Para que cualquier país del mundo prospere, es fundamental obtener una de las piezas centrales de cualquier economía: la inversión, ya sea interna o extranjera. Más allá de los beneficios económicos y laborales que pueda traer consigo una contundente inversión; lo que verdaderamente supone el acto de invertir es la confianza. Nadie va a depositar su dinero en un lugar que ya sabe de antemano que lo va a desperdiciar porque no es rentable o simplemente, por los abrumadores obstáculos para conseguir un mínimo de ganancia posible. No existe empresa o corporación que apueste ya sabiendo que va a perder. Por esto mismo recalco en la necesidad de la construcción de la confianza y de la imagen del país para lograr, entre otros objetivos, mayores inversiones.
En sintonía con lo anterior dicho, a
principios del mes de abril trascendió (tímidamente) la noticia de una
inversión por 550 millones de dólares para el establecimiento de un nuevo
puerto para la exportación agroindustrial. Estaría situado en la localidad
santafesina de Timbúes, a cargo de la empresa argentina Terminales y Servicios
S.A. Para concretar esta tarea, serán necesarias unas 600 personas de forma
directa y más de 2000 de forma indirecta en todo el proceso. Cabe destacar que
esta empresa nacional ya cuenta con el control de las Terminales VI y VII del
puerto de Rosario, demostrando cierto conocimiento y experiencia en materia
portuaria. No es mí objetivo detenerme en las conexiones políticas del dueño de
esta empresa, sino más bien, resaltar el impacto positivo para la economía
argentina de este aumento de capacidades y cómo puede incidir en el gobierno de
Javier Milei.
Además de los puertos de Bahía
Blanca, Quequén, entre otros, no podemos dejar de lado al nodo portuario del
Gran Rosario. Este complejo siempre se coloca en el primer o segundo puesto
(dependiendo el año) como el más grande del mundo en materia agroindustrial. El
80 por ciento de los productos argentinos que se exportan pasan por este lugar.
Sin dudas puede ser considerado como un componente estratégico fundamental para
el sostenimiento y el progreso del país. Y si a toda esta gran maquinaria
portuaria le agregamos un nuevo puerto en construcción, el salto se agiganta
aún más.
Tampoco es
coincidencia el hecho de que nos encontramos en una nueva campaña agropecuaria,
dónde el campo puede llegar a dejarle al país unos modestos 32.000 millones de
dólares. Por lo que un nuevo puerto apuntado a la exportación agroindustrial
como sería el de Timbúes, ayudaría enormemente a aumentar la eficiencia y la
logística de toda la operación. Ahora el desafío que presenta el Gobierno es en
qué gastar todo el dinero generado por el agro. Qué priorizar y qué desechar.
Qué proyectos dejar en pie y qué otros tirarlos por tierra ¿Avanzar hacia la
dolarización? ¿Levantar el cepo?
¿Refinanciar programas estratégicos como el del CAREM 25 de la CNEA? La
única alternativa que nos queda es esperar, más allá de las especulaciones que
podamos forjar.
El anuncio del
establecimiento de este nuevo puerto en Timbúes, debe ser sin dudas el norte a
seguir. A lo que me estoy refiriendo, es a la inversión para la recuperación o
potenciación de capacidades. Un puerto exportador es esencial. También lo es
una mejor infraestructura férrea, un mayor control en las fronteras, un fuerte
aumento en la seguridad interna, contar con mejores medios militares e instalar
industrias fuertes y pujantes. Parece mucho lo que hay que hacer, pero de a poco
con pequeños actos, la imagen del país ante el mundo puede cambiar, trayendo
consigo nuevos aires. No es ninguna verdad revelada, pero siempre el problema
osciló entre una mala elección de los medios para llegar al fin, o
directamente, el fin propuesto estaba totalmente corrompido. El verdadero
desafío del Gobierno consiste en ser capaz de ver más allá de lo inmediato,
destinar tiempo y dinero en aquellas áreas dónde el beneficio no es
instantáneo, sino que se alcanza a largo plazo pero el impacto es enorme. Es
entendible que no se puede invertir en un puerto todos los días o directamente
descuidar lo propio de la política cotidiana por estos motivos. Ahí actúa la
prudencia y la habilidad para gestionar a su debido momento todas las metas.
Es hora de una rigurosa
planificación en torno a las estrategias a adoptar para lograr el crecimiento y
desarrollo del país, combinando objetivos a corto, mediano y largo plazo,
contemplando todas las áreas de la vida humana y social. No basta con tener
todo el dinero del mundo, es vital saber dónde y en qué proporción colocar ese
dinero. Y por ahora, teniendo en cuenta el ajustado y efervescente contexto, es
fundamental revitalizar los puntos estratégicos antes mencionados. Que el caso
del puerto en Timbúes no sea una anécdota esporádica y se transforme en una
realidad constante de la Argentina del mañana.
Autor: Blas Rossi Lomonte
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