Todos los días 5 de Junio se festeja en el mundo, y por lo tanto también en nuestro país, el Día Mundial del Medio Ambiente. Más allá de la propuesta por la ONU y los organismos internacionales de los cuales Argentina es parte, uno debe ver en la práctica del día a día cuál es nuestro compromiso por el cuidado de nuestro territorio, sus recursos y bellezas.
Si analizamos el marco legal que actúa como la base de la temática ambiental, podemos ver leyes como la 27.621 que trata sobre la educación ambiental integral, la 27.520 sobre los presupuestos mínimos destinados de adaptación y mitigación del cambio climático, entre otras más. Sumando también la adhesión argentina a tratados internacionales como el Acuerdo de París, el Acuerdo de Escazú, etc.
Aún así, pueden existir las normas y en la realidad cotidiana no ser acatadas. Y en lo ambiental sucede algo parecido, la manifestación del compromiso nacional por la causa existe y es vigente, pero queda mucho camino por recorrer para cumplir con los objetivos propuestos.
Las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita de Argentina, según estudios del 2020, están por encima del promedio de países pertenecientes al G20 y la promesa de hacer lo posible para evitar la suba de 1,5 grados Celsius en temperatura no está desarrollándose como se esperaba.
Más allá de los compromisos hechos, el grave problema que enfrenta Argentina es la crisis social que sufre desde hace años. Esto es importante porque los efectos de los desastres ambientales, como incendios o inundaciones, y las manifestaciones del daño al planeta afectan a todos los habitantes, pero especialmente a los sectores más vulnerables que no cuentan con recursos para su protección. Son los deciles más bajos quienes luchan cara a cara con el cambio climático y sus consecuencias, estando a la merced del producto de la mala utilización y abuso de lo que nos rodea. Con una Argentina que cuenta con alrededor de un 40% de pobreza, porcentaje que en lo previsto sólo va a aumentar en los próximos años, hay una población de riesgo importante que se encuentra a la deriva. Así como a nivel internacional las crisis climáticas afectan a países más empobrecidos, como fue el caso de Haití, esto se transporta a la sociedad interna del país, como sucede en Argentina.
Teniendo en cuenta que las consecuencias no son meramente sociales, sino también económicas con el perjuicio a los recursos y condiciones del país y naturales por la amenaza a la biodiversidad y ecosistema.
Es nuestro deber como ciudadanos exigir a la clase política para que tome medidas y acciones acorde no sólo debido a lo prometido, sino teniendo como primer deber la protección de los habitantes argentinos. Se deben fomentar las energías renovables y de uso menos contaminante como la hidroeléctrica, nuclear, eólica, etc; reducir las tasas de emisión; promover una mejor gestión de los residuos; entre otros. Para un cambio y mejora se debe comenzar por lo propio para después exigir al gobierno y los actores de mayor importancia para que no se desvíen del camino necesario hacia una Argentina más sustentable y cuidada para la generación del hoy, y las futuras.
Por Luján Urruti
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