En su biografía de YouTube, el Archivo de la Memoria Trans (AMT) se presenta como “la recolección y protección de la memoria trans en fotos, recortes, vídeos, revistas, películas, entrevistas e historias contadas por las sobrevivientes”.
La memoria trans puede ser representada como un collage, un collage donde las vivencias individuales se entretejen en una historia colectiva contada por sus protagonistas. Antes de este proyecto, fundado en 2012 por la activista trans María Belén Correa, los archivos de la comunidad travesti-trans en Argentina se encontraban en los registros psiquiátricos y policiales. Patologizar a las disidencias sexuales, catalogándolas de “enfermas mentales”, e ilegalizarlas por medio de los edictos policiales (que permitían apresarlas en la vía pública) fue el doble eje que marcó a fuego sus vidas durante la segunda mitad del siglo XX.
Travesías de exilio y de encuentro
Se avizora una cualidad nómade en el pasado de estas mujeres. Tramas de pueblos chicos e infiernos grandes, discriminación, silenciamiento, hartazgo. Anhelos de nuevos horizontes. “El exilio me marcó para siempre”, afirma María Belén en una serie documental de Canal Encuentro sobre el AMT. Hay un patrón de exilio, sí, pero también hay uno de encuentro.
Hacia fines de los ochenta e inicios de los noventa, la Ciudad de Buenos Aires se convierte progresivamente en el epicentro de la escena trans. El anonimato de la ciudad que no duerme vuelve irresistible la polución sonora y el movimiento perpetuo de sus calles. La mayoría, sin una casa propia, alquila en hoteles y no pasa mucho antes de que comiencen a detectar un patrón: los dueños les cobran el cuarto hasta tres veces más caro. Algunas deciden tomar los hoteles en señal de protesta. Esto se repite muchas veces a lo largo de la década menemista. Los hoteles tomados pronto se convierten en refugios y florece una comunidad cultivada en la convivencia.
La caja de Claudia Pía Baudracco
En el documental de Canal Encuentro, María Belén comenta que, cuando una mujer trans moría, la familia se apresuraba en tirar las fotos porque éstas representaban el “testimonio de la oveja negra”. Pero muchas de estas fotografías -gracias al esfuerzo de las compañeras que las recuperaban- sobrevivieron no sólo al abandono familiar, sino también a los allanamientos policiales. En el propio material fotográfico, en las lesiones de las imágenes, se constata esa lucha entre el olvido y el recuerdo, entre el intento por borrar una identidad y el esfuerzo por rescatarla.
El AMT tuvo una predecesora: la caja de la activista trans Claudia Pía Baudracco, quien tenía la costumbre de llevarse sin pedir permiso las fotos de sus compañeras y atesorarlas en la caja. Al morir en el 2012, el trabajo archivístico lo continuó María Belén. A las fotografías les sumó archivos de distinto formato que no hicieron sino enriquecer el AMT: pasaportes, postales, documentos, cartas, negativos de fotos que nunca se revelaron. Todos objetos que encapsulan vidas enteras.
Hubo un momento determinante para María Belén. Una respuesta, mejor dicho. En una entrevista, les preguntan a las Abuelas de Plaza de Mayo cómo lograron tener uno de los archivos más importantes de la dictadura con un estado “que se encargó de ocultar todo”, a lo que ellas responden que tenían lo más importante: la memoria del sobreviviente del terrorismo de Estado. María Belén cayó en la cuenta de que también en el caso de la población travesti-trans había sobrevivientes y muchas experiencias por contar. Ahora, tocaba agruparlas.
Un grupo de Facebook creado por la fundadora del AMT funcionó como espacio de encuentro virtual para mujeres trans argentinas o extranjeras que residieron en el país entre los cuarenta y los noventa. El acervo fue creciendo y dos años después, en el 2014, de la mano de la artista visual Cecilia Estalles comenzó un trabajo de recopilación y preservación del material, hoy disponible en versión web (https://archivotrans.ar/index.php) y en formato analógico en la tienda online del AMT.
Pasos hacia la reparación
Ciertas estadísticas son un golpe de realidad para quienes no forman parte del colectivo travesti-trans y eligen interiorizarse con su contexto. A fines del año pasado, se publicó el Primer Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica en la Argentina. Durante 2023, este estudio recabó datos sobre las condiciones de vida de más de 15 mil disidencias sexo-genéricas y arrojó luz sobre las múltiples vulnerabilidades a las que son expuestas. La deserción escolar, la falta de acceso al trabajo y el bajo nivel de ingresos afectan especialmente a mujeres y varones trans, y personas no binarias. Hay un muro, invisible para las sociedades, que les imposibilita el acceso a oportunidades en materia educativa, profesional y económica. Una vez que este entramado estructural de violencia y discriminación se transparenta, no sorprende enterarse de que la expectativa de vida de las personas trans ronda entre los 30 y los 40 años, un número drásticamente menor al de la población general, que en 2024 alcanzó los 77,5 años según la Organización Panamericana de la Salud.
Un paso concreto hacia la reparación estatal de este colectivo fue la conquista del Cupo Laboral Travesti Trans (Ley 27.636), sancionado en el 2021 al calor de la movilización del activismo LGBTIQ+. Esta ley en particular implicó una transformación en sus condiciones materiales de existencia dado que estableció un cupo de al menos un 1% en los puestos del Sector Público Nacional (SPN) para la población travesti-trans. Para la gran mayoría significó su primer encuentro con el empleo formal en un contexto estructural de exclusión laboral.
Un paso adelante, dos atrás
El Cupo Laboral Travesti Trans hoy peligra. Desde su aprobación hasta noviembre de 2023, la incorporación del colectivo TTNB en el sector estatal se desarrolló de forma lenta, pero progresiva. Apenas un mes después, en diciembre, hubo un parteaguas para el personal del sector público bajo la nueva política de austeridad fiscal del gobierno de La Libertad Avanza. En las distintas áreas del Estado comenzaron a sucederse despidos masivos que, al principio, contemplaban una ley protectora como es el Cupo Laboral Travesti Trans. Sin embargo, según un relevamiento de la Organización Zagúan TranSindical, de febrero a julio del 2024 se ejecutaron 150 despidos de personas TTNB, lo que interrumpió y desaceleró el cumplimiento de la cuota del 1%.
Esta decisión se enmarca en un encadenamiento de acciones gubernamentales que atentan contra las mujeres y diversidades. Algunas de las más difundidas son la disolución del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la nación -y, con éste, la eliminación de políticas públicas de reparación y acompañamiento- y la modificación por decreto de la Ley de Identidad de Género, que prohíbe tratamientos hormonales en jóvenes trans menores de 18 años (despejando el camino a posibles problemas de salud mental en aquellas adolescencias trans que ven impedido su derecho a la identidad de género). En el marco de los esfuerzos conjuntos de la Federación Argentina LGBT+, organizaciones y abogados voluntarios, recientemente se ordenó la suspensión del decreto en CABA y se reanudaron los tratamientos hormonales.
Huellas que no se borran
Esta es una época de retrocesos, no hay dudas. Pero allí donde hay retroceso, hay lucha y avance. Estos tiempos difíciles quedarán en la memoria, como también permanecerán en el recuerdo las desaparecidas en dictadura y en democracia, las exiliadas y las sobrevivientes. Cada persona del colectivo forma parte del collage de la memoria trans, que, a su vez, se inscribe en una memoria mayor: el imaginario social del pueblo argentino.
Todo está guardado en la memoria. Y los pueblos no olvidan.
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