Por Victoria Pérez
El pasado 9 de mayo, el servicio de Seguridad de Ucrania llevó a cabo ataques con drones de largo alcance contra unos depósitos de refinería de petróleo rusos.
Este giro representa una inflexión en la capacidad de ataque de largo alcance de Kiev.
Ucrania entendió que lo más importante es entender el pasado de su enemigo, y encontró en el legado histórico de Moscú, una excelente razón para llevar la guerra al territorio Ruso: Chechenia.
EL pasado 9 de mayo, el servicio de Seguridad de Ucrania llevó a cabo ataques con drones de largo alcance contra unos depósitos de petróleo e infraestructura de refinerías rusas en el Krai de Krasnodar y la República de Bashkortostán. Tal como se declaró en los medios ucranianos, esto se trató de una distancia “récord” para un ataque ucraniano contra Rusia. Este giro en esta extensa guerra que parece no tener fin, representa una inflexión en la capacidad de ataque de largo alcance de Ucrania.
Sin embargo, más allá
de que este ataque en territorio ruso no haya sido de larga extensión con
respecto a la cantidad de territorio al cual llegó, ¿Qué es lo que quiere
demostrar Ucrania? ¿Qué está buscando con este ataque?
Las conclusiones a
estas preguntas pueden ser muchas, ya que los incentivos de Kiev para este tipo
de accionar encuentran múltiples aristas. Podemos entender que Ucrania quiere
demostrar que, en cierto punto, sabe atacar y hacer daño; como también hacer
ver que Rusia no es tan fuerte como se cree, y que hoy, se encuentra incapaz de
defender sus fronteras ya que está centrando todos sus recursos en el campo de
batalla ucraniano. Esto podría generar cierto malestar e incomodidad para la
sociedad rusa, haciéndoles sentir realmente el lado más oscuro de la guerra.
Asimismo, es claro que
atacando puntos de petróleo a través de los cuales el ejército ruso les
suministra a las tropas en la Crimea ocupada puede llegar a causarle más dolor
que las sanciones económicas occidentales que se le ha impuesto a Rusia. Ya
que, considerando el transcurso temporal hasta la fecha, con un conflicto ya
iniciado en 2014 y que introdujo su segunda etapa el 24 de febrero de 2022, se
constata la lentitud característica de este tipo de resoluciones.
Sin embargo, podemos entender que aquí no hay nada nuevo bajo el sol, los paralelismos en la historia y las similitudes son una característica esencial de ella. Por ello los que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlos. Y en ese caso, Ucrania entendió que lo más importante es entender el pasado de su enemigo, y encontró en el legado histórico de Moscú, una excelente razón para llevar la guerra al territorio Ruso: Chechenia.
La experiencia de las dos guerras entre la Federación Rusa con Chechenia se puede ver como un espejo de la invasión a Ucrania, marcando el modus operandi de Rusia con respecto a sus vecinos que buscan la independencia.
En primer lugar, es necesario entender que tanto Chechenia como Ucrania tienen en su pasado histórico el dominio y la influencia rusa. Ambas formaron parte del Imperio ruso, y luego de la Unión Soviética. A pesar de que la visión occidental ve a estas dos incursiones militares como algo totalmente distintas, bajo la mirada rusa son dos porciones de su territorio que buscan huir del ala soviética.
El conflicto en Chechenia llevó a cabo dos grandes guerras que hoy en día dejan huellas en el territorio.
Con la caída de la
Unión Soviética en 1991 los chechenos encontraron una oportunidad para obtener
la independencia. Esto continuó hasta 1994 como consecuencia de un movimiento
separatista checheno, alentado por una ola nacionalista en busca de su
independencia. Esto provocó la intervención militar del ejército ruso en el
territorio checheno. En ese momento la mayoría de los observadores
internacionales apostó por un conflicto breve que, inevitablemente, terminaría
con una aplastante victoria de las tropas de Moscú. Pero los acontecimientos se
encargaron de quitarles la razón. En realidad, tanto la superioridad rusa como
la debilidad de su adversario eran más aparentes que reales. Vemos como las
similitudes entre ambos conflictos comienzan a emerger, revelando los patrones
recurrentes de la historia y recordándonos las lecciones no aprendidas de ella.
