Existe una frase que los seguidores de Milei repiten hasta el hartazgo: “defendemos una causa justa y noble muchísimo más grande que cada uno de nosotros. Las personas somos meros instrumentos en esta causa y tenemos que estar dispuestos a dejar la vida por ella”. La frase es fantástica, aunque faltaría agregar quién es ese “dios” que decide si uno ya no resulta necesario en las filas libertarias. Sabemos que Milei lo deja en claro: quien decide la suerte y futuro político de los militantes dentro del espacio es su hermana, el Jefe, Karina Milei. Sin embargo, no queda claro cómo si Javier Milei se define como un liberal libertario, por qué entonces figuras como Marra, Villaruel, Mondino, entre tantas otras, fueron apartados del espacio, aún con ellos mismos declarándose como liberales y apoyando al León desde el primer momento.
Algunos podrían decir que fueron desplazados por no doblegarse a los lineamientos de los hermanos Milei. Pero, ¿qué pasa cuando el espacio de Milei ataca sistemáticamente a figuras que guardan una ideología similar y aplica la fórmula de “tabula rasa” con otros que nada tienen que ver con las ideas de la Libertad?. Es en ese caso que dejamos de hablar de un espacio que se diferencia por sus ideas e identidad y pasamos a hablar de un movimiento personalista, en donde el Jefe es quien decide quien es afín al movimiento y quien no. En base a esto, podemos concluir que el espacio del León no es liberal, sino que es mileiísta, ya que la manera de entrar al movimiento no es por las ideas liberales, sino por guardar un apoyo incondicional y el visto bueno de quienes están en la cúspide de poder.
Conviene resaltar que esto no es ni bueno ni malo, es tan solo una de las tantas formas de hacer política. Sin embargo, es contradictorio que aquél que venía a destruir a la casta termine adaptando los mismos mecanismos de ella.
Aquí hay un problema y un potencial peligro que el libertario deberá corregir antes que sea tarde: que el entorno de Milei se vuelva cómodo y se conforme con el poder, olvidándose de cuáles fueron las ideas que lo posicionaron como presidente. Porque, como lastimosamente conocemos los argentinos, el poder es un flagelo que corrompe hasta a las personas más puras. Por lo tanto, se debe evitar que el espacio se repliegue y cierre sobre sí mismo, obstaculizando la circulación de ideas y nuevas figuras, y tomando lo que dice el Jefe como palabra santa la cual no admite corrección. Hay una premisa que se debe tener presente. Se deben seguir ideas y nunca personas. En este caso es un error concebir a Milei como un Mesías o Salvador puesto que esto justifica que todo lo que hace el Líder es lo mejor y se debe seguir a rajatabla. Cuando se siguen personas y no ideas, todo se centraliza en uno o pocos, y no se admiten contradicciones a lo dispuesto desde arriba.
Volvamos a leer la frase que citamos al comienzo. Esta causa “noble y justa” representa que la Argentina se convierta en una potencia liberal de nuevo. Y que el más apto e idóneo para cumplir esa misión es el Presidente Milei y su Gobierno. Sin embargo, y esto es un enorme sin embargo, se debe tener sumo cuidado en no confundir la causa que busca fortalecer políticamente a los hermanos Milei (un fin en sí mismo) de aquella que busca hacer una Argentina grande y potencia. En todo caso, se pensaba que la primera debía llevar a la segunda, en tanto Milei era la persona que mejor sabía interpretar las ideas que nos iban a llevar al crecimiento. Sin embargo, hoy parece que la causa de fortalecer políticamente a los hermanos Milei se aleja cada vez más de la idea de hacer a la Argentina grande. Ya que, esta noble causa se personaliza cada vez más en ellos, constituyéndose cómo un fin en sí mismo.
Afirmo esto porque la agenda que está llevando últimamente el Presidente es una de polarización, que aumenta la grieta y la distancia entre los argentinos. Ciertamente, esto aumenta su poder político, en tanto enemista a los argentinos con los argentinos y los hace tomar un bando. Sin embargo, considero que este no es el medio para poder llegar a la causa última que es hacer a la Argentina grande. El hombre de Estado es aquel que sabe equilibrar los intereses de todos los sectores, actuando cómo un árbitro que trata de hacer parejo el juego. Y esta causa de hacer una Argentina grande no debe ser la agenda de uno, sino una tarea llevada por todos. La solución para los males que aqueja a la Argentina desde hace añares, no va a venir de un día para otro. Es por ese motivo que hay que construir consensos con todos los sectores y partidos para definir cuál es el país que queremos ser. Ya que solo con todos los sectores y clases dirigentes representados en la proyección de un verdadero Proyecto Nacional, es que se puede asegurar un crecimiento sostenido y duradero. Y es bajo esta causa que Milei y su espacio deben tener presente que ellos mismos son pequeñísimos en el Proyecto Nacional que busca hacer grande a la Argentina de nuevo. Y necesitan más que nunca del otro, del aquel otro que ellos hoy sentencian con un “no se debe negociar” y lo tildan de traidor o casta.
Esta tarea de hacer una Argentina grande trasciende al gobierno y a la agenda del libertario. No por algo el mismo Milei refirió varias veces que faltarían “30 años para que podamos ser una potencia”. O cuando Mauricio Macri afirmó que las inversiones no llegarán en su gobierno, sino que “recién en el próximo”. Y es que los inversores esperan ver de la clase dirigente argentina señales de confianza y certidumbre: resulta una gran señal haber reducido las retenciones, pero que tanta tranquilidad podrían tener los inversores sin que exista un consenso detrás y en donde ningún Gobierno posterior hará marcha atrás sobre lo logrado. Es por ello que el Milei que más me gusta es el del Pacto de Mayo. Aquel hombre que defenestraba al Congreso como “nido de ratas” supo dejar de lado su hostilidad y abrió al diálogo, invitando a todos los sectores a delinear una serie de puntos básicos para, juntos, buscar un mismo fin para nuestro país.
En una política cada vez más dominada por la disputa de poder e intereses, es cuando el Gobierno más necesita abrirse y no replegarse en sí mismo. Esto significa que se rodee de los mejores y que estos lleguen antes que todos aquellos oportunistas que ven en el fenómeno de Milei una oportunidad para construir poder. Por último, tal como en su momento supo ser un verdadero estadista convocando al Pacto de Mayo, que Milei entienda que siempre es con la política y nunca contra ella. Lo cual, significa que nunca es tarea de uno solo sino que todos tienen un papel importante en la construcción de esa Argentina próspera. Milei tiene una oportunidad histórica, pero para ello debe volver a sus ideas originales. Cómo él repetía sin hartazgo: “una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”. Y es que Milei tiene la oportunidad de devolverle el sentido noble y correcto a la palabra política, y trabajar para que las nuevas generaciones se enamoren nuevamente de ella cómo aquella que resuelve los problemas de la gente. Tiene la oportunidad, en síntesis, de hacer las cosas diferentes.
Es por
ello que no debemos dejar que todos los resultados que consiguió el Gobierno se
echen a perder por unas “simples” formas. Porque las formas, al final, terminan
de hacer al contenido.
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