En el año 2015, se llevó a cabo la firma del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) entre Irán y algunas potencias. El acuerdo consistía en que Irán acordaría desmantelar gran parte de su programa nuclear y abrir sus instalaciones a inspecciones internacionales más exhaustivas a cambio de un alivio de sanciones por valor de miles de millones de dólares”. (Council of international relations).
Al año siguiente de lograr el acuerdo, la administración Obama sostenía que la Agencia Internacional de Energía Atómica verificó que Irán había completado los pasos necesarios en virtud del acuerdo de Irán que garantizará que el programa nuclear de Irán sea y siga siendo exclusivamente pacífico (The White House, Obama Administration). A diferencia de Obama, el expresidente Donald Trump decidió retirarse del acuerdo y agregó nuevas sanciones, empeorando la situación.
Joe Biden, por su parte, durante su campaña y previo a su llegada a la Casa Blanca, había prometido tomar las riendas nuevamente del acuerdo de 2015, pero ya pasados varios meses del inicio de su mandato, no se habrían presentado iniciativas claras para acordar con Teherán, debido a que las negociaciones para la reactivación del pacto habrían sido suspendidas en el mes de marzo del 2022. El eje de la situación se encontraba dirigido al golpe más grande que había recibido el PAIC desde sus inicios: Irán presionaba a través de la intención de retirar las cámaras que poseía el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que cumplía el rol de vigilar las plantas nucleares iraníes: “exige a la Casa Blanca garantías decisivas de que EE. UU. no volverá a abandonar el acuerdo como hizo Donald Trump en 2017, unas garantías que no está claro que Biden las pueda dar”.
En el año 2021, Washington y Teherán encabezaban una gran confrontación en torno al PAIC, ¿existía el nivel de confianza necesario para seguir adelante? El régimen iraní consideraba que proseguir con el acuerdo no se veía como una posibilidad, por el alto grado de desconfianza, la cual se remontaba a una “falla” de los Estados Unidos al no brindar una solución. Tensión y dudas abundaban entre los Estados Unidos e Israel frente a Irán, donde no se veía reflejada la cierta intención de redefinir un acuerdo eficaz como había sido propiciado por Obama.
El gobierno iraní, ante esta disyuntiva, estaría decidido a proceder o establecer normativas de carácter agresivo para evitar la mayor cantidad de sanciones posibles por parte de Occidente. Esto último vislumbrado en la retirada unilateral dada durante la gestión de Trump, junto a la imposición de más sanciones.
Dicho sentimiento de incertidumbre no solo involucraba a Estados Unidos, sino que el gobierno de Israel, en aquel entonces a cargo de Naftali Bennet, exministro de relaciones exteriores, también se encontraba dispuesto a incrementar todo tipo de sanciones para retroceder y no encontrar una resolución definitiva con el acuerdo. Se sostenía que Irán estaría dotándose de numerosas cantidades de uranio que serían destinadas a la fabricación de armas nucleares: por esto, se le trataba de comunicar al OIEA el establecimiento de nuevas sanciones para el régimen iraní ante la falta de explicación en su accionar.
El mencionado organismo ponía su foco en el recelo implícito en la postura de Irán y el posible freno a un acuerdo por la no presentación de argumentos, aunque siguiendo las declaraciones del portavoz Said Jatibzade (Saeed Khatibzadeh) del Ministerio de Exteriores iraní de aquel momento, se había realizado el envío de la información correspondiente al organismo, ya que contaban con el “programa nuclear más pacífico del mundo”, y sin ningún tipo de intención de llevar a cabo la construcción de una bomba nuclear o de fomentar sus arsenales nucleares. A la par de esto, Bennet emprendía un viaje hacia los Emiratos Árabes Unidos con el fin de conversar acerca de los temas regionales que ocupaban uno de los lugares más importantes en la agenda israelí, y sin dejar de elogiar a la OIEA por tomar decisiones que establecían que Irán continuaba ocultándose y escondiéndose.
En septiembre del 2022, El director general del OIEA, Rafael Grossi, afirmó que “sería difícil restaurar el conocimiento que la OIEA había perdido sobre las actividades nucleares iraníes porque Irán prohibió a sus inspectores y cámaras acceder a sitios clave”, siendo esto un indicio de que, si no se percibe una pronta respuesta, la situación se podría acrecentar. Ante la disyuntiva de aumentar las sanciones contra Irán o continuar con la investigación de la OIEA, ¿persistiría por lo tanto este conflicto?
Hoy en día, el OIEA y la República Islámica de Irán lograron acordar que se realicen inspecciones sobre el programa nuclear. Esto fue resultado de la visita de Grossi a Teherán, ya que “la visita llega en un momento en que la agencia busca una mayor cooperación de Irán en sus actividades nucleares (...) El OIEA informó recientemente que recogió evidencia de uranio altamente enriquecido, justo por debajo del umbral para construir un arma nuclear”. Este evento, pudo lograr que el ambiente de meses y años previos se tornara en uno contrastante de honestidad y cooperación. En la misma línea cabe cuestionarse, ¿podrá mantenerse a largo plazo esta nueva estabilidad o será meramente una breve pausa en el conflicto?
Escrito por Sofía Kasirer.
Comentarios
Publicar un comentario
Dejanos tu opinión acerca del tema.