representado con ningún candidato y hasta llega a considerarlos como dos caras de la misma moneda. Frente a este desgano generalizado y el contexto crítico del país me surge la necesidad de escribir y expresar las razones por las cuales, en mi caso, el voto en blanco no es una opción. Antes de arrancar me gustaría aclarar que esta nota de opinión intenta ser simplemente un desarrollo de ideas fundadas bajo una lógica discursiva; mi idea es lograr debatir el voto del 19 de noviembre por fuera de nuestras ideologías personales y las chicanas políticas típicas de la previa electoral.
La fuente de inspiración de esta nota es Santiago Bilinkis, quien en el episodio 4 temporada 12 de su columna en Todo Pasa desarrolla por qué nos cuesta encontrar un buen candidato a presidente. De dicho capítulo destaco tres puntos claves para analizar el escenario político actual.
En primer lugar, se habla de lo difícil que es llegar a ser candidato a presidente debido a las trabas que el mismo sistema impone, haciendo que los que logran llegar a dicha instancia deban romper con varios ideales morales que solemos esperar de un líder político. En segundo lugar, más del 90% de las elecciones son ganadas por aquel candidato que posee más recursos, es decir que invierte más dinero en la campaña.
Y, por último, se menciona el hecho de que, en el fondo, los candidatos son un espejo de la sociedad a la que representan. Es decir, que para lograr atraer más votos intentan estar en constante sintonía con lo que la sociedad demuestra que valora. Siguiendo esta línea, si lo que muestran los candidatos no nos gusta, es lo mismo que mirarnos al espejo y que no nos guste nuestro reflejo. Yo me pregunto ¿vamos a dejar que siga todo igual o vamos a hacer algo al respecto?
El interrogante que puede surgir inmediatamente después de escuchar esto es cómo podemos hacer para cambiar esta realidad. Frente a esto Bilinkis nos plantea una pregunta interesante: ¿preferimos votar a alguien altamente capacitado con el que no estamos totalmente de acuerdo ideológicamente, o a alguien con quien coincidimos mucho más, pero no vemos como un líder competente?
Nuestro voto es un reflejo de lo que queremos ver en nuestros líderes. Si al votar castigamos la deshonestidad y la falta de coherencia podemos cambiar los incentivos del sistema político y presionar por dirigentes más íntegros. Cuando no nos sentimos representados por ningún candidato y optamos por el voto en blanco, estamos dejando pasar la oportunidad de indicarle a los políticos qué es lo que nuestra sociedad realmente valora.
Esta manera de actuar entiende al sistema democrático como uno de premios y castigos, en el cual al emitir nuestro voto enviamos un mensaje capaz de redireccionar las acciones de nuestros referentes. Es decir, está en nuestras manos el poder de reconfigurar el sistema político y poner fin a la eterna aspiración de vernos en el espejo y reconocernos en el reflejo.
Como suele hacer Bilinkis, al iniciar su columna compartió una encuesta sobre qué cualidades esperan los ciudadanos de un referente idóneo. La respuesta más popular fue que un buen presidente debe ser honesto y coherente. Entonces, ¿por qué no centramos nuestro voto en ir en contra de la deshonestidad y la falta de coherencia?
Lo que debemos preguntarnos frente a la urna este 19 de noviembre es ¿qué queremos castigar? Y ¿qué cualidades de los políticos actuales repudiamos? La realidad es que los candidatos ya fueron seleccionados, son sus caras las que van a estar en las boletas del cuarto oscuro, y eso no lo vamos a poder cambiar. Es algo que nos excede.
Lo que sí está a nuestro alcance es darle un voto de fe a quien creemos que cumple con la mayor cantidad de requisitos necesarios para ser un líder idóneo. En mi caso, optaré por Javier Milei, quien a mi criterio, y a pesar de sus claras imperfecciones, parecería tener un deseo genuino de mejorar nuestro país y una sólida preparación para hacerlo.
