Mientras Ecuador sigue en plena contienda electoral, resurge el mismo reclamo de siempre posterior a toda elección: los encuestadores no logran anticipar los resultados. En esta ocasión surge la duda de cómo es posible que nadie haya podido prever el resultado tan reñido que, aparentemente, dejó en una posición muy ventajosa a la candidata correista.
En primer lugar, se debe aclarar que no había unanimidad en cuanto al triunfo del presidente Daniel Noboa en primera vuelta. De hecho, antes del primer debate presidencial varios sondeos lo ponían debajo de Luisa González por varios puntos. Resulta llamativo el caso de Informe Confidencial, histórica consultora ligada al analista Jaime Duran Barba, la cual otorgaba una ventaja oficialista de 37 a 32 puntos porcentuales, enfatizando la dificultad de la oposición de reunir votos blandos que no veían con buenos ojos un retorno al poder de Rafael Correa. Luego de los comicios, el analista argumentó que se “dio una polarización total” en la que Noboa generó el rechazo no solo del núcleo duro correista, sino también de otros sectores. Así, el error del candidato habría sido “abrirse demasiados frentes al mismo tiempo”. Es una reflexión que resulta relevante ya que el fenómeno del voto negativo no sería exclusivo de un solo país, y en consecuencia es imposible no pensar en cómo se desarrollaría ese fenómeno en el resto de Latinoamérica, y particularmente en Argentina. Aun con un kirchnerismo debilitado en la opinión pública, ¿podría la estrategia del mileismo de pelearse con toda la “vieja política”, ser en realidad un arma de doble filo que termine favoreciendo un nuevo renacer del peronismo? Existe un curioso paralelismo entre ambos países: en la noche electoral la candidata opositora sintetizó esa dicotomía al dirigirse a sus seguidores: “Daniel Noboa representa el miedo y nosotros la esperanza”, una frase que pudo haber resonado en la mente de muchos votantes.
No obstante, cada fenómeno electoral se desarrolla en un contexto específico. Desde hace varios años, Ecuador ha sufrido una oleada de violencia sin precedentes: en 2023, año en que Noboa asumió la presidencia, el país contabilizó 45,1 homicidios por cada 100 mil habitantes, convirtiéndose en el más violento del continente. Por caso, la ciudad de Durán, suburbio de Guayaquil de unos 300 mil habitantes, con 148 homicidios por cada 100 mil habitantes, logró el triste récord de ser la más violenta del mundo. Si bien durante el primer año de su mandato bajaron los homicidios, no fue una baja significativa, e incluso hubo un leve repunte a inicios de este año, convirtiendo a este enero en el más violento de la historia. Toda esa situación se vio agravada por la grave crisis energética iniciada en 2023, que llevó incluso al racionamiento eléctrico, lo que no sólo deterioró la calidad de vida de los ecuatorianos, sino que también agravó el clima de inseguridad, contribuyendo a una sensación de caos. El lector no debería confundirse: no es correcto afirmar que la población local no pondera positivamente la utilidad de las Fuerzas Armadas en esta problemática. En abril de 2024, el gobierno llevó a consulta popular una serie de medidas para combatir la inseguridad, entre las que se destaca el accionar de los militares para combatir el crimen organizado y el traslado de nacionales a la justicia de otros países. Todas estas iniciativas contaron con el apoyo de la inmensa mayoría de la sociedad.
He allí ciertas máximas de la opinión pública que no podemos olvidar: predecir el resultado de una elección únicamente en base a una votación previa, por poco tiempo que haya pasado, no necesariamente es una buena guía. Del mismo modo, estimar que una persona que está de acuerdo con las visiones que la gran mayoría también apoya puede ser un error. No es lo mismo votar a favor o en contra de ciertas iniciativas que elegir a una persona que debe conducir el destino del país. Una cosa es votar por temáticas, otra es juzgar una gestión. Por esos motivos, sumado a las encuestas reídas, es difícil saber quién ganará. El segundo debate entre los dos candidatos pudo ser determinante, pero según los estudios no ha habido un cambio de tendencia significativo. Tampoco parece haberlo tenido otros eventos como la “alianza estratégica” del gobierno con el empresario en seguridad privada Erik Prince, o la interminable pelea política entre Noboa y su vicepresidente Verónica Abad, quien incluso recientemente lo acusó de fomentar la violencia en el país tras la decisión de la justicia de negarle derechos políticos a raíz de una denuncia impulsada por la Cancillería. Shila Vilker, reconocida analista política argentina cuyos estudios anticiparon la buena performance correista en primera vuelta, explica que Luisa González ha podido trascender su tradicional núcleo duro para conseguir más votantes que están insatisfechos con la situación económica y de inseguridad. Aquella sensación de “violencia” generalizada, según Vilker, es tal, que gran parte de la población ya no está dispuesta a tolerar, y la ha llevado a votar por alguien a quien no hubieran elegido en otra circunstancia.
Resta ver cómo se desarrollarán los acontecimientos los próximos días. Por el momento la noticia relevante de los últimos días fue que organizaciones indígenas, históricamente en contra del correísmo por su postura extractivista, han expresado su apoyo a Luisa González. Resta ver si esos votantes indígenas, que en primera vuelta otorgaron un nada despreciable 5,25% al movimiento indígena Pachakutik, seguirán la línea de sus dirigentes o si se producirá una nueva sorpresa en el balotaje.
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