“La Guerra de los 12 Días”, un conflicto sin buenos, únicamente malos.


Autor: Tomas Valentino Barreto

La guerra que enfrentó a Israel e Irán por 12 sangrientos días nos dejó con un triste saldo de más de 400 iraníes y 24 israelíes fallecidos entre ambos países, y miles de heridos, según la ONU (aunque la misma aclara que los registros de otras organizaciones elevan estos números), sin contar las grandes pérdidas materiales e infraestructurales, por lo que cabe hacerse una simple pregunta: ¿Por qué?

Antes que nada, ese “¿Por qué?” no es una búsqueda de las causas remotas e inmediatas del conflicto. Si uno se basara en estas al momento de la reflexión, se debería mencionar a la revolución, la cual llevo al poder a los Ayatolas de Irán en 1979, el financiamiento de los mismos a los distintos grupos terroristas que atacaban violentamente a la población israelí, su retórica basada en la eliminación completa del estado de Israel, pero también debería contarse los constantes e incesantes ataques israelíes contra las instalaciones e infraestructura iraní, con el único objetivo de detener su programa nuclear, además de las distintas misiones de asesinato llevadas a cabo hacia aquellos científicos o miembros de alto rango del país musulmán. Pero si se tuviera que decir la causa que desencadenó todo, podríamos expresarla en la operación “León Ascendente” que inició la guerra el viernes 13 de junio.

El fin del cuestionamiento por el “¿Por qué?” es algo más crítico: ¿Por qué se hizo esta guerra? ¿Por qué se arrastró al sufrimiento y al terror a dos poblaciones que siguen sin conocer lo que es la paz? ¿Qué se ganó con todo esto?

Primero que todo, vamos a desmentir esa idea que todo fue para acabar con la industria nuclear iraní y con su intento de alcanzar armas de destrucción masiva. Esta excusa se desmiente cuando se observa que ya al segundo día del conflicto, los ataques israelíes se extendieron al sector energético iraní, al tercero, a Teherán, y al cuarto día, ya se sumaban a la lista de objetivos los civiles, como se demuestra con el ataque a un Hospital Farabi de Kermanshah o el edificio de televisión pública de Irán. Cabe destacar que, aunque no fueron los que formalmente iniciaron el conflicto, los misiles y drones iraníes fueron apuntados rápidamente a zonas civiles, demostrado en su ataque a Tel Aviv al segundo día de empezado el conflicto.

Entonces, nos damos cuenta de que todo el conflicto fue una excusa, una búsqueda de “sacarse las ganas” y finalmente luchar este conflicto a gran escala que desde hace tanto anhelaban los fanáticos sionistas que sueñan con un “Gran Israel” sin enemigos claros, enfrentándose con los fanáticos musulmanes, que no tendrían ningún reparo en desaparecer totalmente a Israel de la faz de la tierra, y ahora, con un Estados Unidos que busca recuperar el prestigio internacional que piensan que le precede. Todo esto, obviamente, sin importar la vida de los civiles.

En Israel, sigue en curso la crisis humanitaria en Gaza, donde miles no tienen para comer, son asesinados o se suman a Hamas, siendo crueles e inhumanos contra los crueles e inhumanos. Mientras tanto, el pueblo iraní sigue sufriendo de una represión severa, vigilados desde cada rincón, obligados a obedecer las duras leyes islámicas, como la del hiyab, que dejó un río de sangre en 2022 con la triste muerte de Mahsa Amini, que dio paso represión brutal, junto a las ejecuciones que muchos de los detenidos por las protestas (BBC, 2022).

Es en demasía evidente que las prioridades están en el poder y prestigio antes que el bienestar general de la población, la cual es usada con slogans nacionalistas para justificar sus atrocidades.

Si la comunidad internacional verdaderamente deseara resolver estos conflictos, se deberían dejar de lado los tristes matices que dividen sin sentido a las personas: no por ser de una ideología específica deberías justificar a uno de los bandos, ni mucho menos olvidarnos de las atrocidades que se cometen en el otro, ambos hacen mucho daño, y ninguno de los dos merece nuestro apoyo.

Hasta entonces, la indignación será cegada y unilateral, y el accionar internacional, lento e ineficaz como muchas veces lo demostró. Pero, sigo confiado en que, en algún momento, se subirá la vara del debate y se tomarán medidas concretas contra estas violaciones de los derechos humanos, y que, esa gente, pueda vivir en paz tanto en esta como en las siguientes generaciones.   



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