En un texto muy interesante del sociólogo argentino Juan Carlos Torre, el plantea la ventana que se le abrió a un partido como el PRO después de la crisis del 2001. Luego de décadas de peronismo y radicalismo, el país estalla en una de las peores crisis de su historia y se genera una ruptura enorme entre el pueblo y la política. La gente enojada pedía que se vayan todos. El peronismo con el nivel de lealtad al que nos tiene acostumbrados su electorado, mantuvo su caudal electoral, mientras que el radicalismo perdió mucha fuerza y demasiados votantes que ya no se sentían representados.
Torre llama a este grupo que no se siente representado por ningún partido “los huérfanos de los partidos políticos”. Esta crisis de representación, cansancio de la política tradicional y enorme repudio a las gestiones anteriores, efectivamente presentaba una gran oportunidad para alguien que venga de afuera de la política, fresco y con ideas nuevas. Así fue como Mauricio Macri, un empresario exitoso y outsider de la política, supo aprovechar el bache de la política tradicional. Hablando de ecología, sustentabilidad, inseguridad y economía, se ganó la atención de la gente y sobre todo lleno a los jóvenes de mucho optimismo.
El PRO opto por captar políticos de los partidos dominantes en la Argentina, sobre todo del radicalismo cuando este había perdido gran parte de su base electoral. Hoy ya no es visto como un partido con ideas nuevas y renovadoras, sino por el contrario, ya es una coalición que responde más a características radicales (como partido) que a una nueva forma de hacer política y de gestionar. Ya gobernó y ya fue oposición, y en ambos roles cometió muchos errores que se repitieron durante la historia de nuestro país.
Creo que como casi todo en la Argentina, hoy este ciclo se repite y se renuevan los “huérfanos de los partidos políticos”, ya que la Argentina atraviesa también una crisis fatal, luego de una pandemia que destruyo mucho más que la economía. Como en el 2001, somos una población absolutamente desconfiada de sus políticos, sin dudas, una desconfianza más que justificada. Esto genera, un notorio crecimiento electoral de la izquierda, pero sobre todo el surgimiento de “outsiders” de la política, que se están incorporando al sistema. El caso de los liberales es el principal, con fenómenos como el de Milei y Espert. No es casualidad que los dos sean economistas, ya que para captar a los reacios de las políticas de siempre ya no hace falta hablar de sustentabilidad, ecología o una nueva forma de gestión, ya que hoy la principal preocupación de los argentinos no representados, es la economía que cae en picada.
El discurso de los recientemente incorporados es algo menos pretencioso de lo que fue el del PRO en su momento y pone foco en sentido común y en hacer las cosas que hicieron los países que funcionan. El problema es el mismo que tenia el macrismo en ese entonces, la dificultad de armar algo nuevo en un sistema político que tiene dos grandes partidos con poder para generar cambios estructurales. El PRO lo soluciono incorporando políticos con experiencia en un principio y también ya con más trayectoria como partido (caso Pichetto, por ejemplo), aunque esto lo llevo a estar atado a la política más tradicional. Esto le permitió llegar en mucho menos tiempo a todo el interior del país, siendo un partido con bases en la capital. Le funciono como un arma de doble filo, ya que adelanto procesos, pero termino perdiendo su consigna inicial de cambio.
Hoy no se ve indicio alguno de que el ala liberal se junte con Juntos por el Cambio, porque son los más críticos de su oposición y sobre de todo de su anterior gestión. Tal vez ellos si estén dispuestos a tomar el camino mas largo, en un Argentina llena de urgencias y no tan amable con los idealistas. Permitirse no ser pragmático en la política argentina es de lo mas disruptivo y audaz, y sin dudas es lo más difícil. En la política jamás se decide entre dos opciones absolutamente favorables y esta no va a ser la excepción.
Por Juan Urien
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