El campo y el gobierno: una relación amor-odio

   La semana pasada nos levantamos con anuncios que parecían figurita repetida. Con titulares de diario que uno siente haber leído mil veces. 

  Una vez más el Estado decidía subir retenciones y prohibir la exportación de algunos alimentos o productos derivados. Una vez más un funcionario público aparecía en primera plana criticando a los productores con sus ‘4x4 y departamentos en Miami’ que ‘juegan con la mesa de los argentinos por sus ganas de especular y lograr mayores ganancias’. Una vez más.

  Nací con la crisis del 2001. Mis recuerdos de la escena que relaciona al campo con el gobierno son en su mayoría, sino en su totalidad, de enfrentamiento. Las noticias que me acompañaban sobre el campo mientras iba creciendo llevaban siempre la palabra retenciones, prohibiciones y protesta. También se escuchaba a dirigentes sociales y políticos criticando y defenestrando a un sector del cual vivían. No voy a ponerme a enumerar todos los adjetivos con los que se atacaba, y se ataca, al que debería ser un sector respetado y reconocido por su importancia económica y social. Lo más triste, es que con hacer un simple ejercicio uno puede comprobar que esta situación está lejos de haber cambiado. Entrando a Google y escribiendo las palabras campo y gobierno tenemos el ejercicio hecho. Miles de noticias saltan en frente nuestro, gastando las palabras ‘conflicto’, ‘retenciones’, ‘malestar’.

  Es que la relación entre el gobierno de turno con el campo es, por usar una palabra de moda, tóxica. Romantizándola, podemos decir que es una relación de amor-odio.

  ¿Odio? Esta parte es más fácil de entender, es lo que vemos día a día. Cotidianamente nos encontramos con frases hechas que castigan a los productores y a toda la gente que depende y vive del campo. ‘Oligarcas’, ‘ricos de 4x4’, ‘especuladores’, ‘destructores del ambiente’, ‘sojeros’, ‘agrotóxicos’, etc. Formas eternas de atacar al que es el motor productivo de la argentina desde tiempos históricos. Pero hoy se mete a todo y todos en un mismo relato, lleno de demonios. Se va construyendo en el imaginario colectivo una imagen totalmente falaz. Esta imagen del campo como ‘los ricos malos que suben el precio del pan para ser más ricos’ lleva a justificar acciones totalmente reprobables en la mente de mucha gente común. 

  Desde la justificación a las retenciones asfixiantes hasta la toma de tierras, el campo es víctima de un odio social fomentado desde el gobierno. Es víctima del mismo discurso que romantiza la pobreza y condena toda forma de progreso, que cuelga en el mérito un cartel peyorativo. Se hace creer que lo que logran los productores no es mediante trabajo duro y esfuerzo. Se ve la necesidad de tener que justificar lo que normalmente se da por entendido, se condena producir y generar riqueza cuando, en realidad, es lo que lleva a la erradicación de la pobreza y al desarrollo del país. Pero la intolerancia no queda solo en palabras tanto desde el lado del gobierno como de personalidades sociales, el campo tiene que ponerse firme frente a batacazos como el cepo a la carne, el dólar a precio de productor, las retenciones, la toma de campos, los incendios y roturas de silo bolsas, por no extender más la lista.

  ¿Amor? Es la última palabra que a muchos se nos ocurre para describir esta extraña relación. Si, amor. Porque a pesar del ataque continuo, el gobierno no puede vivir sin el campo. Parte de la sociedad, que lo demoniza, no puede vivir sin el campo. Necesita de sus recursos. Necesita de la riqueza que genera la tan odiada soja. Lo necesita, por lo tanto, a pesar de tantas chicanas, nunca lo llega a ahogar. Muchos funcionarios se llenan la boca hablando de defender la ‘mesa de los pobres’, aunque todos sabemos que con sus políticas logran lo contrario y que en realidad lo único que buscan entre tanta retención e impuesto es mantener sus privilegios de ‘casta política’, por robarle un término a Milei. La gran contradicción, porque si algo le sobra a Argentina son contradicciones, es que se critica a los generadores de la riqueza que pagan y que sostienen mediante impuestos al resto de la economía.

  La gran pregunta que me surge ante tantas noticias de ataques, verbales y físicos, es ¿cuándo? ¿Cuándo se va a dejar de castigar al campo? ¿Cuándo nos van a dejar sentirnos orgullosos de un sector que tiene todo el potencial para ser el empuje del país? 

  Hablaba de contradicciones. Estamos cansados de escucharlo, pero ¿No es la más grande de las contradicciones que como sociedad, yendo a algo más amplio que el solo gobierno de turno, castiguemos al que fue, es y será el gran motor productivo de Argentina?

Por Paz Dillon




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