El día de ayer, miércoles 21 de septiembre, el Presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, anunció una «movilización parcial» de reservistas en el marco de la campaña militar rusa en Ucrania. En otras palabras, alrededor de 300.000 miembros de las reservas militares rusas tendrán que acudir al campo de batalla por orden del jefe de Estado, quien también cumple el rol de supremo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Rusia.
El anuncio presidencial desencadenó protestas a lo largo y a lo ancho del país más extenso del mundo. Según OVD-Info, una organización especializada en el recuento de detenciones, hubo manifestaciones en al menos 38 ciudades rusas. La gente salió a las calles al grito de «No a la guerra», «Putin, a la trinchera» y «Vida para nuestros niños», en referencia a las declaraciones del jefe del Comité de Defensa de la Duma del Estado (la Cámara de Diputados de la Nación rusa), Andréi Kartapólov, de que los primeros movilizados serán suboficiales de reserva de menos de 35 años y oficiales de menos de 45 años. No se veía tanta gente en las calles desde que en febrero se anunció la primera ofensiva rusa en Ucrania.
Los actos de protesta fueron convocados en distintas ciudades por el movimiento Vesná (‘Primavera’), que denunció que la movilización parcial anunciada implica que «miles de hombres rusos, nuestros padres, hermanos y esposos, serán arrojados a la “picadora de carne” de la guerra».
Al momento, ya se han confirmado 1.339 detenciones, aunque el registro sube rápidamente. El mayor número de arrestos se dio en Moscú y San Petersburgo, las dos ciudades más pobladas del país. Desde el comienzo de la campaña militar, las detenciones ascienden a 16.437.
En un comunicado citado por la agencia Interfax, la Fiscalía de Moscú advirtió que la participación en las manifestaciones o la mera convocatoria a ellas podría ser constitutivo de delito, después de que se hayan publicado en la web los primeros llamamientos. Además, amenazó con 15 años de prisión a todos aquellos que desafíen la movilización de Putin. Quienes estén detrás del llamado a protestas podrían ser procesados en virtud de leyes contra el descrédito de las Fuerzas Armadas o la difusión de «noticias falsas» sobre la operación militar rusa en Ucrania. Estas conductas se suelen saldar con una multa, aunque la reincidencia o algunos casos concretos pueden conllevar penas de entre 3 y 10 años de prisión. Se contemplan hasta 15 años de cárcel si el juez considera que el detenido pone en riesgo al Ejército. Estos duros castigos han hecho que en todo este tiempo las movilizaciones fueran escasas.
A su vez, el Ministerio Público indicó que las movilizaciones no fueron coordinadas con las autoridades pertinentes, que deben dar permiso a cualquier acción de este tipo. Sin embargo, es necesario decir también que aquellas no han autorizado ninguna protesta contra la guerra desde el inicio de la misma.
La medida anunciada por Putin era esperable desde que hace una semana Ucrania realizó una contraofensiva, obligando a los rusos a retroceder en el campo de batalla. Además, el anuncio se produjo un día después de que las regiones controladas por Rusia en el este y el sur de Ucrania (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia) anunciaran sus planes de celebrar referéndums para convertirse en partes integrantes de Rusia.
Pero la decisión presidencial no solo generó protestas. Los vuelos de avión a destinos populares como Estambul, en Turquía, o Ereván, en Armenia, se agotaron rápidamente tras el anuncio, y los precios de los vuelos vacantes se dispararon. Al mismo tiempo, se han visto colas en las fronteras rusas con Georgia, Kazajistán, Mongolia y Finlandia. También han aumentado las búsquedas en Internet relacionadas con una posible salida de Rusia o con formas de evitar una potencial llamada a las filas del ejército ruso.
Putin también advirtió que usará «todos los medios» a su alcance para defenderse, y aclaró: «Esto no es un bluf». Además, acusó a Occidente de participar en un «chantaje nuclear» y de plantear la posibilidad de utilizar armas nucleares de destrucción masiva contra Rusia, a lo cual agregó: «Me gustaría recordar a quienes hacen este tipo de declaraciones que nuestro país también posee varios medios de destrucción, algunos de los cuales son más modernos que los de los países de la OTAN».
La reacción de Occidente no se hizo esperar. El presidente estadounidense, Joe Biden, advirtió que las guerras nucleares «no pueden ganarse y nunca deben librarse» y criticó a Rusia por «amenazas nucleares irresponsables». En la misma línea, el Secretario General de la OTAN y ex Primer Ministro noruego, Jens Stoltenberg, acusó a Putin de utilizar una «retórica nuclear imprudente». Washington también calificó como «signo de debilidad» la movilización parcial, aunque insistió en que hay que tomarse «en serio» las amenazas sobre el uso de armas nucleares. Por su parte, el Vicepresidente de la Comisión Europea y Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, afirmó que «la comunidad internacional debe unirse para prevenir estas acciones» porque «la paz mundial está en riesgo».
Pero las respuestas no vinieron solo de Occidente. China pidió en un comunicado que se priorice el diálogo para resolver el conflicto, reclamando «un alto el fuego con el que las preocupaciones de seguridad de las partes queden satisfechas».
Más allá de las protestas y las declaraciones, la pregunta que subyace hace 206 días es: ¿hasta cuándo se extenderá esta guerra? ¿Cuánta más sangre tendrá que derramarse para que se decida ponerle fin? ¿Cuántos más inocentes se verán afectados por esta disputa de poder? Eso aún está por verse.
Por: Tomas Berrios
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