¿En qué me baso para decir esto de Milei? En primer lugar, el candidato ha reconocido abiertamente que existe un 50% de probabilidades de que su gobierno no funcione correctamente, ya que nunca ha tenido el poder en sus manos. Contrastemos estas probabilidades con la alternativa, es decir, un gobierno del ya conocido “superministro” Sergio Massa. En este caso, las probabilidades de un mal gobierno parecen cercanas al 100%.
La cartera que actualmente administra Sergio Massa ha causado serios problemas económicos y sociales. Desde el cierre de las importaciones, que ha dejado a los hospitales sin suficientes insumos para tratar patologías cardiológicas o realizar estudios por imágenes, hasta las políticas de “precios cuidados”, que han dejado al país sin combustible. De más está mencionar que el rango de la sociedad más vulnerable, es decir, los niños y los jubilados, están totalmente desatendidos. Vemos, no solamente en las noticias, como muchos de ellos son hoy incapaces de mantenerse a flote.
En segundo lugar, Milei puede no ser el favorito de los medios, pero su genuino deseo de mejorar el país es innegable. Podemos estar en desacuerdo con su programa de implementación o con su estilo mesiánico, pero lo que no podemos negar es que sus objetivos son legítimos. No necesita entrar en política por razones económicas; lo hace, como se dice en la jerga, “por amor al arte”. Esto pone de manifiesto sus convicciones y su sincero interés en mejorar el país, sin buscar beneficios personales, una característica que es difícil de encontrar en los líderes actuales.
En contraste, Sergio Massa parece más interesado en mantenerse en el poder a toda costa que en solucionar los problemas del gobierno que integra. La utilización de las herramientas del Estado para hacer campaña, es sólo una de las tantas cosas que me plantean serias dudas sobre su sinceridad y sus verdaderas intenciones. La emisión descontrolada, las políticas del Ministerio de Economía, enfocadas en aumentar el caudal de votos de cara a la elección, y la campaña de miedo que Massa intenta inculcar en la población, son la representación clara de todo lo que rechazo de la “política” actual, si es que podemos llamar a esto política.
A fin de cuentas, como ciudadanos, debemos reflexionar sobre qué cualidades priorizamos para nuestra dirigencia. Hoy tenemos la capacidad de marcar el camino y dejar en claro a qué tipo de líderes aspiramos.
Por ello, este 19 de noviembre mi voto va a ir para Milei, no porque me sienta representada al 100% por sus ideales, sino porque considero que darle mi voto es dar un paso hacia un sistema político con candidatos más competentes y honestos.
Muy bueno tu analisis marti pero para mi la eleccion son 2 argentinas totalmente distintas. No son comparables las ideas de milei con el atrasado y corrupto de massa
ResponderEliminar"¿preferimos votar a alguien altamente capacitado con el que no estamos totalmente de acuerdo ideológicamente, o a alguien con quien coincidimos mucho más, pero no vemos como un líder competente?" Creo que el verdadero problema lo tenemos quienes estamos totalmente en desacuerdo con las ideas de Milei. Nuestro dilema (y creo que el verdadero dilema) es elegir entre tirar a la basura todos nuestros ideales de lo que significa la libertad o la corrupción. Es una elección que simplemente no puedo tomar. El voto en blanco fue creado justamente para expresar el descontento hacia los candidatos presentados y ese es el mensaje que representa a gran parte de la población. Sería potente que el voto en blanco ganará lugar en las urnas y reflejaría fielmente los sentimientos de los argentinos frente a estas elecciones.
ResponderEliminar“Podemos estar en desacuerdo con su programa de implementación o con su estilo mesiánico, pero lo que no podemos negar es que sus objetivos son legítimos”. El problema es cuando los desacuerdos con Milei son cuestiones de fondo, de derechos humanos, de logros que no estamos dispuestos a negociar como sociedad. Ahi sus objetivos no son tan legítimos en contenido.
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