A 155 años del asesinato de Urquiza, un breve análisis de su vida y muerte ¿Puede un hombre traicionarlo todo sin traicionar a su patria?

 

Autor: Daniel Ortega Ramón


En un día cómo hoy pero 155 años atrás, el 11 de Abril de 1870 era asesinado en el Palacio San José el hombre que supo ser el primer presidente de la Confederación Argentina y el qué acabó con la época del Rosismo en Argentina, Justo José de Urquiza. Aún teniendo un rol mucho menor en la política, su muerte fue un acontecimiento estremecedor en la República Argentina, y marcó el inicio de uno de los últimos conflictos internos del caudillismo argentino, la Rebelión Jordanista. Pero ¿por qué fue ese el final de un hombre tan ilustre como lo fue Urquiza?¿Que motivó a los asesinos del expresidente?¿Cómo debe la historia recordar al acto, a los perpetradores y al propio Urquiza?

Para poder entender mejor un acontecimiento como este, primero podemos explicar un poco más quién fue Justo José de Urquiza. Desde el inicio de su vida política en Entre Ríos cómo diputado provincial, Urquiza fue un hombre federal. Alcanzó el cargo de comandante general del Segundo Departamento Provincial, cargo qué en jerarquía estaba sólo por debajo del gobernador, en 1832 bajo la administración del gobernador Pascual Echagüe, a quién sucedería en el puesto de mandamás de Entre Ríos a finales del año 1841. Aquí empieza Urquiza a tener un rol protagónico de las Guerras Civiles, derrotando a enemigos del federalismo cómo el presidente uruguayo Fructuoso Rivera y el gobernador de Corrientes Joaquín Madariaga. Este último estaba aliado con el famoso General José María Paz y lideraba un alzamiento contra Rosas. Urquiza venció al gobernador en batalla, y firmó los Tratados de Alcaraz con este en 1846 donde se reafirmó el pacto federal del 31 y se promovió la libre navegación de los ríos. Acá empezaron los roces con el Restaurador Rosas, debido a lo que consideraba una disputa de su autoridad y sus medidas precisamente en contra de la libre navegación, por lo que reanudó la guerra con Madariaga y ordenó a Entre Ríos que lo combata. Urquiza derrotó nuevamente a Madariaga en 1847, pero las semillas de lo que sucedería en los años posteriores ya se habían plantado. Lo que llevaría a Urquiza a cometer su “primer traición” al federalismo es causa de extenso debate entre historiadores, pero los dos aspectos más aceptados son la cuestión de la libre navegación de los ríos y la cuestión de la organización nacional. Por un lado, Entre Ríos era para 1850 de las provincias más prósperas de la Confederación, y Urquiza creía (evidenciado por el Tratado de Alcaraz) qué lo que más beneficiaría a Entre Ríos y el litoral sería la libre navegación de los ríos para acceder a los mercados y comerciantes globales. Por el otro, prácticamente desde el Pacto Federal de 1831 se había flotado, y progresivamente descartado, la posibilidad de la redacción y ratificación de una constitución federal. Rosas siempre argumentó que las condiciones para esta no eran dadas, incluso en momentos de estabilidad en la Confederación, siendo una crítica frecuente incluso en círculos federales. Sean cuales fueren los motivos, los hechos son que Justo José de Urquiza en 1851 aceptó la rutinaria y simbólica renuncia de Rosas a la conducción de las relaciones exteriores, y se adjudicó estas para sí mismo cómo gobernador de Entre Ríos. Aliado con el ejército brasilero e incluso con antiguos unitarios cómo Sarmiento, Urquiza avanzó sobre Buenos Aires y derrotó al héroe del federalismo argentino Juan Manuel de Rosas el 3 de febrero de 1852 en Caseros. 

