Ante todo el cambio

Por Juan Urien

@juanurien

La victoria de Javier Milei en el pasado balotaje del domingo 19 de noviembre, luego de una larga y ardua campaña, representa mucho más que un cambio de mandato. Los cambios que se produjeron en la sociedad responden a un cambio de época, independientemente de Milei y su presidencia. No solo por un aparente corrimiento de la sociedad hacia la derecha (aunque el electorado demostró́ ser muy volátil), sino también en las formas de hacer política. Muchas de las cosas que para la política tradicional son importantes, para la sociedad dejaron de serlo. 

Para empezar, ganó el candidato que más incertidumbre provocó y que aun siendo electo tiene varias indefiniciones respecto de su gabinete y algunas de sus medidas. La certidumbre de lo ya conocido y muy bien, fue una de las grandes razones para elegir otra cosa diferente. Buena parte de la sociedad puso un límite a largos años de una dirigencia política, que en su conjunto, no logró políticas públicas de calidad percibidas por la sociedad. 

De ahí́ el discurso anti casta o en contra del status quo. Estas elecciones perdió́ el candidato apoyado por gran parte de los medios tradicionales, por todos los medios públicos, por el inca, por los gremios y sindicatos, por la mayoría de artistas, por la mayoría de los presidentes de países de la región, por el Papa (al menos por la negativa), por la Iglesia y por la mayoría de los intelectuales. Y que además contaba con la caja del Estado y la utilizó a su favor. Parecía imposible que un tipo que no tenía el apoyo de nadie, que no se creía ni que iba a llegar al porcentaje necesario en las paso para participar en las generales, hoy sea presidente. 

Pero se tiró tanto de la soga y los dirigentes se alejaron tanto de la sociedad, desde los temas que debaten hasta la forma en la que viven, que dieron espacio a que esto ocurra, es decir, si alguien tiene la culpa de que haya ganado el menos político de todos, justamente son los políticos. Porque hace años que vienen degradando los cargos que ellos mismos ocupan y generando el caldo de cultivo para que un fenómeno así ocurra en Argentina. 

A mucha gente no le importo el apoyo de Lula ni de Boric a Massa, mucha gente a la hora de votar no escuchó a Sandra Russo, ni a Lali Esposito, ni a Wos, ni a Beatriz Sarlo, ni a Pablo Echarri. A muchas personas no les interesó la carta que firmaron no sé cuantos intelectuales expresando que con Milei se venía el autoritarismo y la pérdida de derechos. A muchos a la hora de votar no les intereso que casi que todos los medios al unísono decían que Milei es un loco, que tenía relaciones sexuales con la hermana y que hablaba con su perro muerto. Evidentemente no estaba en la agenda de gran parte del electorado ni la dictadura, ni Karina Milei, ni la venta de órganos. La gente dio el “salto al vacío” del que tanto se hablaba, porque estas elecciones ganó el cambio por sobre cualquier otra cosa. En las Paso un 30% del electorado votó convencida a Milei pero también voto en contra de la política o de los políticos. 

Es un resultado que desde mi óptica corresponde a una juventud energizada por la frustración de no ver futuro posible en su país. O para decirlo de una forma menos elegante, hay una gran cuota de enojo y de falta de representación en el voto a Milei. Pero demonizar el enojo es una conducta propia de él que hace enojar. Es más que válido el enojo, el cansancio y la frustración, sobre todo después de chocar tantas veces contra la pared. Y no me parece para nada descabellado que muchos elijan una opción distinta a todo lo que ya 

vimos. Optar por la demonización del enojo o por ser catadores del voto ajeno no parecería ser la opción más sana para nuestro país. 

Argentina eligió un presidente que jamás gobernó nada, justamente por esa razón, porque nunca fue gobierno. Entonces creo que habría que pensar que hicimos desde las instituciones y desde lo sistémico del país para que nuestra sociedad elija lo más alejado posible del establishment, del status quo y de la política, y para que el discurso en contra de todo eso pegue tan fuerte. 

Hay que pensar porque existió esa falta de representación enorme que luego Milei supo capitalizar, para no caer en los análisis simplistas, ni dejarse llevar por la tentación de creer que todo el que votó aquello que no me gusta se equivocó́. Ojala la política (ahora también Javier Milei y su equipo) y todo lo que la rodea tome nota del mensaje del domingo y podamos construir soluciones institucionales a problemas que venimos arrastrando hace mucho, con algo más de autocrítica y humildad para escuchar al que piensa diferente. 










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