Haití no es un Estado fallido
Por Santiago Argañin
El hambre afecta a la mitad de la población. La violencia ejercida por las pandillas acecha a los 11 millones de habitantes de Haití, provocando el cierre de empresas, la pérdida de trabajo y el colapso económico. Su principal aeropuerto está cerrado hace casi dos meses, al igual que los puertos y la frontera con su único vecino, República Dominicana, lo que dificulta el ingreso de mercancías y empeora la situación humanitaria. Los jóvenes están privados del derecho a la educación por el cierre de escuelas, y la atención sanitaria se encuentra limitada por el ataque y cierre de hospitales. Según la ONU, sólo en los primeros tres meses de 2024 se registraron más de 1.500 muertos a manos de los grupos criminales. Un Estado empobrecido y complicado.
Haití se independizó de Francia en 1804, siendo el primero de Latinoamérica. La historia de este país, bañado por las aguas del Caribe, se caracteriza por la inestabilidad económica y social, largas dictaduras, violencia estructural, y desastres naturales como el terremoto que registró 316.000 muertos en 2010. En los últimos años ha enfrentado una crisis multidimensional, en la que aparece como hecho más significativo el magnicidio del presidente Moise, en julio de 2021.
“La situación ha sido muy complicada desde 2022, cuando la gente se resignó a alguna ayuda significativa proveniente de la comunidad internacional”, cuenta Harold Isaac desde Haití. Es que desde 2004 y hasta 2019, la ONU mantuvo su presencia ininterrumpida en el país, y algunos locales culpan a la Organización y especialmente a Estados Unidos de haberle impuesto las peores decisiones a un país ya devastado. En la actualidad, una Misión de Apoyo a la Seguridad se está gestando entre siete países para asistir a la policía de Haití, pero el principal problema con el que se ha encontrado el plan es la falta de financiamiento, que se frenó en los últimos meses del año pasado.
El ahora ex primer ministro Ariel Henri también solicitó la intervención y viajó en visita oficial a Kenia, que estaría a cargo de la misión respaldada por la ONU. Durante ese viaje en el mes de marzo es que sucedió la arremetida de las pandillas en la capital. Henri tiene prohibida la entrada al país, y presentó su renuncia desde Los Ángeles.
En pocas semanas el avance de aquellos grupos tuvo un significativo aumento, “hoy el 90% del territorio está controlado por ellos, inclusive las ciudades más importantes, entre las que se reparte el 50% de la población”. El tejido socioeconómico detrás de estas organizaciones criminales es el de un país con condiciones similares a la de la hambruna. El hecho de que Haití no fabrica armas ni municiones, hace este entramado mucho más complejo, porque exceden un fenómeno local. “Al estar empobrecidos por una deuda centenaria –refiere a la Independence Debt, un acuerdo mediante el cual Francia reconocía la independencia de Haití mediante el pago de una indemnización por 150 millones de marcos oro –un país que tal vez hubiese tenido una economía comparable a la de República Dominicana, es hoy considerado por todas las estadísticas como el país más pobre de América”, declara a Argentina Joven un reportero local.
Desde Port-au-Prince, la capital haitiana, Harold Isaac nos invita a “analizar las causas profundas de lo que provocó la situación allí”, y por qué es tan complicado para el Estado “brindar servicios a la población en una escala más amplia”. Harold es periodista y corresponsal para importantes medios internacionales en una ciudad que hoy está casi en su totalidad controlada por las pandillas. Estas deben su poder a la tenencia de armas, dinero y otros métodos basados en el terror y en el lucro como secuestros extorsivos, contrabando y narcotráfico.
La situación política de Haití desembocó este jueves en la instauración de un Consejo de Transición Presidencial, compuesto por 9 miembros de los cuales 2 son observadores, quienes acaban de nombrar a Fritz Belizaire como Primer Ministro. Con una duración de dos años, el órgano y sus autoridades tendrán el desafío de retomar el control y llevar adelante una transición ordenada que permita a los ciudadanos tener un gobierno legítimo. Los comicios están previstos para 2026, cuando se cumplirán 10 años de las últimas elecciones democráticas en el país.
El reto más grande será hacer que las pandillas depongan las armas. Uno de sus líderes declaró días atrás estar interesado en tener voz dentro del Consejo de Transición, pero según la información obtenida de diversas fuentes, “no está en absoluto entre los planes de las autoridades llegar a algún acuerdo entre el gobierno y las pandillas”. A lo mejor podría existir algún mecanismo por parte del Estado para abordar ese problema, como la amnistía en la que piensan algunos de los cabecillas, pero no es algo que sucedería en el corto plazo. En el mejor de los casos, si se logra la estabilización, irán a la cárcel.
Es probable que la recuperación de Haití lleve tiempo, tal vez sea necesaria una generación, pero no será imposible. Desde Puerto Príncipe, el epicentro de la cuestión, Harold suelta que “todos los que están aquí –en ese país, él incluído –lo están en un acto de resistencia frente a todas las probabilidades, tratando de hacer lo mejor que pueden para sacar al país de esta situación y darle un futuro esperanzador”.
Con la ilusión y la confianza de cualquier nacional que quiere ver grande a su país, responde a la pregunta que guió estas líneas: “mientras haya gente, no creo que Haití sea un Estado fallido. Todavía aquí viven 11 millones de personas”.
Comentarios
Publicar un comentario
Dejanos tu opinión acerca del tema.