Culminada la derrota de Rosas, Urquiza se convirtió en el hombre más poderoso de la Confederación, primero cómo Director Provisional y luego cómo el primer Presidente Constitucional de la Confederación Argentina. Había sin embargo un problema todavía en la Organización Nacional de Argentina, el histórico centro político del territorio se declaró independiente de la Confederación debido a la cuestión de la federalización de la Ciudad y del fin del monopolio comercial del puerto de Buenos Aires con la instauración del libre comercio. Si bien el proyecto político de la Confederación intento funcionar sin Buenos Aires, las características geográficas y demográficas del territorio demostraron que una Argentina sin Buenos Aires iba a ser un fracaso. La necesidad de pasar por aguas bonaerenses, la comparativa escasez de tierras fértiles en el litoral, y la superioridad del puerto secesionista para el comercio exterior llevaron a una guerra comercial entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires la cuál rápidamente escaló a un conflicto bélico. En 1859 Urquiza derrotó a las tropas porteñas y les hizo firmar el Pacto de San José de Flores dónde Buenos Aires estableció que se incorporaría a la Confederación. Sin embargo, la legislatura alargó constantemente su incorporación y las asperezas terminaron llevando a una reanudación del conflicto y a lo que fue posiblemente la batalla más importante de la historia argentina. Es en ese momento dónde se empieza a firmar la sentencia de muerte Justo José de Urquiza, y dónde se concreta lo que es visto como la segunda traición de Urquiza a la causa federal. Urquiza se enfrentó a Mitre en Pavón como el gran favorito a vencer, no sólo contaba con superioridad numérica y con la victoria de Cepeda en su espalda, sino que en el transcurso de esta la caballería argentina (liderada por el general Virasoro y el futuro verdugo de su comandante en jefe, el general Ricardo López Jordán) había derrotado completamente a la caballería porteña y está se debando dejando los flancos de la infantería de Mitre completamente abiertos, obligando al general bonaerense a huír. Sin embargo, y pese a la incrédula objeción de los dos generales de su caballería, Urquiza ordena la retirada del campo de batalla. Los motivos de Urquiza para huír aquél día son un misterio del cuál hay muchísima especulación hasta el día de hoy y las teorías abarcan todo desde un miedo de Urquiza por una traición del presidente delegado Derqui, hasta una intervención de la masonería. Si le preguntan al autor de esta humilde nota, elijo creer que fue la búsqueda de la Organización Nacional de Argentina lo que llevó a Urquiza a ceder ante el gobierno de Buenos Aires con la esperanza (que sería definitivamente cierta) que era esta la única manera de que se concrete una Argentina unida. Tras su retirada, Urquiza no hace caso a los pedidos de Derqui y los demás federales de volver a la presidencia para continuar el combate, dejando al gobierno y ejército en una confusión e incertidumbre que Buenos Aires aprovechó para consolidarse y derrotar al grueso del ejército federal en la Cañada de Gómez con un ejército dirigido por Venancio Flores expresidente uruguayo. Así, se consolida la República unida, incorporándose Buenos Aires a la confederación y eligiendo a Mitre presidente, todo esto mientras Urquiza se mantiene como gobernador de Entre Ríos y se rehúsa a montar resistencia a la nueva hegemonía mitrista. No es todo calma de aquí en adelante, si bien Mitre logra consolidar cierta estabilidad en el territorio hay un número significativo de alzamientos y resistencias federales contra el gobierno nacional, así como también un nuevo conflicto en la Banda Oriental. En 1863 el vencedor de Cañada Venancio Flores invade el Uruguay para retomar el país y varios federales piden a Urquiza que apoye al bando del presidente Berro, sin embargo este se rehúsa nuevamente a ir en contra del gobierno Mitrista. Si bien visto desde este siglo se puede considerar al accionar de Urquiza como el de alguien que busca mantener la tan ansiada y dificultosa paz en el territorio, los federales vieron su inacción cómo la última traición a la causa federal. 

Faltaba aún que Urquiza brindara su apoyo a la Guerra del Paraguay, extremadamente impopular principalmente con los federales y le diera la espalda a los alzamientos federales de caudillos como el Chacho Peñaloza y Felipe Varela. La decisión de Urquiza de conformar ejércitos para ir a combatir al Paraguay lo terminó de sepultar cómo el máximo traidor de la causa federal, e hizo caer considerablemente su popularidad en Entre Ríos, la cuál ya estaba muy afectada por todo lo anterior y su constante reclusión en el Palacio San José. Fue candidato a la presidencia en 1868 pero perdió con Domingo Faustino Sarmiento, el cuál posteriormente no sólo lo apoyó cómo gobernador sino que lo visitó en su palacio. Acá reaparece el verdugo, el General Ricardo López Jordán nunca perdonó la traición de Pavón, pero el acto de reunirse con Sarmiento, quién era enemigo total de los federales que quedaban, le presentó la oportunidad para reunir a varios ex compañeros de Urquiza con el fin de rebelarse contra el gobierno provincial y nacional. 

Una partida de 104 hombres, pertenecientes a la montonera que formó López Jordán, irrumpió el 11 de Abril de 1870 en el Palacio San José, inicialmente con el fin de aprehender a Urquiza, pero este se resistió a los tiros y falleció en el combate. El mismo día en Concordia, son asesinados igualmente Justo José del Carmen de Urquiza y Waldino de Urquiza, hijos del gobernador. López Jordán es reconocido gobernador de la Provincia por la legislatura, sin embargo Sarmiento intervinó la Provincia de Entre Ríos y depuso al caudillo, obligandolo a exiliarse. Este nuevamente intentaría un levantamiento armado en 1873 contra el gobierno de Sarmiento, el cuál nuevamente fue derrotado, e intentaría un último alzamiento en 1876 ya contra el gobierno de Nicolás Avellaneda el cuál fracasa. Jordán se exilia en Uruguay hasta el año 1888 cuándo una amnistía general le permite el reingreso al país. Es en el proceso de esto que en 1889 en Buenos Aires es asesinado por Aurelio Casas, hijo de una víctima de la Rebelión Jordanista en 1873.

Entonces, ¿qué conclusión hay? Sin dudas hay muchas posturas respecto a las dos figuras, y del juicio que la historia debe impartir sobre ellos. Por un lado estamos aquellos quiénes vemos en Urquiza la figura de alguien que supo entender todas las consecuencias trágicas de la convicción de poner a la patria por encima de todo, de cómo ver por el futuro de esta puede llevar a acciones tan traicioneras y sangrientas cómo las que tuvo, haciendo de su asesinato un acto cuánto menos poco patriótico. Por el otro, se hace el juicio de Urquiza cómo un traidor a la patria y al federalismo, alguien que pactó con el enemigo y acuchilló en la espalda a todo aquél que supo ser su compañero en armas. El juicio será de cada quién, sin embargo nunca está de más recordar el pasado y ver todas las perspectivas que hay sobre este, ver cómo el que para algunos es héroe puede ser el mayor villano para otros.

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