Sin un resultado claro, ni una resolución a la vista, la cumbre dejó numerosas interrogantes para el futuro. En primer lugar, la cuestión más clara es quién salió más beneficiado por la reunión. Rusia venía siendo un paria internacional desde 2022, ya que, en respuesta a la invasión de Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos, entre varios países, aplicaron fuertes sanciones a Rusia y la dejaron aislada diplomáticamente, al menos frente a países de Occidente. Esta cumbre rompe casi definitivamente esta tendencia, Putin fue tratado de forma diplomática y se espera que en el futuro se busque una resolución que, cuanto menos, tenga consideración por los objetivos de Rusia al iniciar el conflicto, en lugar del cese al fuego unilateral que espera el gobierno de Ucrania. Esto nos lleva a una de las dudas más fuertes de la cumbre: ¿cómo tratará Trump al gobierno de Ucrania de ahora en más? Ya desde la reunión que tuvo el mandatario estadounidense con su contraparte ucraniana en febrero de este año se había visto una fuerte grieta en la relación entre ambos. El eslogan de “America First” del presidente estadounidense no se ha extendido únicamente a la materia comercial, sino que uno de sus puntos de campaña más fuertes ha sido, ya desde su primera presidencia, una política internacional de disminuir al mínimo los compromisos defensivos de Estados Unidos.
Precisamente el conflicto de Ucrania fue uno de los que más criticó el presidente desde su campaña, apuntando a su antecesor como el principal responsable de su escalamiento hasta llegar a la crisis que vivimos hoy. Si bien sus promesas de un cese al fuego no se han cumplido, y de hecho ahora cambió su enfoque hacia buscar un “acuerdo de paz”, está claro que Trump considera la resolución del conflicto en Ucrania como uno de sus principales ejes en política exterior, una noticia más que amarga para la causa ucraniana, pues no parece estar fuera de discusión el ceder parte del territorio en disputa para brindar una solución al conflicto.
Posiblemente la cuestión más interesante, sin embargo, es analizar la razón del acercamiento a Rusia. Ambos presidentes han gozado siempre de una relación muy cercana, lo que le ha costado a Trump constantes acusaciones de confabulación con el gobierno de Moscú ya desde su primera presidencia, sin embargo, hay bastante para analizar sobre el acercamiento reciente con el presidente. La estrategia exterior de ambos gobiernos de Donald Trump se ha centrado principalmente en aislar y reducir la influencia de China, con mayor o menor éxito. En el marco de este enfrentamiento con China, que los aranceles de este año han agravado, muchos analistas han hablado del acercamiento diplomático a Rusia como un “Kissinger a la inversa”, en referencia al acercamiento que este último buscó durante la administración de Richard Nixon, posterior a la ruptura sino-soviética, con el objetivo de erosionar la influencia de la URSS dentro del bloque comunista. Bajo esta mirada, un acercamiento a Rusia sería una forma de separar a las dos potencias y erosionar la influencia de China. Esta es solo una de las interpretaciones geopolíticas para explicar las acciones de Trump y su estrategia global, lo cierto es que, conforme se van materializando los resultados, se verá con certeza los objetivos de la administración estadounidense actual.
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