En este conflicto
bélico que tuvo su primer capítulo entre diciembre 1994 y agosto de 1996 los
chechenos proclaman la yihad contra Rusia y Boris Yelstin finalmente admite la
derrota, accediendo a firmar un tratado de paz. Sin embargo esta historia no acabo aquí porque la segunda
guerra entre 1999 y 2009 tuvo componentes dramáticos como el atentado ocurrido
en el teatro Dubrovka de Moscú, generando un escenario de terrorismo. Esta
segunda fase de la guerra nos demuestra como Chechenia buscó llevar la guerra
al corazón de Rusia, afectando a su población, con el fin de elevar el malestar
de los ciudadanos rusos ante la guerra.
Es allí, como en esta segunda fase, con Putin recién llegado al poder, la solución para este malestar fue la negociación, en donde el líder ruso buscó negociar con los chechenos en medio de una disputa religiosa.
A grandes rasgos, podemos concluir que esta negociación demostró como por un lado, sobre el papel, Chechenia es parte de Rusia, ya que apoyado por Putin se restableció el gobierno directo del Kremlin en la figura de Ajmat Kadyrov, y luego con su hijo Ramzan Kadyrov quienes establecieron un reinado de terror. Sin embargo, en la práctica, es más independiente de lo que se cree. Con la gran ventaja que alrededor del 80% del presupuesto de Chechenia proviene de transferencias que llegan desde Moscú. El líder checheno goza de todo el apoyo político y económico del Kremlin para aplicar las medidas que estime oportunas dentro de su territorio.
Es por ello que vemos cierto paralelismo en ambos capítulos de la historia de la política exterior rusa. Si Kiev consigue atacar a Rusia en su propio territorio y eso obliga al Kremlin a retirar recursos de Ucrania, se puede ver como un éxito. Más aún si logran un verdadero daño real a la económica rusa. Aunque las trabas para ese desenlace son muchas, ya que los intereses geopolíticos de actores occidentales juegan un gran protagonismo. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea dejan claro que su asistencia de ayuda de armamento no tiene cómo fin atacar la frontera del lado ruso, ya que están envueltos en el temor constante ante la sombría perspectiva de una escalada nuclear interminable, encontrándose paralizados por la incertidumbre del futuro. Uno de los últimos comunicados que sacó Moscú mencionaba que realizaría ejercicios militares con tropas instaladas cerca de Ucrania para practicar el posible uso de armas nucleares en el campo de batalla, una gran advertencia para occidente, que tiene como fin disuadirlo de profundizar su apoyo a Ucrania.
El dinamismo de este conflicto es tal que cada movimiento y estrategia que realizan en el campo de batalla, puede cambiar el resultado de manera rotunda. Como respuesta al accionar de Ucrania, Rusia abrió un nuevo frente de guerra con un asalto sobre Kharkiv, asimismo, Putin destituyo al ministro de defensa ruso, cosa que podría marcar un punto de inflexión en la guerra. Nos demuestra una clara señal de que las cosas no van del todo bien.
Con esto no llegamos a
la conclusión de que Ucrania piense en lanzar una invasión a gran escala, ni
que este próximo a poder hacerlo. Sin embargo
tiene la puerta abierta para poner en práctica la estrategia chechena.
No obstante, Ucrania debe tener sumo cuidado a la hora de actuar, ya que aunque
en la práctica se puede ver a Chechenia como con “cierta autonomía”, la
ausencia total del Estado checheno se hizo notar, se volvió un Estado fallido
como consecuencia directa de la estrategia de Moscú que buscaba la
desintegración del liderazgo estatal. Por ello, es necesario siempre recordar
que “la historia no se repite, pero rima”.
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