Cumbre de Alaska: ¿Qué nos queda de una reunión infructuosa?


Autor: Daniel Ortega

El presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Donald Trump mantuvieron en Anchorage, Alaska, una cumbre que cautivó la atención del mundo. La reunión, de casi tres horas, no concluyó en acuerdos ni compromisos firmes, aunque ambos mandatarios expresaron la intención de continuar los diálogos de paz. El gesto diplomático significó un quiebre en el aislamiento internacional que Rusia enfrentaba desde 2022 debido a las sanciones impuestas por Occidente.
El encuentro generó interrogantes sobre el futuro de la relación de Estados Unidos con Ucrania, ya que la política de “America First” de Trump prioriza reducir los compromisos defensivos y cuestiona la continuidad del apoyo militar a Kiev. Esto abre la posibilidad de que una eventual negociación incluya concesiones territoriales desfavorables para Ucrania.
En el plano geopolítico, analistas interpretan el acercamiento a Rusia como parte de la estrategia de Washington para contrarrestar la influencia creciente de China, en lo que algunos describen como un “Kissinger a la inversa”. Bajo esta lógica, un vínculo pragmático con Moscú podría servir para debilitar la alianza sino-rusa y reposicionar a Estados Unidos en el tablero internacional.
El pasado viernes, ante los ojos del mundo, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, se reunió con su contraparte estadounidense, Donald Trump, en Anchorage, Alaska, en lo que fue la primera reunión del presidente ruso con un mandatario de occidente desde el inicio de su invasión a Ucrania en 2022. A pesar de la notoriedad del encuentro, este no resultó ni en un acuerdo, ni en ningún compromiso firme para la resolución del conflicto. Al finalizar una extensa charla de casi tres horas, ambos mandatarios dieron una conferencia de prensa en conjunto, donde no expusieron en detalle lo hablado, más allá de una intención mutua de continuar diálogos de paz. Terminada esta conferencia, ambos presidentes se retiraron sin contestar preguntas de la prensa.

Sin un resultado claro, ni una resolución a la vista, la cumbre dejó numerosas interrogantes para el futuro. En primer lugar, la cuestión más clara es quién salió más beneficiado por la reunión. Rusia venía siendo un paria internacional desde 2022, ya que, en respuesta a la invasión de Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos, entre varios países, aplicaron fuertes sanciones a Rusia y la dejaron aislada diplomáticamente, al menos frente a países de Occidente. Esta cumbre rompe casi definitivamente esta tendencia, Putin fue tratado de forma diplomática y se espera que en el futuro se busque una resolución que, cuanto menos, tenga consideración por los objetivos de Rusia al iniciar el conflicto, en lugar del cese al fuego unilateral que espera el gobierno de Ucrania. Esto nos lleva a una de las dudas más fuertes de la cumbre: ¿cómo tratará Trump al gobierno de Ucrania de ahora en más? Ya desde la reunión que tuvo el mandatario estadounidense con su contraparte ucraniana en febrero de este año se había visto una fuerte grieta en la relación entre ambos. El eslogan de “America First” del presidente estadounidense no se ha extendido únicamente a la materia comercial, sino que uno de sus puntos de campaña más fuertes ha sido, ya desde su primera presidencia, una política internacional de disminuir al mínimo los compromisos defensivos de Estados Unidos.

Precisamente el conflicto de Ucrania fue uno de los que más criticó el presidente desde su campaña, apuntando a su antecesor como el principal responsable de su escalamiento hasta llegar a la crisis que vivimos hoy. Si bien sus promesas de un cese al fuego no se han cumplido, y de hecho ahora cambió su enfoque hacia buscar un “acuerdo de paz”, está claro que Trump considera la resolución del conflicto en Ucrania como uno de sus principales ejes en política exterior, una noticia más que amarga para la causa ucraniana, pues no parece estar fuera de discusión el ceder parte del territorio en disputa para brindar una solución al conflicto.

Posiblemente la cuestión más interesante, sin embargo, es analizar la razón del acercamiento a Rusia. Ambos presidentes han gozado siempre de una relación muy cercana, lo que le ha costado a Trump constantes acusaciones de confabulación con el gobierno de Moscú ya desde su primera presidencia, sin embargo, hay bastante para analizar sobre el acercamiento reciente con el presidente. La estrategia exterior de ambos gobiernos de Donald Trump se ha centrado principalmente en aislar y reducir la influencia de China, con mayor o menor éxito. En el marco de este enfrentamiento con China, que los aranceles de este año han agravado, muchos analistas han hablado del acercamiento diplomático a Rusia como un “Kissinger a la inversa”, en referencia al acercamiento que este último buscó durante la administración de Richard Nixon, posterior a la ruptura sino-soviética, con el objetivo de erosionar la influencia de la URSS dentro del bloque comunista. Bajo esta mirada, un acercamiento a Rusia sería una forma de separar a las dos potencias y erosionar la influencia de China. Esta es solo una de las interpretaciones geopolíticas para explicar las acciones de Trump y su estrategia global, lo cierto es que, conforme se van materializando los resultados, se verá con certeza los objetivos de la administración estadounidense actual.


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